Cuando lloran las estrellas. La Operación B.G. 5 (I)
Los italianos de la Décima | Capítulo XVII
Los miembros de la unidad especial de torpedos tripulados comenzaron a llegar una semana antes del primer ataque
Inspirándose en las estrellas que les servían de guía, el equipo sería bautizado como la Squadriglia dell`Orsa Maggiore
El 22 de noviembre de 1942, el entonces jefe táctico del destacamento naval del Olterra,Licio Visintini, había mantenido una reunión en Roma con el almirante Angelo Varoli-Piazza; el mismo que, dentro del Estado Mayor de la Marina italiana, se ocupaba de cuanto tuviese que ver con las acciones de guerra de la Xª MAS.
El asunto central de la misma había sido fijar el objetivo de la operación que aquel joven teniente de navío de Istria debía dirigir tras su inminente regreso a España. La cuestión había quedado bien clara. La primera acción a ejecutar por los maiali desde aquella base secreta amarrada en el puerto de Algeciras, iba a ser un golpe a lo grande. Algo similar a lo que, un año antes, se había llevado a cabo en aguas de Alejandría y que tanto había impactado al mismísimo Churchill. Por eso no es de extrañar que, tal como había podido escuchar por boca de Varoli-Piazza, "los navíos de guerra, en especial los acorazados, tuviesen prioridad sobre cualquier otro blanco". Todo lo demás, la elección del momento, la asignación de los buques a atacar o el mismo diseño táctico de la maniobra, quedaba a criterio de Visintini como jefe de grupo.
En aquellos días, el desarrollo de la guerra había llegado a una de sus grandes encrucijadas. En el Pacífico, los aliados habían conseguido un éxito espectacular en Midway, pero aún quedaba mucho para derrotar a los japoneses. Paralelamente, la ofensiva alemana de verano en el frente oriental, aquel en el que se encontraban implicadas las tres cuartas partes de la Wehrmacht, había terminado con el sexto Ejército de Paulus cercado en Stalingrado. Mientras, el Mediterráneo seguía dominado por la Marina inglesa. Algo decisivo en el devenir del teatro de operaciones del Norte de Africa; donde el ejército germano-italiano mandado por Rommel, ya muy desgastado a causa de su fallido intento de tomar Alejandría, debía batirse en dos frentes, tras los desembarcos anglo-norteamericanos en Marruecos y Argelia. Incluso la aún no-beligerante España había comenzado a establecer unas tímidas distancias con el Eje de la mano del nuevo ministro de Exteriores Gómez Jordana.
Este otoño de malas noticias para Roma, había sobrecargado la importancia que, en un principio, cabría atribuir a la proyectada acción desde el Olterra. Visintini era más que consciente de que no se trataba sólo de debilitar el soporte logístico que sostenía los recientes desembarcos aliados, sino de asestar un golpe de alcance estratégico al poder naval británico que alterase en favor de Italia el conjunto de la situación en el Mediterráneo; un golpe que además, ayudase a recomponer la moral de lucha y la debilitada confianza en la victoria de sus compatriotas.
Por eso, cuando subió al avión que debía llevarle de vuelta a España, sabía perfectamente que lo que exigían las circunstancias pasaba por meterse de nuevo en la misma boca del lobo. Horas antes, escribiría a su madre: "Dentro de poco, partiré para concluir el trabajo al que llevo dedicando mis mayores esfuerzos desde hace seis meses. Lo dejo todo con el ánimo extraordinariamente tranquilo. Todo mi ser está volcado en lo que voy a realizar. Algo que me acercará, un poco al menos, a Mario y que si tiene éxito, va a rendir un importante servicio a la Nación. No obstante, me preocupas tú, mamá! Sabes que las muestras de afecto y las expresiones melifluas no son lo mío. Eso me hace sufrir aún más y buscar refugio en la única y reconfortante esperanza de que me comprendas y de que me sientas siempre cerca de ti. Puede ocurrir que me hagan prisionero y que, durante muchos años -en el peor de los casos- no puedas volver a verme ni tener noticias mías con tanta frecuencia. Sé lo duro que sería para ti este distanciamiento aún teniendo la garantía de que estoy vivo. Este es, mamá, el único pensamiento triste que albergo en este momento tan bello para mí. Te ruego que estés tranquila y que esperes con calma mi regreso...".
