La influencia de la prensa en el litigio sobre Perejil durante el gobierno de Sagasta (y II)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

Las cabeceras más importantes se posicionaron creando debate público y enfrentamientos, incluyendo las declaraciones de ambas naciones

Isla Perejil.
Isla Perejil.
María Dolores Posac Jiménez

16 de enero 2023 - 03:00

Reacción de los periódicos españoles sobre la soberanía de la isla

Pocos días más tarde comenzaron a cambiar de signo las opiniones publicadas en los periódicos. El reportero de El Imparcial ya no aseguraba de manera contundente que la isla del Perejil pertenecía al imperio español. Ahora argumentaba el dilema de que pudiera ser española, por estar dentro de las aguas jurisdiccionales y del alcance de nuestros cañones o “pudiera no ser nuestra”, ya que en los tratados de paz con Marruecos solo nos pertenecía la parte más oriental de la bahía de Benzú. La Época razonaba de manera contundente que todos los documentos oficiales existentes hasta la fecha colocaban a la isla del Perejil dentro de nuestras posesiones del norte de África. Insinuaba la posibilidad de que otras potencias, ante nuestras dudas, vinieran a reclamar derechos inexistentes y nos arrebataran nuestras colonias. “¿Habremos de temer que con la isla del Perejil suceda lo mismo que con la de Limacos o Caracoles?”. Ambos diarios coincidían en que esta espinosa cuestión para España merecía que se aclarara de una vez por todas y que se exigieran responsabilidades a los que, por extremada ligereza o desconocimiento de nuestro verdadero derecho, habían motivado el conflicto entre las dos naciones.

El Día aseveraba que lo ocurrido en Perejil no había sido desmentido oficialmente, por eso “a nadie se le ocurrirá pensar jamás que el islote en cuestión puede no ser nuestro”. La Dinastía de Barcelona expresaba que “en la cuestión de la isla del Perejil se había actuado con muy poco tacto y con mucha irreflexión pues tanto el gobierno como el cónsul Diosdado habían representado, por su notoria imprevisión, un papel muy desairado”.

Existía una gran confusión en las noticias que se transmitían y una proliferación de juicios y opiniones totalmente opuestos. Algunos periódicos reconocían que estando la isla en aguas jurisdiccionales de Marruecos se debían haber acordado, previamente, con el sultán las obras. Otros, como El Globo, señalaban que España podía actuar en la isla como quisiese ya que “es suya, absolutamente suya”. Casi todos hacían responsable de esta caótica situación a la diplomacia inglesa, que codiciaba aquellas tierras, y por ello habían enviado desde Tánger y Londres despachos alarmantes que nos abocaban a una confrontación.

El periódico de Tánger El Magreb al-Aqsa

La ciudad de Tánger era en aquellos momentos el eje de la prensa extranjera. En 1883 se había fundado un periódico local escrito en español, Al-Magreb al-Aksa, por iniciativa de un gibraltareño de origen judío, Gregorio Trinidad Abrines, y de un onubense, José Nogales Nogales. Entre sus principales objetivos estaba el poder introducir los beneficios de la prensa moderna en la ciudad. Este diario se consideraba fiel defensor de los intereses británicos en Marruecos. De hecho, estaba financiado por un industrial británico, y no tardó en manifestar en sus páginas su opinión respecto al incidente de la isla del Perejil, con la argumentación de que “en los archivos de la legación española no hay el menor indicio de este derecho”. Redundaba en la teoría de que la soberanía del islote era claramente de Marruecos. Su intención era contraria a los intereses españoles y favorable a la prepotencia de Gran Bretaña en la zona del estrecho de Gibraltar. Terminaba el mes de noviembre aquel año con desalentadoras noticias llegadas desde Tánger.

