Aquellos maravillosos años
Un grupo de alumnos de la antigua escuela rural de Marchenilla se reúne para recordar su infancia en el nuevo centro, que se dedicará a actividades sociales tras finalizar su restauración hace unas semanas
Ocho vecinos de Marchenilla, una pequeña aldea de Jimena, acuden de nuevo a su antigua escuela. Disponen de la llave, que les entregó el alcalde, Pascual Collado, a primeros de mes tras finalizar la restauración del edificio.
La mayoría de ellos han sido en algún momento alumnos de este entrañable colegio, que abrió sus puertas en el año 1956. Todos comparten anécdotas y amistad de aquellos años de fotografías en blanco y negro y juegos en el patio del centro.
Alumnos de todas las edades, desde los 6 a los 12 años compartían el mismo aula y el mismo maestro, cuya casa estaba al lado del colegio. "Había alrededor de 28 alumnos, era un grupo mixto de todas las edades y se trabajaba por grupos, mientras unos hacían divisiones, otros aprendían a leer", indica Jorge Delgado, quien destaca que estuvo hasta que comenzó sexto de EGB en Jimena, adonde acudía en bicicleta o en el autobús de Ronda.
La escuela rural, a la que acudían también los niños de los cortijos cercanos, se construyó en un solo año. "En aquella época se hacía todo rápido y acabó siendo muy bonita y acogedora", destaca Emilio de la Torre, un operario que trabajó en la obra, quien añade que en aquellos años (décadas de los 50 y 60) había muchos colegios rurales diseminados por pequeñas aldeas de Jimena como La Herradura, La Barca y Montenegral.
Las clases se impartían por la mañana y por la tarde y en las horas libres el centro servía como lugar de juegos. "El patio se utilizaba como campo de fútbol, había un pozo y cuando se caía la pelota me amarraban con una cuerda por ser el más pequeño y bajaba a buscarlo", recuerda Miguel Ángel Navarro, alumno de los más jóvenes al estar en la última promoción, la de 1975 -cuando se cerró definitivamente la escuela-. Su madre, Gabriela Delgado, muestra su sorpresa ya que acaba de enterarse. El centro no sólo servía como colegio, también se impartía misa los domingos y se realizaban las comuniones. Muchos de ellos guardan fotos con el obispo de Cádiz que celebró en una ocasión este sacramento.
"Un año vinieron los misioneros y fue cuando yo hice la comunión. Traían un micrófono, un objeto que nosotros nunca habíamos visto y lo único que queríamos era cogerlo y anunciar la muerte de un hombre que había aparecido en un pozo y era la gran noticia. Éramos chiquillos", señala con una sonrisa María Jesús de la Torre.
Los recuerdos y las anécdotas salen por doquier. "También había repetidores pero no se sabía porque volvían a sentarse en el mismo pupitre y estaban con los mismo compañeros, como todos los demás", añade Navarro, quien destaca también familias enteras en la escuela. "Había una familia con diez hijos y llegaron a estar casi todos juntos en la escuela", destaca su madre.
Al mismo tiempo, Pedro Domínguez recuerda tras una misa dos compañeros peleándose y el cura tuvo que volver a confesarles.
Las niñas aprendían además labores como la costura y el croché y era la propia maestra también la que las enseñaba. Todos recuerdan con gran cariño a la última docente, Maribel Salazar, de La Línea. Compartió un gran número de años con esta gente sencilla y acogedora que no se olvidan de ella y a la que van a invitar en una próxima inauguración oficial del edificio.
Si hay algo que de lo que pueden presumir los antiguos alumnos de Marchenilla es de la amistad, que mantienen después de los años. Aunque la mayoría no vive en este núcleo, todos se ven y se reúnen con frecuencia cuando van a ver a sus familiares y amigos.
Una vez se dote de mobiliario al edificio, los antiguos alumnos piensan organizar una fiesta de antiguos alumnos que servirá además de inauguración oficial del nuevo centro multiusos. "Cuando tengamos esto preparado comenzaremos a llamar a la gente. Llamaremos también a antiguos profesores, a la que todos recordamos", destaca María Jesús de la Torre.
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