El jueves 26 de noviembre, Visintini subía de nuevo a bordo del Olterra. Con él llegaron el teniente Dr. Elvio Moscatelli, el médico del grupo y también su eterno segundo, el sergentePalombaro Giovanni Magro. Magro era un recio y simpático italiano del Véneto meridional, nacido en la pequeña villa de Sant`Apollinare de Rovigo hacía veintiséis años y que venía sirviendo en la Regia Marina desde que tenía veinte. Según su Hoja de Servicios, había formado parte como buzo especialista, entre otras, de la tripulación del submarino Tricheco y del crucero Cardona. Se había incorporado al destacamento de maiali de la Xª MAS casi al mismo tiempo que Visintini con el que venía formando equipo desde entonces. Era por consiguiente, el único que, además de este, podía presumir de haber actuado dos veces contra aquella base y sobre todo, de haber conseguido penetrar en el puerto militar del Peñón.
Aparte de ellos, ninguno de los participantes en la BG 3 o la BG 4 iban a tomar parte en esta nueva misión. Todos ellos habían sido asignados, aparte de otros cometidos, a labores de adiestramiento de nuevos operadores. Sin embargo, entre el personal seleccionado para ocupar su lugar se encontraba otro antiguo compañero de Visintini en los días de Bocca di Serchio, el guardiamarina de veinticinco años Girolamo Manisco, un estudiante de ingeniería originario en Tarento que, tras un breve paso por la Academia de Livorno, no había conocido otro destino que los medios de asalto. Él sería el oficial-piloto del segundo de los maiali. Como auxiliar, tendría al miembro más joven del grupo; un suboficial buzo de veinte años procedente de Padua llamado Dino Varini. Finalmente, el tercero de los torpedos iba a estar confiado a un milanese, el ingeniero sottotenente delle Armi NavaleVittorio Cella. Este tenía como segundo al sergentePalombaro Salvatore Leone, un siciliano de veintiséis años nacido en el pueblecito costero de Taormina, en el mismo extremo Nororiental de la isla. Los voluntarios destinados a aquella nueva unidad de ataque procedían pues de todos los rincones de Italia.
Dado que ya no necesitaban el concurso de un submarino para disponer de sus maiali y según declaró el agente Giulio Pistono después de la guerra, dos de estos tres binomios se habían trasladado por separado en avión desde Roma hasta Sevilla, donde el propio Pistono se había encargado de recogerles y llevarles en su automóvil, primero hasta su villa de El Buen Retiro en Pelayo y una vez descansados, hasta las inmediaciones del puerto de Algeciras. Por último, Cella y Varini habían llegado procedentes de Burdeos, atravesando toda España en automóvil por cortesía del Servicio de Inteligencia naval.
Paolo Denegri, el jefe de máquinas del Olterra, confirmaría que "habían comenzado a llegar aproximadamente una semana antes del ataque. Visintini y Magro en primer lugar, mientras las otras dos dotaciones lo habían hecho con un intervalo de dos o tres días de diferencia". Según la misma fuente, tras un breve descanso, había sido nuevamente Pistono "quien les había llevado en coche hasta el petrolero al que habían subido ya de noche... sin ser vistos por la guardia española". Con su llegada, quedaba formalmente constituida la que, inspirándose en las estrellas que les servían de guía en las oscuras noches de luna nueva, sería bautizada como la Squadriglia dell`Orsa Maggiore; denominación, extraoficial sin duda, pero que sería con la que pasaría a la Historia la unidad especial de torpedos tripulados de la Xª Flottiglia MAS que, durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo operando desde el puerto español de Algeciras.
