Darío Lupiáñez: "En pocos años, secuenciar nuestro genoma será tan rutinario como hacernos un análisis de sangre"

Entrevista | Investigador en Biología del desarrollo en el CSIC

Tras una década en Alemania, este investigador algecireño ha regresado a España para seguir explorando los secretos del genoma y fomentar vocaciones científicas

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El investigador Darío Lupiáñez en la Plaza Alta de Algeciras, su ciudad natal.
El investigador Darío Lupiáñez en la Plaza Alta de Algeciras, su ciudad natal. / Vanessa Pérez

Algeciras/Darío Lupiáñez García (Algeciras, 1981) ha construido una carrera excepcional en el campo de la investigación genética. Tras formarse en Farmacia y reorientarse hacia la Genética con su tesis doctoral en la Universidad de Granada, en 2012 se trasladó a Alemania para trabajar en el Instituto Max Planck de Genética Molecular, en Berlín. En 2017 estableció su propio grupo de investigación en el Centro Max Delbrück de Medicina Molecular, también en la capital alemana, hasta que en 2023 regresó a España para dirigir su laboratorio en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, adscrito al CSIC, la Universidad Pablo de Olavide y la Junta de Andalucia, en Sevilla.

Lupiáñez ha conseguido desentrañar algunos de los misterios del genoma, pero él mismo lo resume de forma sencilla: "El genoma es un libro de instrucciones y aún no sabemos leerlo entero". Su trabajo está ayudando a descifrar esas páginas, con implicaciones no solo para la salud humana, sino también para comprender cómo las especies evolucionan y sobreviven en un mundo en constante cambio.

Hoy, 17 de marzo, a las 17:30, disertará sobre sus investigaciones en el Aula de Mayores de la UCA, en el Edificio i+D+I del Campus Tecnológico de Algeciras.

Darío Lupiáñez firma en el libro de honor del periódico 'Europa Sur' durante su visita a Algeciras.
Darío Lupiáñez firma en el libro de honor del periódico 'Europa Sur' durante su visita a Algeciras. / Vanessa Pérez

Pregunta: En una frase: ¿A qué se dedica?

Darío Lupiáñez: Puedo describir mi trabajo de dos maneras. De un modo personal, diría que soy un privilegiado: tengo un trabajo que me permite satisfacer mi curiosidad innata. Desde niño he sido una persona muy curiosa. Recuerdo que mi tío me regaló El libro de los porqués porque pasaba el día preguntando por qué las cosas eran como eran. De una forma más técnica, diría que me dedico a descifrar el código genético, a entender cómo funciona el genoma. Entender cómo funciona el genoma es uno de los grandes retos del siglo XXI. Aunque desde hace más de veinte años tenemos la secuencia completa del genoma humano, aún nos falta comprender su funcionamiento en profundidad. El genoma contiene toda la información necesaria para que un organismo nazca, crezca y se desarrolle. A finales del siglo XX, el Proyecto Genoma Humano logró descifrar ese manual, pero seguimos sin entender completamente cómo se interpretan muchas de sus páginas. Aún hay partes del genoma que son una caja negra para nosotros.

"La enfermedad y la evolución son dos caras de una misma moneda: ambas dependen de modificaciones en el genoma"

P: Su trabajo ha destacado por su impacto en el conocimiento sobre cómo se empaqueta el ADN y su relación con el desarrollo embrionario. ¿Podría explicarlo de forma sencilla?

R: Nos centramos en entender cómo el genoma adopta una estructura específica dentro del núcleo de la célula y cómo este empaquetamiento influye en la salud y la evolución de las especies. Si estiráramos el ADN de una sola célula, mediría dos metros y, sin embargo, debe compactarse en un espacio cien veces menor que la cabeza de un alfiler. Durante años se creyó que este proceso ocurría al azar, pero hoy sabemos que sigue pautas muy concretas. Nuestro laboratorio fue el primero en demostrar que alteraciones en ese empaquetamiento pueden causar enfermedades congénitas. También nos interesa cómo estos mismos cambios pueden impulsar la evolución de las especies. La enfermedad y la evolución son, en cierto modo, dos caras de una misma moneda: ambas dependen de modificaciones en el genoma. Un cambio en la secuencia genética puede ser perjudicial y causar una enfermedad, pero también puede ser beneficioso y permitir a una especie adaptarse mejor a su entorno. Comprender estos mecanismos es clave, especialmente en un contexto de cambio climático.

P: ¿Cómo puede ayudarnos la biología del desarrollo a comprender mejor ciertas enfermedades? Si llegáramos a entender todo sobre el ADN, ¿podríamos curarlas todas?

R: Ese es el gran reto. Cuando completemos esa información, las posibilidades serán inmensas. No solo podremos entender de dónde venimos y cómo hemos evolucionado, sino también conocer nuestra predisposición a ciertas enfermedades. Esto nos permitirá anticiparnos y actuar en consecuencia, lo que podría traducirse en una vida más saludable y longeva.

