Mercados de abastos
Al sur del Sur
Para impulsar el Torroja no basta con rehabilitarlo ni con campañas esporádicas de promoción: hace falta un entorno digno, con muchas más facilidades para comerciantes y clientes

Pocas experiencias hay mejores para conocer el alma de una ciudad que adentrarse en sus mercados de abastos, lugares que llaman a abrir los ojos, olfatear el ambiente, orientar las orejas para no perder hilo de las conversaciones, buscar acomodo entre el paisanaje y pararse a picar algo en una barra. José Ángel Cadelo retrató de forma excelente el pasado martes en Europa Sur escenas cotidianas vividas en el Torroja, cuya recia cúpula de hormigón se alza en el mismo enclave donde en el S.XVIII se subastaban, junto a sus mercancías, los buques británicos que abastecían Gibraltar, apresados en el Estrecho por los corsarios con patente real.
Los mercados son lugares con muchas historias tras de sí, espacios de convivencia que van más allá de la mera compra de productos frescos y que irradian su influencia a su alrededor, con la generación de multitud de negocios. Han sido y son lugar de cita de personas de diferentes generaciones y de diferentes estratos sociales, donde se cultiva el sentimiento de pertenencia a una comunidad y donde prevalecen los productos de proximidad. Es decir, nada que ver con los gélidos e impersonales pasillos de los supermercados, repletos de envasados en plástico.
Los ayuntamientos, por todo lo dicho y como titulares de estas ágoras, están obligados a proteger y fomentar los mercados tradicionales. En La Línea, por ejemplo y pese a los dolores de cabeza que está generando a su alcalde la rehabilitación integral del mercado de La Concepción, se ha logrado no solo evitar la ruina segura de un edificio emblemático para la ciudad, sino garantizar que su entorno se mantenga como referente comercial clave, en lugar de convertirse en una isla urbana sin vida. Las obras, de paso, han servido para renovar todas las canalizaciones, con nuevas acometidas de luz, agua y saneamiento.
En Algeciras, el mercado central algecireño ya experimentó una mejora notable en años pasados -en gran medida, gracias a Sergio Pelayo, concejal de Ciudadanos- y ahora, echando mano de la Historia, se ha puesto en marcha una campaña de promoción bajo la marca Abastos 1819, en alusión al año en el que los primeros tenderetes de carne, pescados, frutas y verduras comenzaron a instalarse en la Plaza Baja. Pero la iniciativa, consistente en premiar a los clientes con diversos objetos por cada 10 euros de compra, es insuficiente.
Es hora de mejorar su entorno: principalmente, colocar las losetas de las aceras al mismo nivel para evitar caídas, acabar con los cráteres abiertos en las calzadas por el paso de los vehículos y terminar de una vez las obras en Ojo del Muelle, sin fecha definida aún. Una lástima, por cierto, que no se haya tenido visión para rescatar del subsuelo el arco descubierto para llevarlo a otro emplazamiento. Al Museo, por ejemplo.
Para impulsar el Torroja no basta con rehabilitarlo ni con campañas esporádicas de promoción. Si el objetivo es relanzarlo como el corazón de Algeciras, no como un órgano que caiga en el letargo, hace falta más: un entorno digno, con muchas más facilidades para los comerciantes y clientes.
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