Espías, agentes y medios de asalto. La infraestructura de apoyo de la X M.A.S (II)

LA CALAVERA Y LA ROSA. HABLAN LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA

Los cuatro detenidos fueron conducidos a Sevilla entre muestras de simpatía y admiración por parte de sus custodios españoles

Apenas habían transcurrido unas horas desde su llegada cuando subieron al Savoia Marchetti-75 que les iba a llevar de vuelta a casa

Fotografía del mercante Olterra amarrado en el dique exterior del puerto de Algeciras tomada por un agente del SIS desde los altos del Viceconsulado italiano.
Fotografía del mercante Olterra amarrado en el dique exterior del puerto de Algeciras tomada por un agente del SIS desde los altos del Viceconsulado italiano. / E.S.
Alfonso Escuadra

19 de octubre 2022 - 04:00

Los británicos siempre cuentan que, en varias ocasiones a lo largo de la guerra y con el Reina Cristina como escenario, habían llegado a estar a tan sólo unos metros del mismísimo Almirante Canaris, jefe del Abwehr alemán. Lo que ya no es tan conocido es que fueron innumerables las ocasiones en las que militares británicos de todos los niveles conversaron relajadamente antes, durante y después de cenas y almuerzos que, en el acreditado restaurante del hotel, les eran servidos bajo la batuta del maitre Andrea Pagani, un destacado agente del servicio de inteligencia italiano.

Por otra parte, gracias al material recientemente desclasificado, es posible probar la existencia de contactos entre los responsables del SIS, el Abwehr alemán y el servicio de información español en la zona. No se puede descartar por tanto que el comprobado campo de colaboración existente entre estos dos últimos se extendiese en realidad a los tres países que, desde el 11 de noviembre de 1940, se encontraban vinculados en virtud del secreto Protocolo Tripartito de Hendaya.

Hay que decir también que, desde el punto de vista orgánico, la estación del SIS en Algeciras dependía de la central del servicio en Madrid cuyo máximo responsable era el Capitano di Fregata Luigi Filiasi; si bien y siguiendo la costumbre, el responsable máximo de las actividades de la Inteligencia naval italiana en España no era otro que el Agregado Naval, Capitano de Vascello Aristotile Bona. Sin embargo, la importancia de sus informes para la conducción de la guerra naval había llevado que, mediante una potente emisora de onda corta, el estratégico centro de Algeciras se mantuviese enlazado, de forma directa y permanente con el Ammiraglio Franco Mugeri que, dentro del Estado Mayor de la Marina en Roma, ejercía como jefe del SIS.

Hay que decir, no obstante, que ese contacto se efectuaba siempre a través del responsable de la organización del servicio en el extranjero, Capitano di Fregata Max Ponzo. De hecho, dos veces al día, desde Algeciras se remitía a Roma un detallado informe con los movimientos y la posición de todos los mercantes y navíos de guerra que se encontrasen en la Bahía y el puerto de Gibraltar.

Calle Jérez, hoy Ruiz Tagle, de Algeciras. Justo a la derecha se puede ver el número 25 donde se encontraba la sede del Viceconsulado italiano de Algeciras, un elemento importante dentro de la infraestructura de apoyo de las operaciones de la MAS contra Gibraltar.
Calle Jérez, hoy Ruiz Tagle, de Algeciras. Justo a la derecha se puede ver el número 25 donde se encontraba la sede del Viceconsulado italiano de Algeciras, un elemento importante dentro de la infraestructura de apoyo de las operaciones de la MAS contra Gibraltar. / E.S.

El alto rendimiento que, dentro del ámbito de la Inteligencia, registraba el viceconsulado de Algeciras, uno de los más fértiles de toda la red empleada por la Regia Marina, justificaba de sobra el especial interés que el Estado Mayor Naval siempre pondría en su dotación de personal y recursos técnicos. Respecto a las acciones de la X MAS contra Gibraltar en concreto, desde los primeros días, se había revelado como un elemento esencial para su correcto desarrollo. De tal suerte, que habían sido sus mensajes cifrados los que, por ejemplo, habían evitado que la llamada operación B.G. 1 terminase en un frustrante golpe en el vacío o los que habían ayudado a decidir la ejecución de las que le siguieron. Todo ello sin olvidar que era la información que proporcionaban la que hacía posible la adecuada distribución de objetivos que, a bordo del Sciré, el Comandante Borghese realizaba entre los binomios atacantes. De manera que, cuando aquella mañana del 20 de septiembre de 1941 y ateniéndose a un protocolo previamente establecido, Pierleoni había solicitado la intervención del vicecónsul, era más que consciente de que lo hacía sin traspasar el estricto ámbito de seguridad del SIS.

Gracias a su testimonio, es posible confirmar que había sido Bordigioni quien se había puesto en contacto con las autoridades españolas y quien finalmente, había acordado con estas la forma en que los detenidos iban a ser sacados del Campo de Gibraltar y trasladados a Sevilla, donde quedarían a disposición de la Capitanía General de la 2ª Región Militar.