P: ¿Esa información sobre el futuro no conlleva también sus peligros?

R: Nuestro genoma marca parte de nuestro futuro, pero no es un destino inamovible. Nuestro fenotipo, es decir, cómo nos manifestamos biológicamente, es una combinación entre nuestro ADN y el ambiente en el que vivimos. Saber, por ejemplo, que tenemos predisposición a niveles altos de colesterol nos permite tomar medidas preventivas. El conocimiento es poder: prefiero saber y poder actuar que vivir en la incertidumbre.

Darío Lupiáñez, en un momento de la entrevista en la redacción de 'Europa Sur'.
Darío Lupiáñez, en un momento de la entrevista en la redacción de 'Europa Sur'. / Vanessa Pérez

P: En los últimos años se habla mucho de medicina personalizada. ¿Significa que en el futuro cada persona tendrá tratamientos médicos hechos a su medida según su ADN?

R: En gran medida, sí. Prácticamente todas las enfermedades tienen un componente genético. La medicina personalizada busca identificar qué partes del genoma están implicadas en una enfermedad para diseñar tratamientos específicos. Un ejemplo es la diabetes: la terapia génica permite corregir la producción de insulina, algo que antes era impensable. Sin embargo, hay enfermedades más complejas, como las congénitas, cuyo tratamiento genético es aún un desafío.

P: ¿El cáncer sería una de esas enfermedades que podrían volverse curables?

R: El cáncer es un buen ejemplo de enfermedad con una fuerte base genética, pero su tratamiento es más complicado porque no depende solo del ADN, sino también del ambiente y otros factores. Sin embargo, el conocimiento del genoma nos permite desarrollar terapias más efectivas y detectar el cáncer de forma precoz. También existen enfermedades graves que podrían evitarse con selección embrionaria, un procedimiento que ya se realiza en ciertos casos mediante diagnóstico preimplantacional.

"El gran reto del siglo XXI será descifrar el libro de instrucciones del genoma y aún no sabemos leerlo entero"

P: ¿Qué nos falta para descifrar por completo el genoma y aplicar todo este conocimiento?

R: El gran cuello de botella actual no es la secuenciación, sino la interpretación de los datos. Tenemos la "biblioteca" del genoma completamente escrita, pero nos falta comprender cómo se leen y regulan sus "libros". Es un desafío enorme, pero estoy convencido de que en las próximas décadas lograremos avances revolucionarios que transformarán la medicina y nuestra comprensión de la vida.

P: Ética y genética: ¿Hasta dónde podremos llegar? ¿Es posible "editar" nuestros genes para elegir características como la altura o el color de ojos?

R: Técnicamente, ya sabemos qué genes influyen en estos rasgos y podríamos modificarlos. Pero el debate está en los límites. ¿Dónde se separa la prevención de enfermedades de la eugenesia? La tecnología avanza a gran velocidad, pero la regulación y la ética deben acompañarla. Como diría Spiderman: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad".

"La tecnología avanza rápido, pero la regulación y la ética deben acompañarla: como diría Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad"

P: ¿Cuántas personas trabajan en su laboratorio?

R: Actualmente somos diez personas. Mi equipo original en Alemania se disolvió cuando me mudé a España en 2023, pero algunos investigadores me siguieron y otros nuevos se han incorporado. Ahora estamos en pleno proceso de consolidación del laboratorio.

P: En Alemania trabajó en centros de investigación de prestigio. ¿Qué destacó de esa etapa?

R: En el Instituto Max Planck investigué casos de malformaciones congénitas de extremidades. Durante décadas se había identificado el cambio genético en los pacientes, pero no se comprendía cómo ese cambio causaba la enfermedad. Nuestra investigación fue pionera en demostrar que el empaquetamiento incorrecto del ADN podía ser el origen de estos trastornos. Más allá del impacto científico, este hallazgo tuvo un fuerte componente humano. A menudo, los padres de niños con enfermedades genéticas se culpan, pensando que han hecho algo mal durante el embarazo. Poder decirles que la causa fue un pequeño cambio aleatorio en la división del ADN, sin relación con sus acciones, es algo muy valioso.

"En Alemania tenía más recursos, pero en España hay algo único: una productividad científica brutal por cada euro invertido"

P: Regresó a España a pesar de contar con condiciones excelentes en Alemania. ¿Qué motivó su vuelta?

