La influencia de la prensa en el litigio sobre Perejil durante el gobierno de Sagasta (I)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

La instalación de un faro en la isla sacó a la luz el dilema de su propiedad, provocando que los periódicos se posicionaran para dar su opinión sobre la soberanía de esta

Plano de la isla del Perejil de Francisco Coello y Portugal.
Plano de la isla del Perejil de Francisco Coello y Portugal. / Biblioteca De Defensa
María Dolores Posac Jiménez

09 de enero 2023 - 02:00

La isla del Perejil o del Coral fue una gran desconocida para el público hasta hace veinte años en que pasó a ser cabecera de los medios informativos tras su ocupación por una dotación de gendarmes marroquíes. Eso mismo es lo que ocurrió en el mes de noviembre de 1887 cuando España utilizó “indebidamente” el islote. La reacción desmesurada y enérgica de los marroquíes y las declaraciones efectuadas, con posterioridad, por el ministro de Estado Segismundo Moret así lo atestiguaron, según las noticias recogidas en la prensa de aquella etapa histórica.

Descripción geográfica

Podemos definir la isla como de figura casi triangular, rocosa, humilde, acantilada, estéril, pequeña, abandonada y nada agradable. Situada en el estrecho de Gibraltar en las estribaciones que caen al mar de la sierra Bullones, con la que se confunde por su color grisáceo. Se encuentra entre Punta Leona al Este y Almansa al Oeste. A tres kilómetros de la bahía de Benzú, muy próxima a Ceuta. Poco más de unos 240 metros la separan de la costa septentrional de África, por donde discurre un profundo y estrecho canal que solo puede ser utilizado por lanchas de pequeño tamaño. Su nombre actual viene dado por la abundancia que tuvo del perejil marino tan preciado, desde tiempos antiguos, en la gastronomía como adobo con sal y vinagre o en encurtidos. A día de hoy, en sus arrecifes han vuelto a proliferar los corales que fue perdiendo con los años.

Su valía e importancia es, fundamentalmente, estratégica. Un punto de apoyo para toda operación que se intentara en el estrecho de Gibraltar y, por supuesto, para la defensa de la vecina ciudad de Ceuta. Algunos vieron su utilidad como depósito de

carbón o factoría comercial y otros resaltaron que era inexpugnable poniendo la misma artillería y guarnición que en el Peñón. Incluso, hasta se revisaba, la posibilidad de construir una dársena para navíos de guerra y había quien imaginaba la ocasión de instalar un presidio en ella.

Grabado de la situación geográfica de la isla del Perejil. 22 de diciembre 1894.
Grabado de la situación geográfica de la isla del Perejil. 22 de diciembre 1894. / La Ilustración Española y Americana

Breve historia

La tan controvertida soberanía es aún hoy en día muy discutible. Según el plano levantado por Francisco Coello en 1746, dicha isla, en esas fechas, pertenecía a España. Tras la ocupación de los británicos en 1808 con el consentimiento del sultán Muley Sulaymán, Fernando VII ordenó abandonarla. Se atribuye al cónsul español de Tánger, Zenón de Orué, salvaguardar la dominación española y evitar que pasara a manos inglesas. En 1848 Gran Bretaña trató de ocuparla, pero España lo evitó mandando tropas del Regimiento Fijo de Ceuta. Ninguna de las dos naciones consiguió establecer en ella una clara soberanía. Pero en 1883 la Dirección de Hidrografía redactó un documento recogido en el Derrotero General del Mediterráneo donde se afirmaba que la isla del Perejil era española y dependía de Ceuta.

Finalizaba el año de 1887 cuando las autoridades marroquíes alertaron de la ocupación del islote por un grupo de españoles y montaron en cólera, exponiendo que les habían usurpado un territorio. La prensa nacional e internacional inició una campaña, sin precedentes, sobre el hecho. Se empezaba a temer una nueva confrontación con Marruecos.

Plano de la isla del Perejil de Francisco Coello y Portugal.
Plano de la isla del Perejil de Francisco Coello y Portugal. / Biblioteca Virtual de Defensa

Causa del litigio

En 1886 la Dirección General de Obras Públicas de Cádiz propuso realizar un estudio de las luces en el norte de África, con el objetivo de instalar faros en donde se creyera necesario, bajo la supervisión del ingeniero jefe Inardi.