El Viceconsulado en agosto de 2022. La fotografía está tomada justo donde la calle Ruiz Tagle se cruza con la calle José Roman. Desocupado tras la rendición de Italia, entre 1954 y 1976 se convirtió en la sede de Radio Algeciras. Hoy acoge la clínica dental GM.
El Viceconsulado en agosto de 2022. La fotografía está tomada justo donde la calle Ruiz Tagle se cruza con la calle José Roman. Desocupado tras la rendición de Italia, entre 1954 y 1976 se convirtió en la sede de Radio Algeciras. Hoy acoge la clínica dental GM. / E.S.

Desde el principio, Bordigioni sabía que toda aquella gestión se iba a desarrollar en el ámbito de competencias de la autoridad militar, cuya máxima representación en la comarca era el General Gobernador del Campo de Gibraltar; un cargo desempeñado en aquellos momentos por el General de División Fernando Barrón Ortiz. Dentro de su cuartel general, lo preceptivo era que fuese la llamada 2ª Sección “bis” la que se ocupase de este tipo de cuestiones consideradas sensibles o de carácter reservado. Pues bien, entre la documentación desclasificada no hace mucho por los archivos nacionales británicos, se cuentan diferentes informes que apuntan claramente a que, tanto en este como en otros casos similares, una de las figuras claves en su gestión había sido el Comandante de la Guardia Civil Ignacio Molina Pérez de Vargas, primo de Blas Infante y por aquel entonces primer espada de esta sección en el Gobierno Militar.

Aunque no se pueden descartar otras opciones, todo apunta a que, después de que, tanto Barrón como la Segunda bis de Sevilla fuesen informadas del asunto, hubiesen sido agentes del servicio de información español en la comarca los que, previamente autorizados, se encargasen de organizar y efectuar el traslado de los operadores italianos hasta la capital andaluza.

Como es de suponer, este traslado se habría verificado después de mucha orfebrería fina. De entrada, hubiese sido imposible sin que, previamente, el Capitán General de Andalucía, el Teniente General Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, hubiese sido debidamente informado. Pero además, si se tiene en cuenta lo establecido para estos casos por las leyes internacionales y las peligrosas implicaciones que el asunto suponía para un país bajo el sutil estatuto de “no beligerante” como era el caso de España, la autorización para el traslado y el posterior tratamiento que debía darse a los detenidos sólo podía fijarse sobre la aquiescencia de la superioridad en Madrid.

A partir de ahí, es difícil imaginar que, más allá de que por imperativos de seguridad pudiese venir canalizada a través del servicio de Inteligencia del Alto Estado Mayor o de la Sección de Información del Estado Mayor del Ejército, todo aquel proceder hubiese podido darse sin el previo conocimiento y aprobación del propio Franco.

Hay que tener en cuenta que, hacía apenas un año, Serrano Suñer había viajado a Berlín a negociar la entrada de España en la guerra. Un verdadero “salto adelante” realizado ateniéndose a un principio acuñado por el propio Franco y que este había resumido en cinco palabras: estar dentro pero no precipitar. O lo que es lo mismo, cerrar filas con el Eje con la esperanza de ver colmadas una serie de ambiciones territoriales, pero no adelantar la beligerancia de España ni un segundo antes de tener constancia de que la derrota de Gran Bretaña era, además de incuestionable, inminente. Y todo ello, tras pasar por un periodo de preparación y previa recepción de una importante ayuda económica y militar.

A finales del verano de 1941, Franco seguía manteniendo viva su esperanza de que la guerra bien podría alcanzar un rápido final pero, teniendo muy presente lo ocurrido con Italia, seguía sin querer asumir riesgos innecesarios en unos momentos en que la partida seguía abierta y la crisis de abastecimiento se dejaba sentir en toda su intensidad. Cerrados ya los compromisos con la firma del Protocolo Tripartito, el deseo de seguir “estando dentro” le empujaba a mantener una sustancial colaboración con el Eje, siempre que esta se mantuviese en la sombra y ello era especialmente válido cuando se trataba de actuaciones claramente consideradas de guerra.

En su ruta de regreso a Italia, varios de los participantes en la B.G. 4 aprovecharon para hacerse con sombreros de ala ancha que luego llevaron puestos en la fiesta que la X MAS organizó en Boca di Serchio para celebrar el triunfo obtenido. En la fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Giannoni, Vesco, Visintini, Catalano, Zozzoli y Magro.
En su ruta de regreso a Italia, varios de los participantes en la B.G. 4 aprovecharon para hacerse con sombreros de ala ancha que luego llevaron puestos en la fiesta que la X MAS organizó en Boca di Serchio para celebrar el triunfo obtenido. En la fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Giannoni, Vesco, Visintini, Catalano, Zozzoli y Magro.

Sólo así se podría evitar que una reacción no deseada por parte de Londres pudiera terminar “precipitando los plazos” y metiendo a España en la guerra antes de tiempo.