Lo primero que hizo Visintini tras subir a bordo, fue inspeccionar el estado de los trabajos de acondicionamiento, pudiendo comprobar cómo la labor realizada en su ausencia había superado con creces todas las expectativas. Horas después escribiría en el pequeño diario que había comenzado a su regreso: "La bodega, fruto del infatigable e inteligente trabajo de Bonato, Barmelli, Birardelli y De Vincenzi responde a las funciones de taller, almacén y tanque de comunicación con el mar, de una forma que sinceramente no me lo esperaba. Es difícil de acceder a ella y prácticamente ilocalizable... Todo lo que he visto no me ha producido más que satisfacción porque es, no sólo fruto de una idea personal sino una muestra inmejorable de que los hombres de nuestro grupo poseen una voluntad de hierro y una fe maravillosa... Todo el material ha sido ya subido a bordo y se encuentra almacenado y listo para su empleo".
Seguidamente mantuvo una larga reunión con sus “consejeros”, el ingeniero Giulio Pistono y el capitán Amoretti, con objeto de pulir su plan de acción. Según este, la renovada ofensiva de la MAS contra la base británica de Gibraltar debía contemplar una serie de varios ataques. Siguiendo las indicaciones de sus superiores, el primero de ellos iba a tener como objetivos los acorazados y portaaviones enemigos; algo que llevaba implícito un nuevo asalto al puerto interior de la colonia. Los dos posteriores estarían dirigidos ya contra los numerosos transportes de tropas con destino al Norte de África y los grandes mercantes cargados de municiones, víveres y combustible entonces concentrados en la Bahía. Aquel planteamiento exigía que el bautismo de fuego de la Orsa Maggiore tuviese que aguardar hasta el regreso a puerto de la Fuerza H.
Durante la consiguiente espera, los operadores estuvieron dedicados a poner a punto sus equipos, a probarlos en la piscina interior y a familiarizarse con el sistema defensivo de la base. El uso que se dio al puesto de observación habilitado en su día por Visintini fue intenso, salvo en los cuatro días en los que uno de los conocidos temporales de levante, con fuerte viento y lluvia racheada, hizo imposible las observaciones. Toda aquella actividad en el interior del barco se realizó, como escribiría Visintini en su informe, "sin que la guardia española de a bordo diese problema alguno".
El tiempo comenzó a mejorar a partir del uno de diciembre. Fue entonces cuando se hicieron unas observaciones que tendrían una especial trascendencia para la misión. Un nuevo repaso de la rutina seguida por las patrulleras, había permitido confirmar que el lanzamiento de cargas en la entrada Norte o lo que es lo mismo, en el acceso que habrían de atravesar en el próximo ataque, tenía lugar cada ocho o diez minutos. Se trataba de un margen ciertamente ajustado a la hora de intentar superar la red doble que lo obstruía ya que, según subrayaría el investigador Gianni Bianchi: "Bastaría el problema más pequeño para dejar el pellejo". Pero, como este también sentenciaría, "qué podía haber en el mundo que amedrentase a un heredero de Tesei".
El espíritu con el que Visintini encaraba aquella misión quedaría perfectamente reflejado en las palabras que escribió para su mujer una semana antes del ataque: "Lo que se ha hecho hasta ahora es maravilloso; es la enésima demostración que desde allá arriba, papá y Mario (el hermano de Licio, capitán de la aviación, caído en acción de guerra), han trazado para mí un destino milagroso. Y tú, mi dulce María y mi pobre madre querida, que interpeláis al Cielo y que invocáis su misericordia, no desesperéis si no me tenéis cerca".
Finalmente, tras diez días de espera, el domingo 6 de diciembre de 1942, la Fuerza H, la poderosa escuadra gracias a la cual los británicos ejercían su dominio sobre el Mediterráneo Occidental, llegaba al puerto de Gibraltar. En la Bahía se encontraban entonces un buen número de transportes de tropas y material con destino al nuevo frente que acababa de abrirse a retaguardia de Rommel. La ocasión que Visintini esperaba se había producido. Ahí estaban sus objetivos.
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