Respuesta del Gobierno de Sagasta

Hubo que esperar a la reunión del Congreso, el día 3 de diciembre, para que Francisco Queipo de Llano, VIII conde de Toreno, interpelara al Gobierno sobre lo ocurrido en la isla del Perejil. Pidió datos, planos, documentos; realizó numerosísimas preguntas y planteó innumerables interrogantes para que, desde el Ministerio de Fomento, Guerra, Marina o Estado, los distintos representantes aportaran cuanta información fuera necesaria con el fin de poder esclarecer y estudiar tan escandaloso asunto, que nos había conducido a un litigio con Marruecos.

Francisco Queipo de Llano. La  Ilustración Española y Americana. 22 de marzo 1879.
Francisco Queipo de Llano. La Ilustración Española y Americana. 22 de marzo 1879. / Arturo Carretero

En los escaños apenas había una docena de diputados, y en el banco azul solo se hallaban Segismundo Moret, ministro de Estado, y Carlos Navarro Rodrigo, ministro de Fomento. Las tribunas, todas estaban vacías, excepto la pública. La labor de la prensa por exaltar los ánimos de los ciudadanos parecía que no había obtenido el éxito esperado en los políticos. En las calles aledañas al Congreso la vida transcurría sin incidencias.

Cuando tomó la palabra el ministro de Fomento respondió, escuetamente, señalando que la argumentación del diputado conservador estaba llena de inexactitudes y que el objetivo de este asunto era meramente humano. Por su parte, Segismundo Moret apoyará estas declaraciones y resaltará que la cuestión del faro “carece de carácter político”, para subrayar que “el Gobierno español ha considerado siempre a la isla del Perejil como propiedad de Marruecos que así se reconoció en un documento fechado en 1866; ultimo que existe sobre el asunto y que traerá a la Cámara”.

Carlos Navarro añadió que si de los estudios realizados se consideraba necesario construir un faro, se harían las obras, “pero obteniendo previamente la autorización del Sultán”. En esos momentos la Cámara estaba ya llena de diputados que seguían con interés tan interesante y perturbador debate.

El conde de Toreno, en su turno de réplica, consideró muy graves las declaraciones efectuadas acerca de la existencia de documentos que probaban que el islote era propiedad indudable de Marruecos. Concluyó señalando que, tras las revelaciones del Gobierno, el cónsul, José Diosdado, no había incurrido en responsabilidad como se le acusaba, al estar respaldada su actuación por Moret. Por su parte, Carlos Navarro ponía en duda que pudiera aportar la documentación que se le solicitaba. Finalizaba el debate, “puesto que sobre el fondo del asunto no podía entrarse en esos momentos”.

Firma de José Diosdado y Castillo, A.H.N. Diversos. Títulos-Familias 3552, Leg. 16, Exp. 33.
Firma de José Diosdado y Castillo, A.H.N. Diversos. Títulos-Familias 3552, Leg. 16, Exp. 33.

El día 13 se reunió el Senado bajo la presidencia de José Gutiérrez de la Concha, marqués de la Habana, estando presentes los ministros de Estado y Marina. En esta ocasión, el duque de Tetuán iniciaba el debate sobre Perejil resaltando las contradicciones incurridas por el Gobierno al tratar el asunto en la otra Cámara, lo que daría origen a un conflicto. “Todos teníamos la persuasión de que dicha isla nos pertenecía”, deducía. El ministro Moret le contestó señalando que le resultaba difícil asimilar que la presencia de un barco mercante en el islote pudiera traducirse en un intento de usurpación de terrenos. Es más, señalaba que el gobierno marroquí sabía que España no tenía intención de ocupar la isla. Una nueva declaración que ponía en duda nuestra soberanía.

