Un mapa de calor indica a los navegantes las zonas libres de orcas para cruzar el Estrecho
MEDIO AMBIENTE
Renaud de Stepanis, director de la asociación CIRCE, asentada en el Campo de Gibraltar, es el encargado de realizar los marcajes satelitales para seguir a los cetáceos
Para el linense y catedrático de Biología Marina José Carlos García-Gómez, las orcas interactúan con los veleros en el Estrecho porque así enseñan a sus crías a cazar atunes
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Varios vídeos y fotos muestran el ataque de orcas a veleros en el Estrecho de Gibraltar y la costa de Cádiz
El investigador, consultor, y profesor en ciencias ambientales Renaud de Stephanis espera que el encargo que le ha hecho el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) de marcar seis ejemplares de orca en el Estrecho de Gibraltar le sirva para instalar, de una vez por todas, placas solares en el techo de su oficina, situada a las afueras de Algeciras.
“Hemos estado sin pasta mucho tiempo, pero con el concurso que le hemos ganado al Ministerio yo creo que podremos montar aquí un laboratorio, además de las placas, que nos permitirán tener aire acondicionado. Sufro mucho el calor”, sueña el investigador, quien coordina la entidad CIRCE sobre conservación, información y estudio sobre cetáceos. El presupuesto debería llegar: en los próximos dos años, van a recibir de la entidad pública alrededor de dos millones de euros.
Esta asociación del Campo de Gibraltar se nutre de concursos por contratación pública y financiación por subvenciones, además de contratos con empresas privadas para asistencias externas. Los actuales servicios prestados por el equipo de CIRCE al MITECO no se limitan al marcaje satelital de los animales, sino que también tienen que enviar informes periódicos sobre el comportamiento de las orcas en el Estrecho y lo más difícil: plantear soluciones efectivas para evitar incidentes con las embarcaciones que cruzan estas aguas.
“Desde 2021, propusimos un plan de acción a través de tres vías”. Mientras habla, De Stephanis busca una pizarra en mitad del caos de su oficina para hacer un esquema. “La primera vía es evitar el contacto con el cetáceo; la segunda, consiste en reducir los peligros en caso de producirse un encuentro; y la tercera, intentar cambiar el comportamiento de estos animales”.
“¿Ves estos dardos? Con ellos marcamos a las orcas y yo me gano la vida”, enseña el director de CIRCE unos pequeños arpones cuyo diseño le ha costado años de trabajo. En los dardos, además del transmisor, también se introduce un anestésico. “Con un rifle, nos acercamos todo lo posible a los bichos y disparamos la carga”, explica este doctor en Ciencias del Mar, nacido en Bélgica pero afincado entre Algeciras y Tarifa. Uno es de donde pace, no de donde nace.
Un juego
Tras soltar la escopeta de aire comprimido, desaparece en un pequeño despacho con varias pantallas de ordenador y latas vacías de bebidas energéticas. Mediante diversos vídeos realizados por su equipo, ilustra cómo las orcas rompen el timón de los veleros. “Esto es lo que pasa bajo el agua. No hay más. Te pueden contar historias de orcas vengativas y muchos más cuentos. Pero, ¿tú qué ves? Es un juego. La orca rompe el timón y después se marcha tan tranquila”.
En ese punto, De Stephanis coincide plenamente con el linense y catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla José Carlos García-Gómez, del grupo de Trabajo Orca Atlántica. “De todas las hipótesis esgrimidas que conozco, la del aprendizaje a cazar, adiestramiento o entrenamiento, es la que me sigue pareciendo más defendible y argumentada”.
Recuerda García-Gómez que las orcas empezaron con este tipo de interacciones cuando en la zona comenzó a haber mucho atún, una vez acabó la gran restricción de 2008-2018. “A partir de 2019, muchos atunes volvieron a cruzar el Estrecho”. Y agrega: “Que entrenen la velocidad, la capacidad de captura y la fortaleza es una enseñanza generalizada para cazar tipo de presas entre orcas de diferentes partes del mundo. En el caso de los veleros, lo atractivo es el timón porque se mueve como la aleta de un pez, de lado a lado, y no la orza que permanece inmóvil. El estímulo de alcanzar en velocidad al velero, morder el timón e intentar arrancarlo con fuerza considero que son los argumentos que contribuyen a darle más sentido a la hipótesis de la enseñanza a capturar atunes”, concluye el catedrático.
Esta teoría concuerda con otro de los vídeos que De Stephanis enseña en su pantalla más grande. “Con las hélices quietas, las orcas llaman la atención alrededor de la embarcación: empiezan a jugar y a vacilar. Están esperando a que la embarcación se ponga en marcha, que es lo que les gusta. No persiguen a ningún velero”.