Pocos años antes habían encallado por esa zona dos buques ingleses cargados de carbón y hierro. Uno naufragó cerca del cabo Espartel y el otro se había perdido junto a la isla del Perejil, en las playas de Anghera. Curiosamente, fue entonces cuando el ministerio de Fomento decidió construir un faro en la isla del Perejil.

Un 6 de noviembre de 1887 salió de Cádiz en el vapor Kitty un grupo expedicionario cuyo jefe y patrón de la embarcación era un individuo de apellido Verdugo. Llevaba autorización para embarcar en Tarifa o en Ceuta soldados que les ayudaran “a defendernos si los moros atacaban”. Estas declaraciones recogidas en los periódicos concretarían la posibilidad de enfrentamiento con alguna de las kábilas locales, como la de Anghera, ya que llevaban bastante dinamita y mecha para salvaguardar la operación, en el caso de que se acercaran los marroquíes.

El Kitty entró en el puerto de Tarifa, pero no recogió soldados, como estaba previsto

inicialmente, sino 12 albañiles. Especificaba el relator de los hechos que, como Verdugo destacaba por su bizarría, decidió que se fueran al islote sin escolta alguna. “Llegamos una mañana muy temprano a la isla y Verdugo cumplió la orden recibida al pie de la letra. Reconoció la isla que está situada a unos 300 metros de la costa marroquí y tiene la misma distancia de Este a Oeste y 200 metros de Norte a Sur. La roca que forma la isla es muy dura, casi mármol”.

Enseguida comenzaron los trabajos en la zona más elevada a más de 70 metros, en una planicie. Se iba a construir un pilar y encima llevaría unas varillas de hierro con los colores de la bandera y el escudo de España a un lado y al otro "Obras Públicas: Faro 6º orden". Para ello invirtieron ocho días en total, desde que salieron del puerto gaditano, durante los cuales los marroquíes desde la playa más próxima insultaban a los españoles “pero sin llegar a agredirlos”. Cuatro noches estuvo anclado el vapor Kitty entre la costa y la isla del Perejil y cuando llegaba la noche apagaban las luces y entoldaban el barco para que los kabileños no les disparasen. Un día más tarde de terminar la obra enfilaron el Estrecho rumbo a Cádiz. A continuación “los moros lo destruyeron todo y se llevaron la bandera”.

La influencia de la prensa en los acontecimientos

En aquella etapa de la Restauración bajo el mandato del liberal Práxedes Mateo Sagasta, líder del periodo de la Regencia, la prensa española estaba en un momento de máximo esplendor. El periódico de mayor circulación era El Imparcial, de tendencia liberal, que gozaba de un gran prestigio por su grado de madurez, sensatez y objetividad para enfocar los acontecimientos. Su opuesto y no menos importante era La Época, órgano oficioso de Cánovas.

Los diarios eran muy prolíficos, aunque efímeros en el tiempo, y a la prensa se la temía, se la respetaba y se la estimaba. Por ello, todas las reacciones que van a quedar impresas en sus líneas influirán decisivamente en los ánimos de los lectores y del público en general.

Desde la ciudad de Tánger saltará la noticia a través de la agencia Reuter´s Telegram Company el día 16 de noviembre. Los periódicos publicaron, a las dos de la tarde, que circulaba el rumor de que los españoles habían tomado posesión de la isla del Perejil, pues se proponían construir allí un faro. Esta declaración había causado gran conmoción y escándalo en la ciudad.

El Times divulgaba un telegrama desde la capital diplomática, con noticias alarmantes, sobre la ocupación del islote por una partida de españoles sin la autorización del gobierno de Madrid. Afirmaba que se había producido la proclamación de la soberanía española en ella. Añadía aun más confusión divulgando que el representante consular de España en Marruecos había autorizado a las autoridades marroquíes para que demolieran cualquier construcción y echaran a los intrusos de ella.