Repercusión en la prensa

De manera inmediata, los periódicos recogerán la noticia de la cesión de la isla del Perejil a Marruecos por el gobierno de Sagasta: “La isla del Perejil ahora resulta que no es nuestra. Así lo ha declarado el Sr. Moret. Y debe ser verdad”. Desde Tánger escribía el corresponsal que, tras conocerse las explicaciones del ministro de Estado, los rumores habían cesado. Varios días después se hacía pública una carta en la que Mohamed Torres decía: “Nuestra actitud enérgica ha probado que era de indiscutible pertenencia del Sultán el islote del Perejil”. La Época replicaba: “vamos creciendo en representación y disminuyendo en terreno”. “Después de esto solo nos hace falta que nos pidan una indemnización por haber violado el territorio marroquí”. El Times pregonaba con regocijo que el gobierno marroquí podía pedir explicaciones al español por haber invadido una isla que “según el jefe de gobierno no pertenece a España”. El periódico El Temps recalcaba en un artículo que el incidente de la isla del Perejil “que amenazaba con convertirse en drama ha terminado en opereta”. El corresponsal francés alegaba que las pretensiones del gobierno español eran insostenibles, pues, según el Tratado de 1860, la isla se hallaba “sensiblemente al Oeste de la franja neutral y por consiguiente toda ella en territorio marroquí”.

Consecuencias

Las declaraciones de Moret tuvieron consecuencias inmediatas en Marruecos. Con fecha 19 de diciembre, El Imparcial publicaba que había recibido un telegrama desde Tánger en el que se especificaba que el sultán había mandado construir un cuartel en la isla del Perejil para instalar una guarnición de 50 soldados, destinados a la custodia de aquel territorio y, a tal objeto, de Tánger habían salido 18 ingenieros para comenzar las obras.

“Desde ayer gracias al gobierno de Sagasta la isla del Perejil es de Marruecos con la mejor caja de dátiles y las más finas babuchas de piel de tafilete no paga Muley Hassan tan delicado obsequio”, señalaba La Época. El África de Ceuta el 21 de febrero de 1888 puntualizaba que el emperador de Marruecos realizaría un viaje para conocer la isla del Perejil “que ahora le pertenecía”. Francia se mostraba satisfecha con la actitud del gobierno español, que había conseguido zanjar el problema de la soberanía del Perejil “no conviene hacer en Marruecos el papel de conquistador”, mencionaba el reportero de El Temps. Años más tarde, la prensa hará correr el rumor de que el sultán había cedido el islote a Inglaterra.

El Correo Militar de 13 de agosto de 1892 inventó una columna denominada Servicio Profético en donde daba a conocer las bases establecidas en un Congreso de Berlín. En el apartado 5º decía textualmente: “España continuará en posesión de los presidios que actualmente tiene en la costa africana concediéndosele además la Isla del Perejil, pero sólo para que pueda poner en ella un faro”. Su claro matiz conservador le llevaba a afirmar que Antonio Cánovas del Castillo iba a presentar una proposición para que España no firmara esas bases. Un año más tarde, en octubre, comenzó el asedio de Melilla. Desde la ciudad de Tánger, un periodista expresaba malestar: “Desde el malhadado asunto de la isla del Perejil la opinión de la mayoría de los españoles que habitan este Imperio desconfía de las gestiones del gobierno liberal”.

El Correo Militar. 13 agosto 1892.
El Correo Militar. 13 agosto 1892.

Conclusiones

La pérdida de la isla del Perejil siguió siendo un tema fundamental y destacado en todas las páginas de los periódicos durante el gobierno de Sagasta y hasta finalizar el siglo. A la vez, sirvió de confrontación entre los conservadores que reclamaban como nuestra esa posesión y los liberales que ya habían decidido el futuro de aquel territorio.

El gobierno liberal no supo imponer una política exterior férrea con Marruecos que protegiera nuestras colonias del norte de África, ni buscó posibles aliados en Europa. Esa pasividad hizo que nuestra presencia fuera deteriorándose, mientras se posicionaban de manera sólida las potencias europeas, a la vez que se regocijaban por el tremendo desconocimiento que habían manifestado nuestros representantes sobre la soberanía de la isla del Perejil en esas fechas, dejándola a merced de la codicia de otras naciones.

Detrás de este hecho concreto de 1887 se aprecian las presiones internacionales para evitar que España dispusiera de un enclave más que pudiera, hipotéticamente, contrarrestar el poder de Gibraltar. A finales de siglo, la prensa seguía comentando la noticia: “Hace pocos años nos hemos dejado perder la isla del Perejil”.

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