Marcajes satelitales
El coordinador de CIRCE es tajante cuando se le pregunta por qué ciertas familias de orcas han desarrollado este nuevo comportamiento en los últimos tres o cuatro años: “Porque ahora les gusta este tipo de juegos y antes no”. Y añade: “En 2020, un tío cuelga el primer vídeo de una orca interaccionando con un velero y ese material rula por redes sociales de todo tipo, luego llegan los periodistas... De pronto, todo el mundo empezó a saber y a hablar sobre orcas. Que si era el apocalipsis y el resto de paranoias que se están contando. Nosotros buscamos ciencia”.
“Observo que se han lanzado diversas hipótesis pero sin argumentar, o con argumentos muy pobres o generalistas”, coincide García-Gómez, quien sí defiende los marcajes satelitales. “Los considero, si no indispensables, altamente convenientes para estudiar a estos animales de cerca y saber continuamente dónde están. Aunque duran generalmente poco, dos o tres meses, no les hacen daño”. No obstante, el catedrático aporta otro matiz: “Otra cuestión es, marcando ejemplares, qué diseño puede tener la investigación para que esta sea estrictamente finalista y pueda descubrirse con seguridad por qué las orcas ibérica han desarrollado un comportamiento tan atípico como inédito a nivel mundial”.
“Mientras ello se descubre con certitud, sí urge que se afine en las propuestas de medidas de mitigación para evitar que se produzca una aversión hacia estos maravillosos animales, estrictamente protegidos, por parte de los navegantes”, concluye José Carlos García-Gómez.
En CIRCE, además del marcaje, realizan biopsias para estudiar la genética y otros datos de interés de determinados cetáceos, siguen a las orcas con cámaras de vídeo para analizar cómo se comportan y, últimamente, han llevado a cabo experimentos con emisores de ultrasonidos. “Estamos probando con un ahuyentador acústico que colgamos de la embarcación. Pero, de momento, no nos ha funcionado”, reconoce Renaud de Stephanis. “De hecho, en cuanto lo encendemos, las orcas vienen a por nosotros. Es surrealista. ¡Es la primera vez que se lo cuento a un periodista!”, y rompe a reír. “Estoy en plan cascada de ideas”.
Zonas de paso
El presidente de CIRCE lleva desde 1995 por lo alrededores del Estrecho, investigando y educando sobre la conservación de los cetáceos a nivel nacional e internacional. Primero estudió Ciencias del Mar, después Empresariales y, actualmente, Psicología. “No sé si me explico porque voy a toda pastilla. ¿Ves estos puntitos por Sancti Petri?”, y vuelve a señalar el monitor de su ordenador con el dedo índice. “Cada uno es una orca. Y cada color, un grupo familiar. Con estos mapas de ubicación, que se actualizan en tiempo real, lo que le hemos pedido a los barcos es que no se detengan en las zonas donde las orcas están cazando. En definitiva: que las eviten”.
El MITECO ha desarrollado un apartado en su página web, abierta al público, donde van volcando los datos que, periódicamente, mandan desde la oficina de CIRCE en Algeciras sobre el clan de orcas del Estrecho, conformado por 60 cetáceos. “Los mapas de calor se van actualizando semanalmente. Con esto, definimos qué zonas de paso son las mejores para que las embarcaciones puedan transitar”. Al mismo tiempo, De Stephanis difunde esta información por distintos grupos de Telegram. “Nuestro siguiente objetivo será buscar una corrección del comportamiento de las orcas”.
Un queso suizo
Su inquietud le ha llevado a diseñar unos apliques que, si se pegan al timón, los cetáceos no los rompen. “Están hechos con pinchos anti pájaros del chino a dos euros. En realidad, es un invento que se le ocurrió a mi hija tomando una cerveza”, admite. “Otra vía es el refuerzo negativo a través de pistolas de paintball, que molestan pero no duelen. Es decir: disparar contras las aletas cuando veamos que las orcas se aproximan a un velero. Ésa es la película, ¿a qué es divertido?”, y De Stephanis, al fin, se deja caer contra el respaldo de su silla. “Duermo tres horas al día”.
Está esperando a que el nuevo gobierno municipal de Tarifa se asiente para organizar, a comienzos de 2024, un congreso mundial de especialistas en cetáceos en el Teatro Alameda. También anda dándole vueltas a cuando volverá a hacerse al mar para marcar más orcas. “Es necesario que salga un día de calma chicha total y que yo esté motivado porque echo muchas horas, alrededor de diez o quince. Estamos currando como bestias”.
Compara su actual trabajo con un queso suizo, lleno de agujeros. “Cada medida que aplicamos en CIRCE, tiene mogollón de fallas pero, capa a capa, vamos solucionando el problema con las orcas en el Estrecho. No lo vamos a eliminar, pero sí solucionar en gran medida”. El sonido del timbre de la puerta interrumpe la explicación de Renaud de Stephanis. Es una caja con botellas de chacolí. “Le eché un cable a uno que iba en un velero y, en agradecimiento, me manda esto desde el País Vasco”, explica satisfecho desde el porche.
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