'Addio Vecchio Olterra'. Así se desveló el secreto de la 'Orsa Maggiore' (y III)

LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA | CAPÍTULO XXI

El buque deja el Puerto de Algeciras casi tres años después y es conducido a Gibraltar por parte de la Royal Navy para ser sometido a un exhaustivo registro

El Olterra, plumilla en la que su autor dejaría escrito: "Piroscafo Olterra 1941 Base segreta dei SLC a Gibilterra".
El Olterra, plumilla en la que su autor dejaría escrito: "Piroscafo Olterra 1941 Base segreta dei SLC a Gibilterra".

Condicionado pues por la esperanza de ser compensado por sus propiedades, el ocho de octubre, el desesperado Pistono se presentaría en las dependencias del Viceconsulado británico solicitando una entrevista con su titular. Al fin y al cabo, el proyecto del Olterra estaba finiquitado, lo mismo que su labor como agente de la Inteligencia naval en la zona. Eso por no mencionar que, con aquel gesto, no hacía sino seguir la pauta marcada por la Embajada de su país. Es decir, intentar ponerse en el lado bueno. Por lo demás y teniendo pues en cuenta el vuelco radical experimentado por la situación, con los antiguos enemigos de Italia convertidos ahora en sus compañeros de armas y viceversa, nada de lo que pudiera decir podía resultar perjudicial para una Regia Marina que se desplegaba ya al servicio de los aliados.

Su ofrecimiento de colaboración le llevaría a ser interrogado hasta en dos ocasiones en menos de cuarenta y ocho horas, por los agentes del Gibraltar Defence Security Office. Fue a través de sus palabras cómo, por primera vez, los británicos tuvieron constancia de forma fehaciente de lo que se había desarrollado en el interior del Olterra. Luego, el ex-agente se trasladaría a Madrid buscando el apoyo que sus superiores de la Embajada pudieran ofrecerle.

El once de octubre, dos días antes de que la Italia del Gobierno Badoglio abriese hostilidades con el Reich alemán, miembros de la Royal Navy se hacían cargo del buque con el beneplácito de las autoridades españolas. Empleando tres remolcadores de la base, procedieron a retirar el Olterra de su punto de amarre en el puerto de Algeciras para conducirlo hasta Gibraltar, con el jefe de máquinas Denegri como único italiano a bordo. El viejo cisterna abandonaba así el lugar del dique de abrigo en el que había permanecido amarrado dos años y trescientos doce días. Poco después, quedaba fondeado, siempre bajo pabellón italiano pero custodiado por una guardia británica, en la zona del Comercial Anchorage inmediata a la base; donde, a lo largo de las dos semanas siguientes, miembros de la Defence Security Police, asesorados por especialistas de la Royal Navy, le sometieron a un exhaustivo registro.

El día quince y tras garantizarle que su identidad se mantendría en secreto, Paolo Denegri accedió a someterse también a las preguntas del servicio de Inteligencia británico. De hecho, el extenso informe en el que se recogerían sus declaraciones constituye la crónica más detallada de cuanto se había vivido a bordo del buque, desde su internamiento en el verano de 1940. En sus páginas se encuentran, por ejemplo, referencias muy precisas de todas y cada una de las misiones ejecutadas, de los que fueron sus protagonistas, del continuo trasiego del personal embarcado o de las diferentes modificaciones practicadas en la estructura del buque. Todo este volumen de información sería utilizado para contrastar las declaraciones de Pistono, aunque también sería empleado para orientar el desarrollo y ajustar las conclusiones de la exhaustiva inspección que se estaba llevando a cabo en el Olterra.

Por otro lado, tras el interrogatorio a su jefe de máquinas, el servicio de Inteligencia británico iba a disponer aún de una decena de días antes de que el Gobierno italiano procediese a reclamar la entrega del buque. De manera que tuvieron tiempo más que suficiente para dar con el camino oculto que llevaba a la bodega del cargo, así como para revisar el taller de los torpedos, el almacén o la piscina interior, incluso para acceder por ella hasta la pequeña apertura abierta en el costado de babor que la comunicaba con el mar. Poco a poco, entre un revoltijo de materiales, fueron apareciendo varios trajes de los empleados por los operadores de maiali, junto a diferentes piezas de sus equipos de respiración, tales como las pequeñas bombonas de oxígeno, las máscaras de buceo, etc. Pero el botín más preciado lo constituyeron varias cargas de las utilizadas en la autodestrucción de los ingenios, las tres medias cabezas de combate sobrantes de la BG 6 y sobre todo, una sección motriz aparentemente intacta junto a restos completamente inutilizados de otras dos. Allí estaban al fin las pruebas materiales que permitían confirmar cuanto habían contado Pistono y Denegri. El secreto de la Orsa Maggiore quedaba definitivamente al descubierto.

