La fiebre del chocolate de Dubái desborda a los pasteleros en plena temporada de torrijas
Un antojo convertido en viral por TikTok arrasa también en el Campo de Gibraltar: colas, acaparadores, helados, tabletas caseras y pasteleros desbordados por un dulce de pistacho y pasta kataifi nacido del embarazo de una repostera en Oriente Medio
José Bernal, dueño de la pastelería La Tarifeña, en plena temporada de turrones: “Vivimos en el tiempo de la prostitución del chocolate”

Algeciras/Dice el refranero que a nadie le amarga un dulce, aunque lo cierto es que la siguiente historia, a pesar de que tiene mucho azúcar, ha acabado por agriar a más de uno. Y no hablamos de empachos, sino de una especie de desesperación colectiva, de esas que solo se ven cuando el mercado se rinde ante los caprichos del algoritmo. Esta vez la ocurrencia es una tableta de chocolate nacida en Dubái, rellena de crema de pistacho y finos hilos de masa kataifi. Un invento que brotó del antojo de una mujer embarazada y que ha terminado convirtiéndose en el último objeto de deseo de TikTok.
Sarah Hamouda, británico-egipcia, estaba embarazada de su segunda hija cuando sintió la llamada del knafeh, un postre tradicional de Oriente Medio que mezcla queso akkawi, jarabe de rosas y una especie de cabello de ángel. Como no encontró nada que saciara su apetito, hizo lo más sensato: se lo inventó. Mezcló crema de pistacho con kadayif (una pasta filo en hebras) y lo cubrió todo de chocolate con leche. El resultado fue tan bueno que decidió fundar Fix Dessert Chocolate, una tienda online desde la que empezó a vender su creación al mundo.
El verdadero estallido llegó cuando la influencer gastronómica Mariia Vehera probó una de esas tabletas y la compartió con sus seguidores en TikTok. Más de 120 millones de visualizaciones después, el llamado "chocolate de Dubái" había traspasado las fronteras del antojo y se había instalado en el olimpo de los dulces virales.
Y como ocurre siempre que las redes sociales muerden, el mercado se agita. Una conocida cadena alemana de supermercados anunció que sacaría su propia versión: tableta de 122 gramos, rellena con un 45% de crema de pistacho y crujiente kadayif. Precio: 4,49 euros. Fecha de salida: viernes 21 de marzo. Resultado: hordas de compradores madrugando para conseguir una, denunciando el acaparamiento en redes y encontrándose con estanterías vacías. El fenómeno se completó con el esperable mercado negro: tabletas revendidas por más de 20 euros, incluso por 50 en plataformas de segunda mano.
En ese paisaje de locura colectiva también se dibuja, cómo no, el Campo de Gibraltar. Una simple pregunta en redes sociales —“¿Dónde puedo conseguir chocolate de Dubái en Los Barrios?”— sirve para que decenas de respuestas iluminen el mapa local de la codicia repostera. “En El Piruleta, yo no lo he probado pero había una chica allí y me dijo que estaba buenísimo”; “En el kiosco La Chata, pero corre que se acaba enseguida”; “Para mí gusto está bueno, pero no es para tanto”. Eso, por supuesto, no ha evitado que las colas se repitan también en Algeciras, La Línea de la Concepción o San Roque.
Algunos negocios locales han olido la oportunidad como un sabueso a punto de morder el rastro del trending topic. En la heladería El Gulus, con sucursales en varios municipios de la comarca, han lanzado un helado con sabor a chocolate de Dubái. “No es solo chocolate. Es una experiencia”, anuncian con orgullo. Pero no todos los paladares caen rendidos. Una clienta, escéptica, responde en Instagram: “A mí me pones una bola de pistacho y otra de chocolate como toda la vida”.
En la pastelería La Tarifeña, en Tarifa, el fenómeno ha sido menos poético. Más bien una pesadilla logística en plena cuaresma. Su propietario, José Bernal, lo resume así: "Es penoso este mundo, de verdad. Nosotros estábamos a tope con las torrijas y he tenido que parar todo. Le he pedido a dos trabajadoras que dejen de freír torrijas y se pongan con las tabletas de chocolate de Dubái. Mientras las hacíamos, ya se estaban vendiendo. Como si fuera la panacea".
Bernal describe la masa kataifi como una especie de pasta hilada, que primero hay que rehogar, impregnándola bien de mantequilla, antes de mezclarla con praliné de pistacho. El resultado es dulce, crujiente, envolvente. Pero también lo es el mercado de los deseos. Y él se pregunta, con un punto de resignación: "¿Y yo qué hago ahora con esta locura? ¿Compro miel para las torrijas o pistachos para las tabletas?".
La pregunta no es retórica. Es el resumen de una época. Pasteleros atrapados entre la tradición y la tendencia, entre el olor a canela de la Semana Santa y el brillo dorado del pistacho viral. Mientras el algoritmo siga dictando lo que deseamos, ellos tendrán que decidir si freír una torrija o viralizar una tableta.
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