Los periódicos españoles, por su parte, a la vez que transmitían este hecho contrarrestaban la gravedad de las acusaciones vertidas por Londres, manifestando que el único objetivo de aquella expedición era construir un faro a petición de diversos navegantes. “No podemos creer sea cierto lo que afirma El Times y suponemos que los diarios ministeriales lo desmentirán”. De ser estos sucesos veraces contribuirían al inicio, de manera inmediata, de un litigio entre las dos naciones. “En el estado actual de relaciones internacionales no cabe esa posibilidad que maliciosamente han imaginado en Tánger y han transmitido por el telégrafo”.

El rotativo El Imparcial reaccionó con un extenso artículo demostrando que la isla del Perejil pertenecía a España desde la época en que fue cedida por los portugueses. Argumentaba que existían consideraciones de gran fuerza para que la Administración española estableciera en el islote un reflector. “El olvido no es el abandono”. Concluía el reportero.

El Imparcial. 23 octubre 1897.
El Imparcial. 23 octubre 1897.

Por su parte, La Época argumentaba que su opuesto El Imparcial daba por incuestionable el derecho español sobre la isla del Perejil y concedía gran importancia estratégica a la posesión del islote. Explicaba que había que coger con reservas todas las noticias y opiniones ya que “un peñasco más no ha de aumentar nuestro poder”. Podría existir quien creyese que la isla, por su proximidad a la costa, perteneciera geográficamente a Marruecos y, lo que era más complicado, pudiera ser que alguien recordara algunos artículos del Tratado de 1860 “que hablan de ampliar la jurisdicción de la plaza española de Ceuta”. Lo único que importaba, según el redactor, era que se cumplieran los preceptos del derecho internacional sin reparar “si un peñasco o un islote valen la pena de poner en tensión el espíritu público”.

La Época. 22 septiembre 1890.
La Época. 22 septiembre 1890.

Desde Tánger, el día 21 seguían telegrafiando noticias referentes al suceso. En esos días se encontraba en la ciudad un corresponsal joven, José Ortega Munilla, que vivirá en primera persona estos acontecimientos, adquiriendo un gran protagonismo al enviar los informes a su periódico El Imparcial. Así lo narraba en una crónica: “Esta mañana han llegado de dicha isla el intérprete Benzuelón y el segundo del jalifa, jefes de la expedición marroquí que confirmaron los rumores iniciales ya enviados a España. Les visité en la Alcazaba. Me dijeron: 'Llegamos a la isla del Perejil. Vimos un bote español que dio vuelta a la isla esquivándonos. Alejóse; en un sitio elevado de la isla hallamos clavada una barra de hierro triangular con los colores de la bandera española. En un lado tenía escrito Obras Públicas. Y en otro lado Isla Perejil Faro 6º orden. A continuación, fueron a informar al Baxa de lo que habían visto. La contestación de éste fue rotunda pues les ordenó derribar el pabellón español, poniendo en su lugar el marroquí. El mandato no se hizo esperar. Regresaron días después a la ciudad con los materiales y no dejaron en ella ninguna guarnición para vigilarla. Todo ello ha causado una sensación desagradable en la ciudad”.

José Ortega Munilla.
José Ortega Munilla. / Archivo ABC

El Correo de Mallorca, que reproducía el telegrama, se extrañaba del silencio absoluto que había en la prensa denominada “oficiosa” con respecto a estos incidentes. Silencio del que también se hacía eco La Época, que había mantenido, hasta ese momento, una conducta de prudencia y moderación en sus publicaciones. Pero la situación inició un giro contra la figura del cónsul español en Tánger, José Diosdado y Castillo, quien, tras recibir las protestas de su homónimo Mohamed Torres, se había apresurado a tranquilizarle manifestándole que ese hecho no había podido ser realizado con autorización del Gobierno de España. Numerosos diarios afirmaban que la actuación de los marroquíes se había producido “previa la venia del Sr. Diosdado y que el ministro marroquí Mohamed Torres había mandado guarnecer el islote por varios moros del rey al mando de un oficial y un kaid”. Deducían los rotativos que si el cónsul procedió de esa manera habría sido por razones muy poderosas cuya explicación tenía derecho a conocer el país.

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