R: Alemania ofrece muchos recursos para la investigación, pero yo me formé en España gracias a becas y financiación pública. Siempre sentí el deseo de devolver esa inversión contribuyendo a la ciencia en mi país. Irme fuera fue la mejor decisión de mi vida. No solo me permitió trabajar con más medios, sino también conocer otras formas de pensar. Ver cómo diferentes culturas abordan problemas científicos expande tu manera de ver el mundo. Sin embargo, España tiene una gran ventaja: la colaboración entre investigadores. Aquí hay menos recursos, pero la productividad por euro invertido es altísima. La ciencia en España es de una excelencia brutal.

El investigador Darío Lupiáñez durante su última visita a Algeciras.
El investigador Darío Lupiáñez durante su última visita a Algeciras. / Vanessa Pérez

P: Creció en Algeciras y estudió en los colegios Santa Teresa y Los Pinos. ¿Qué recuerdos guarda?

R: Vivía en Fuerzas Armadas, frente a la Peña Miguelín. Recuerdo el camino al colegio, pasando por el cine Magallanes. Conservo grandes recuerdos y muchos amigos de entonces. Luego, nos mudamos cerca de la Plaza Alta. Mi madre trabajaba en la antigua Caja de Ahorros y mi padre en Europa Sur. En Los Pinos hice el instituto y, de hecho, hace poco organizamos una quedada para celebrar los 25 años desde que terminamos COU.

P: ¿Algún profesor le marcó especialmente?

R: Sí, dos. Paco Recalde, mi profesor de infantil en Santa Teresa, porque enseñaba con pasión y con una calidad humana excepcional. Su manera de tratar a los demás con respeto me ha servido de referencia en mi labor docente. Y luego, Antonia Comino, mi profesora de Matemáticas. Era muy rigurosa, de la vieja escuela, y siempre recordaré lo que le decía a mi madre: "A Darío le tengo tanto cariño que lo siento cerca de la puerta por si hay que evacuar el colegio rápido". Era una maestra con carácter y mucho cariño por sus alumnos.

P: ¿Se fomenta lo suficiente la vocación científica en España?

R: El talento puede estar en cualquier sitio, pero las oportunidades no siempre. Hay que dar visibilidad a quienes proceden de entornos más humildes y demostrar que pueden llegar lejos, como ocurre en el arte o el deporte. En ciencia, esas oportunidades suelen ser menos visibles y es un reto importante hacerlas accesibles.

"No hay evidencia científica de que las vacunas contra el Covid-19 alteren el ADN. Es biológicamente imposible"

P: Se ha hablado mucho de las vacunas contra el Covid-19 y su impacto en el ADN. ¿Hay fundamento en esas teorías?

R: No. Hay que tener cuidado con la desinformación. No hay evidencia científica que respalde que las vacunas del Covid-19 alteren el ADN. Por su mecanismo de acción, es biológicamente imposible: el material genético de estas vacunas nunca entra en el núcleo de las células.

Darío Lupiáñez explica los secretos del genoma en una entrevista para 'Europa Sur'.
Darío Lupiáñez explica los secretos del genoma en una entrevista para 'Europa Sur'. / Vanessa Pérez

P: Si tuviera que transmitir una única idea sobre el genoma, ¿cómo la resumiría?

R: El mundo se mueve a una velocidad increíble y la genética no es una excepción. Sin embargo, mucha gente sigue viendo el genoma como algo misterioso, algo que solo manejan los científicos en sus laboratorios. Yo intento explicarlo de forma sencilla para que cualquiera, al oír hablar de ADN, terapia génica o secuenciación, sepa de qué trata y, sobre todo, cómo puede afectarle. Uno de los avances más espectaculares ha sido la caída en los costes de secuenciación. Antes costaba miles de millones, hoy apenas cien dólares. En pocos años, secuenciar el genoma de una persona será algo rutinario, como hacerse un análisis de sangre.

P: ¿Qué significa exactamente que nos secuencien el genoma?

R: Algunos piensan: "Si me analizan el ADN, ¿me dirán el día exacto en que voy a morir?". Pero no funciona así. La información genética nos da una idea de nuestras predisposiciones, fortalezas y debilidades. Conocer nuestro ADN nos permitirá adaptar nuestros hábitos de vida: ajustar la dieta, hacer el ejercicio más adecuado, prevenir enfermedades antes de que aparezcan...

P: ¿Cómo de cerca estamos de que esto sea una práctica común en la sanidad?

R: Muy cerca. Es solo cuestión de tiempo y de costes. Cada vez las técnicas son más eficientes y baratas. Llegará el momento en que los sistemas de salud verán que secuenciar el genoma de toda la población es una inversión rentable. Si podemos prevenir enfermedades con antelación y reducir costes sanitarios, ¿por qué no hacerlo?

P: Entonces, ¿veremos esta revolución en nuestra vida?

R: Sin duda. Y no dentro de décadas, sino en muy pocos años. Lo desconocido siempre genera inquietud, pero, en realidad, esta tecnología puede mejorar nuestra calidad de vida de una manera que ahora apenas imaginamos.

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