Como escribiría unos años después Frank Goldsworthy, oficial del servicio de Inteligencia Naval destinado en Gibraltar durante la guerra: "(Hasta entonces) nunca habíamos dispuesto de prueba alguna del papel que había jugado Olterra. (Y ello, a pesar que) desde el puesto de mando de la Marina Británica (en el Peñón) se podía ver a simple vista la superestructura del barco, que sobresalía por encima del dique exterior del puerto de Algeciras. Nosotros habíamos contemplado, desde luego, la posibilidad de que el Olterra estuviese de alguna manera asociado con los ataques con torpedos humanos. Pero lo cierto es que nunca habíamos conseguido obtener la más mínima evidencia que permitiese demostrarlo". El propio comandante Crabb, confirmaría estas manifestaciones.

En este punto, se me viene a la mente una anécdota ocurrida durante una de las conversaciones que, a finales de los años noventa, mantuve en Roma con el almirante Notari, el que había sido el último jefe de la Squadriglia Orsa Maggiore del Olterra. En cierto momento, salió a relucir la atención tan especial que el cine de los años cincuenta había dedicado a aquel episodio de la guerra secreta, con el rodaje de hasta cuatro producciones; tres de ellas italianas y una británica. Esta última en concreto, había sido estrenada en 1958 bajo el título The Silent Enemy. Como era de esperar, el guion estaba centrado en la figura del comandante Crabb -interpretado en la película por el actor Laurence Harvey- y muchas de sus escenas se habían rodado en la comarca con la colaboración de la Royal Navy.

Plano adjunto al informe británico mostrando las modificaciones realizadas en la estructura del Olterra
Plano adjunto al informe británico mostrando las modificaciones realizadas en la estructura del Olterra

Lo más curioso era que, a pesar de que también se había publicitado como una historia basada en hechos reales, en la película se podía ver cómo los miembros del Grupo de Trabajos Submarinos de Gibraltar no sólo descubrían el secreto del Olterra cuando aún estaba operativo, sino que incluso conseguían introducirse en el navío y hacerlo saltar por los aires. Pues bien, tras hacer referencia a ello, el almirante Notari sonrió un tanto socarronamente, para comentar a continuación: "Como usted sin duda sabe bien... eso no es más que una fantasía. Pero en cierta forma, no deja de reflejar la profunda huella que lo sucedido había dejado en los británicos. De ahí, tanto empeño en darle la vuelta a lo que realmente había ocurrido. Tenga en cuenta que el cine siempre ha sido una poderosa arma de propaganda. Lo fue entonces tal como lo sigue siendo ahora. No obstante es hasta cierto punto comprensible que para algunos británicos resulte frustrante reconocer que, la base de la que habían partido los atacantes que destruían sus naves había sido aquel maltrecho vapor y sobre todo, que aquellas extraordinarias misiones se hubiesen podido llevar a cabo ante sus mismas narices, sin que su servicio de Inteligencia hubiese conseguido descubrirlo. Debe costarles aceptar que un puñado de italianos, con la fama de lenguaraces que tienen los latinos, hubiesen conseguido mantener el secreto de sus acciones, mientras operaban a dos pasos de una base británica estratégicamente tan importante como era la de Gibraltar".

Se podría decir que aquella frustración de la que hablaba Notari, habría comenzado a generarse a mediados de octubre de 1943, cuando el Servicio Secreto británico pudo finalmente reunir en un informe toda una batería de evidencias más que contundentes sobre el asunto. En este informe, fechado el 17 de noviembre de 1943, su redactor -el capitán David Scher del DSO/Gibraltar- comenzaba reconociendo que sus principales fuentes de información habían sido Paolo Denegri y Giulio Pistono; cuyos testimonios se confirman el uno al otro en una medida importante y además se encuentran ratificados por otras muchas evidencias como las modificaciones estructurales practicadas en el petrolero Olterra o la información obtenida de otras fuentes independientes.