Queda justificado pues que, al igual que se hacía con las comisiones alemanas enviadas a la Península a estudiar la operación combinada de carácter conjunto para tomar Gibraltar, la preservación del secreto fuese considerado un imperativo vital. Todo ello hacía que la eliminación de cualquier indicio que pudiese involucrar a España en el ataque a la base británica constituyese una prioridad máxima. No es extraño por tanto, que la salida del país de los operadores se hiciera de forma expeditiva al tiempo que se procedía a ocultar cualquier evidencia material o documental de su paso por España y eso afectaba a todo el papeleo relacionado con los sucesos de aquella noche. Hace algunos años, el autor tuvo la oportunidad de acceder a una parte de la documentación generada por la detención de aquellos italianos; comprobando con cierta sorpresa que, más de medio siglo después de terminada la guerra, aún se le seguía dando el tratamiento propio de una materia de carácter reservado.

De nuevo gracias al testimonio de Pierleoni, es posible conocer que los cuatro detenidos habían sido conducidos a Sevilla entre muestras de simpatía y admiración por parte de sus custodios españoles. Y que, "nada más llegar allí, habían sido puestos en libertad y confiados al cónsul Gulli"; el mismo que le había proporcionado el vehículo con el que aquel agente del SIS había viajado hasta La Línea. En relación con ello, se debe considerar que Gulli era, junto a Bordigioni y Betteloni -este último cónsul de Italia en Cádiz-, uno de los pilares de la infraestructura de apoyo empleada por la X MAS en sus primeras operaciones contra Gibraltar.

Los hechos demostrarían que la aplicación del procedimiento había sido rápida y limpia. Porque apenas habían transcurrido unas horas desde su llegada a Sevilla, cuando los seis marinos italianos veteranos de la B.G. 4 habían subido al Savoia Marchetti-75 de la compañía Ala Littoria que les iba a llevar de vuelta a casa. Antes de que este aparato llegara a su destino, todos ellos eran conscientes de que su misión se había coronado con un éxito importante. Así lo recordaría en sus memorias el Comandante de la Décima: "Finalmente, después de tantas desilusiones, obtuvimos un resultado positivo, si bien no en las proporciones deseadas. Era el primer triunfo de los torpedos humanos; tres buques, entre ellos un gran petrolero militar, con un total de treinta mil toneladas, habían sido hundidos".

Aquel ataque había mostrado a los británicos que las medidas adoptadas para proteger el puerto de Gibraltar no eran suficientes. De hecho, los responsables de la Royal Navy en la colonia no dejarían pasar ni una semana antes de reunirse para analizar lo sucedido y sacar conclusiones. Una de las medidas que entrarían en vigor tras aquella investigación fue el aumento de la cadencia en el lanzamiento de cargas antipersonales en ambas entradas al puerto interior.

Mientras en su base de Boca di Serchio los miembros de la sección submarina de la X MAS se congratulaban con la ruptura del maleficio que les había acompañado en sus acciones contra el Peñón, se iniciaba para la Royal Navy un periodo marcado por pérdidas gravísimas, especialmente en el Mediterráneo. Esta crisis se iba a desarrollar al mismo tiempo que sus tropas eran rechazadas en Libia y con las divisiones de la Wehrmacht intentando forzar una batalla definitiva en el frente oriental con el lanzamiento de la ofensiva contra Moscú.

Pues bien, sobre ese trasfondo y apenas nueve días después del ataque a Gibraltar, el acorazado HMS Nelson resultaba inutilizado al Suroeste de Cerdeña por el torpedo de un avión italiano. No llegarían a transcurrir seis semanas, cuando el portaaviones HMS Ark Royal, el objetivo asignado a Visintini en la B.G. 4, se hundía a treinta millas de Gibraltar, tras ser atacado por el submarino U-81 del Oberleutnant zur See Friedrich Gugenberger. Nueve días después, era el U-331 del Oberleutnant zur See Hans-Diedrich von Tiesenhausen el que hacía saltar por los aires al acorazado HMS Barham; el mismo que se había librado por los pelos del ataque de Birindelli. Todo ello, mientras “las manadas de lobos” se incorporaban al teatro de operaciones Mediterráneo contribuyendo a unas cifras de hundimientos que ascendían a mil cuatrocientos barcos, llegando a superar los cuatro millones de toneladas.

Y la cosa no se detuvo ahí. El diez de diciembre, tres días después de que el ataque japonés a Pearl Harbor convirtiera en mundial el hasta entonces conflicto europeo, aviones japoneses habían conseguido hundir frente a las costas de Malasia otros dos acorazados británicos, el HMS Prince of Wales y el HMS Repulse. Finalmente, apenas una semana después, tres binomios de combate de la X MAS, conseguían penetrar en el puerto de Alejandría y poner fuera de combate al petrolero SS Sagona y a los acorazados HMS Queen Elisabeth y HMS Valiant. Cinco de los protagonistas de la que es considerada la mayor hazaña de los medios de asalto italianos: el Capitán de Fragata Borghese, el Teniente de Navío Luigi Durand de la Penne, el Capitano del Genio Navale Antonio Marceglia y los suboficiales Emilio Bianchi y Spartaco Schergat, habían alcanzado aquella espectacular victoria a partir de la experiencia obtenida durante sus anteriores misiones contra Gibraltar.

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