La rareza de lo cotidiano: plantas carnívoras de aquí y de allá

ECOLOGÍA EN EL CAMPO DE GIBRALTAR

Parte de la subsistencia de este tipo de especies vegetales se basa en una obtención alternativa de alimento: los insectos

Planta carnívora Dionaea muscipula. Fuente Pixabay
Planta carnívora Dionaea muscipula. Fuente Pixabay / E.S.
Silvana Briones Y Juan María Arenas

11 de enero 2022 - 05:00

Las plantas carnívoras llevan siendo, desde finales del siglo XIX, una fuente de asombro y curiosidad, no solo para los científicos especializados en la materia, sino para gran parte de la sociedad. En concreto, la carnivoría es un fenómeno que se observa en tan solo 800 de las más de 370.000 especies de plantas con flores descritas en el planeta, lo cual representa alrededor del 0,2%.

Tal es su misterio, que fueron una de las obsesiones del mismo Darwin, padre de la teoría de la evolución y uno de los científicos más influyentes del siglo XIX y cuyo legado perdura hasta nuestros días por su gran relevancia. Si bien se asocia popularmente al investigador con los pinzones y con sus aventuras a bordo del Beagle, uno de sus estudios más importantes, que le permitió discernir ciertos aspectos acerca de su famosa teoría, fue sobre las plantas carnívoras.

A grandes rasgos, fue la observación la que permitió a este astuto científico establecer que la vida evoluciona a través de la mutación genética, haciendo que ciertas especies se adapten mejor a la llegada de circunstancias adversas y, por tanto, perduren en el tiempo. Y os preguntaréis qué tiene todo esto que ver con las plantas carnívoras. Pues bien, estas plantas se caracterizan, entre otras cosas, por habitar suelos pantanosos y ácidos, en muchos casos con recursos escasos. Más concretamente, suele tratarse de suelos pobres en nitrógeno, elemento esencial por ser parte clave del esqueleto de proteínas y ADN, y que es lo que normalmente las plantas toman a través de las raíces. Como consecuencia de la falta de ciertos nutrientes, parte de la subsistencia de este tipo de especies vegetales se basa en una obtención alternativa de alimento: los insectos.

Planta carnívora Drosophyllum lusitanicum fotografiada en el término municipal de Algeciras.
Planta carnívora Drosophyllum lusitanicum fotografiada en el término municipal de Algeciras. / Juan María Arenas

Las plantas carnívoras han evolucionado, como bien supo discernir Darwin, hasta ser capaces de digerir insectos hasta una forma asimilable para ellas, para lo cual también han conseguido hacer de sus hojas las más sofisticadas trampas, consiguiendo convencer a su presa para, como quien dice, entrar voluntariamente en la boca del lobo. Millones de años de evolución se encuentran detrás de las más complejas armas de las que estas plantas hacen gala, entre las que encontramos una diversidad pasmosa.

Algunos de estos elementos de captura son increíblemente refinados y, dentro de este tipo de especies, vamos a encontrar muchas curiosidades, de ahí el gran interés que han suscitado tanto a nivel social como a nivel científico. Un ejemplo de ello, es el de la famosa Dionaea muscipula, una planta comúnmente conocida como venus atrapamoscas.

Su “trampa” está compuesta por un par de lóbulos de pigmento rojo unidos por una vena central que forman la hoja verdadera, recubiertos por una sustancia acuosa secretada por ciertas especies vegetales conocida como mucílago. Además, en cada uno de los lóbulos encontramos tres pequeños pelos, o tricomas. De este modo, es el hecho de que la presa entre en contacto con dos de los tres tricomas lo que va a activar el cierre de las hojas, a través de un movimiento vegetal rápido. No solo eso, sino que además es capaz de distinguir el estímulo de la presa al de elementos de otra naturaleza que entran en contacto con los tricomas, como por ejemplo gotas de agua, evitando el cierre en casos que no vayan a resultar provechosos.

Planta carnívora Dionaea muscipula. Fuente Pixabay
Planta carnívora Dionaea muscipula. Fuente Pixabay / E.S.

Otro ejemplo curioso que podemos encontrar además en nuestro país, concretamente en nuestro Campo de Gibraltar, es Drosophyllum lusitanicum. Si bien la mayoría de las especies carnívoras, pese a vivir en suelos pobres, requieren una cantidad considerable de agua en los mismos, esta planta en concreto es capaz de desarrollarse sobre suelos secos, aprovechando la humedad del ambiente, sobre todo en los momentos de niebla o del rocío por las mañanas. Se trata de una especie presente en el hábitat de la herriza, nombre local que recibe el Brezal Mediterráneo, que encontramos en el suroeste de la Península Ibérica y noroeste de África, aunque la mayoría de poblaciones se encuentran en la región del Estrecho de Gibraltar.

Además tiene la peculiaridad de que se trata de una especie postfuegícola, esto es, vive en terrenos después de que se haya quemado el resto de vegetación. Encontraremos a esta especie en los claros generados por el fuego. Pero ¿qué ocurre cuando transcurre un periodo de tiempo sin que se produzcan incendios? En ese caso, la planta se queda en el suelo en forma de semilla y vuelve a florecer después de una nueva perturbación.

Aunque en breve vendremos con un artículo propio para esta especie, si quieres saber más puedes ver el vídeo que te dejamos a continuación, elaborado hace un par de años por el grupo de investigación Febimed, de la Universidad de Cádiz, donde el catedrático de botánica Fernando Ojeda, nos habla de este especie.

Actualmente sobre esta especie de nuestra tierra se sigue investigando para conocerla mejor y así poder protegerla. En concreto en la actualidad se están realizando estudios sobre los insectos, que son a la vez sus presas y sus polinizadores, gracias a dos proyectos financiados por la Fundación Biodiversidad, Endesa y la Universidad de Cádiz. Gracias a este tipo de proyectos se ha descubierto como es capaz de no comerse a los insectos polinizadores, los cuales necesita para reproducirse. Lo hace gracias a que flores y hojas desprenden “olores” diferentes. Si te interesa conocer mejor este mecanismo puedes ampliar información aquí.

Como podemos observar, la obsesión que encarnó Darwin alrededor de este tipo de plantas, sin el cual quizás hoy no tendríamos su teoría de la evolución, estaba más que justificada. Desde las regiones más lejanas hasta las zonas locales, la naturaleza no deja de sorprendernos con sus rarezas, desarrolladas durante millones de años hasta presentarse tal y como las vemos hoy con nuestros ojos. Como dijera Lao Tzu: “La naturaleza no se apresura, pero todo lo logra”.

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