En sus veinticuatro apartados se hablaba, no sólo del uso que se había dado al cisterna sino también, por ejemplo, de la libertad con la que los operadores o los miembros de la Xª MAS enviados desde Italia atravesaban los controles militares de Isla Verde que llevaban hasta el punto de atraque del buque, o de la facilidad con la que sus tripulantes acostumbraban a sortear la presencia de la guardia española destacada a bordo. También se mencionaba el empleo de El Buen Retiro en Pelayo, de Villa Carmela en Puente Mayorga e incluso del domicilio del capitán Amoretti en El Secano, como lugares de almacenamientos para las armas y equipos empleados en aquellas incursiones. Sin embargo, tal vez lo más importante a estas alturas, fuesen las evidencias recogidas sobre la actitud tolerante e incluso cómplice mantenida por las autoridades españolas; las cuales, siempre según el informe, estaban perfectamente al tanto de lo que estaba sucediendo.

La trascendencia del documento pronto iba a superar el ámbito de lo estrictamente militar. A comienzos de diciembre, fue remitido por el Lieutenant Colonel Medlam, Defence Security Officer Gibraltar no sólo a Lord Rothschild, jefe del MI-5, Sección B1C Explosivos y Sabotaje en Londres, sino al Foreign Office. Muy pronto el Gobierno español iba a comprobar cómo se confirmaban los augurios de los más pesimistas y el asunto del Olterra era utilizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores británico para alimentar sus acusaciones contra España por su colaboración con las potencias del Eje. Más de uno debió pensar entonces que lo mejor hubiese sido proceder al hundimiento del navío.

Cuando el capitán Scher puso su firma al pie de aquel importante informe, hacia justo tres semanas que el capitano di Vascello Ernesto Giurati, un oficial de la Regia Marina que entonces servía como adjunto en el Mando Naval aliado en el Mediterráneo y que, curiosamente, había sido uno de los participantes en la negociación de las cuestiones navales del armisticio, se había presentado en Gibraltar para tomar posesión del Olterra en nombre del Gobierno Badoglio. Según quedaría recogido en el diario de a bordo, lo había hecho en cumplimiento de una orden que el Stato Maggiore Generale italiano había cursado con fecha del 7 de octubre de 1943; una orden que los británicos no podían ignorar al haber sido emitida en el ejercicio de la facultad que le reconocían los acuerdos cerrados con el comandante supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa. Poco después, el Olterra había salido de Gibraltar llevándose consigo a Paolo Denegri, el último de los olterriani.

Sin embargo, los maiali aún surcarían las aguas de la Bahía una vez más. Aunque en esta ocasión, sus operadores no serían italianos de la Xª MAS sino miembros del equipo de trabajos submarinos de Gibraltar. Se trataba de la sección motriz encontrada en el cisterna que, tras una minuciosa reparación y puesta a punto, el comandante Crabb había bautizado con el nombre de Emily. Durante una serie de días, equipados con los trajes y autorrespiradores encontrados en el barco, Crabb y sus compañeros estuvieron ejercitándose en la conducción del ingenio. Aunque sólo para comprobar que no era una tarea precisamente fácil y que el apelativo empleado por los italianos para designarlo se lo había ganado con creces. Por desgracia para el Imperial War Museum, durante una de aquellas prácticas, el que fue último Siluro a Lenta Corsa, el último maiale operativo de la Orsa Maggiore, se precipitó al fondo -según el informe oficial- tras una explosión en la sección de las baterías.

Finalmente, el Olterra, aquel viejo caballo de Troya de construcción británica, conseguiría sobrevivir a la guerra y durante una década y media volvería a surcar los mares transportando crudo desde el Golfo Pérsico. Fue retirado del servicio a comienzos de los años sesenta y posteriormente desguazado en Génova, en medio de los lamentos de quienes, conscientes de su pasado, reclamaban un mejor destino para sus restos. Hoy día, todo lo que se conserva de aquella guarida de sombras en las Noches de Torpedos, de aquel barco de los misterios, como le había llamado el almirante Notari, se encuentra depositado en el Museo Tecnico Navale de La Spezia, como parte de la exposición permanente que se exhibe en la sala dedicada a los medios de asalto naval. Allí es pues donde deben acudir todos los que, cautivados por lo que un día acogieron sus cuadernas, deseen evocar el idealismo luminoso de Visintini, la lealtad incombustible de Magro o el respetado ascendiente de Notari; todos los que en suma, deseen reencontrarse con el que fue el espíritu de aquellos jóvenes italianos de la Orsa Maggiore.

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