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La mona de Gibraltar: de singularidad zoológica a reclamo turístico

30 años del Instituto de Estudios Campogibraltareños

Es el único animal del orden de los primates que vive en semilibertad

Winston Churchill, quizás movido por la leyenda de que la presencia británica está ligada a la de los monos, recomendó que en ningún momento bajaran de 24

Un macaco, en la parte alta del Peñón. / E. S.
Juan Manuel Ballesta Gómez

31 de mayo 2021 - 04:00

Pocos animales han merecido tantas denominaciones: mono de Gibraltar, mono de Berbería, macaco moro, mona rabona, magote… Único del orden Primates –aparte del Homo sapiens– que se halla en libertad en Europa, de donde se extinguió hace unos 30.000 años y el único indígena del Paleoártico (región zoogeográfica que comprende aproximadamente Eurasia y África septentrional) occidental, donde se encuentra más al norte que cualquier otra especie no humana. Hubo polémica sobre si debía ser incluido en la fauna ibérica, es decir, sobre si es indígena o importado. Único de la familia Cercopithecidae (monos del Viejo Mundo) desprovisto de cola, aunque sus ancestros sí la tuvieron hasta que, al ser propensa a la congelación, la perdieron con la última glaciación.

El vástago más temprano y el único que vive fuera de Asia del género Macaca, lo que lo sitúa en el centro de todas las discusiones sobre su filogeografía. Único existente en semilibertad representativo de los de África. El que dedica menor tiempo en comer y forrajear y más tiempo en moverse de todos los macacos, estén o no alimentados por el hombre. Al hacer más ejercicio, no tener que buscar el alimento principal y/o debido a una dieta alta en grasa, que requiere una más larga digestión, se permite largos descansos. A pesar de la pequeña distancia física entre grupos, que haría pensar en un mayor flujo de genes entre ellos, sin embargo la diferenciación genética es alta. La dispersión anual de machos es de solo unos pocos individuos. La explicación a ambas realidades se halla en la intervención humana que para el control de la población ha llevado a cabo de manera no aleatoria el entresacado de ejemplares masculinos dando así lugar a lo que se ha llamado selección por timidez. Los machos viejos prestan bastante atención a los recién nacidos, cogiéndolos de los brazos de la madre nada más nacer y exhibiéndolos ante otros adultos.

Vive en grupos que cuentan a veces hasta con diez machos adultos, gracias a que no tiene necesidad de competir por comida, lugares de reposo ni hembras en celo (éstas se aparean con más de un macho. Únicos serológicamente hablando, puesto que no hay evidencia de infección ya sea con CeHV-1 (Cercopithecine herpesvirus) o con RhCMV (Rhesus cytomegalovirus), lo que puede explicarse o bien porque la población del norte de África de la que proceden no estuviera infectada o porque estándolo fueron trasladados siendo muy jóvenes –menos de 1 año de edad– cuando es menos probable la acción de los virus.

A pesar del numeroso contacto con visitantes, las agresiones a éstos son menos frecuentes que en sitios comparables de Asia. No hay correlación entre rango social y éxito reproductivo para ninguno de los dos sexos, lo que podría deberse a la estricta estacionalidad de la reproducción y/o al comportamiento promiscuo de las hembras. También puede influir la no presencia de depredadores, la no limitación de comida y agua y la no existencia de inviernos duros.

Ejemplo único de interrelación hombre-animal desde hace al menos 275 años y podría ser un núcleo importante para la conservación de la especie, considerando que se encuentra en la lista roja de especies amenazadas. Nunca se han encontrado restos de sus cadáveres –aunque sí en otros lugares de la cuenca mediterránea– lo que continúa siendo una incógnita y que ha llevado a la imaginación de algunos a suponer la existencia de un cementerio oculto. Ningún otro elemento de la biología del territorio presenta tanto interés y atractivo.

Procedencia y permanencia

Oriundos de las montañas del Rif y del Atlas, hay quienes suponen que la presencia a este lado del Estrecho es anterior a la formación de dicha vía de agua. Lo más probable es que algunas de las tribus con las que convivían los trajeran cuando la invasión árabe de la península ibérica, si bien en los libros de historia no hay mención a los mismos anterior a las últimas décadas del siglo XVIII.

La hipótesis de que fueran un residuo de la fauna terciaria europea, un remanente de aquellos que ocuparon Europa, no se sostiene tras recientes estudios genéticos del ADN mitocondrial, que sin lugar a dudas les atribuyen una procedencia argelina y marroquí. En ninguna fuente escrita ni siquiera en los tratados y guías naturalistas se hace mención a los mismos previo a la ocupación inglesa. Consta en un informe oficial –conservado en el Museo Británico– que en 1740 se trajeron de Berbería en buen número. Siguieron otras importaciones en 1813. Proliferaron hasta el punto de ser perseguidos llegándose para 1856 a un remanente de 4 o 5 ejemplares y a nuevas introducciones en 1860, hasta que en 1895 pasaría a ser responsable el coronel de ingenieros con lo que el censo aumentó hacia el año 1900.

Un mono camina por una barandilla.

Siguió, por distintas causas, otra disminución, rápida y considerable, por lo que se designaría (1913) a un sargento mayor. A veces se ocasionaban luchas a muerte entre machos, hembras contra un macho con temperamento asesino o de nueva incorporación o en forma de ataques a los recién nacidos.

Durante la segunda Guerra Mundial quedaron diezmados de tal modo que a instancias de Winston Churchill, quizás movido por la leyenda de que la presencia británica está ligada a la de los monos, se trajo un lote de 20 (julio 1942). La recomendación del primer ministro al gobernador era de que en ningún momento bajaran de 24. Obediente a tales órdenes, el Ejército mantuvo una cifra entre 35 y 40, mediante la estrategia de tener un solo macho adulto por grupo, hasta finales de los años 80.

Una vez a cargo de GONHS, para mantener un promedio de 200, se viene introduciendo a algunas hembras contraceptivos hormonales subcutáneos sin que la exportación se haya desechado. Treinta acaban de viajar por avión (octubre 2014) con destino a un parque de aventuras y safari en Escocia.

Entre el exterminio y la conservación

Las primitivas importaciones documentadas (1740) lo fueron junto a otros animales con finalidad cinegética de los que se hace mención porque se creó un impuesto sobre “monos, Moros, Judíos y otros foráneos”. Algún historiador (1782) escribe que “se mantienen en el monte a pesar de la aspereza del sitio y de los dueños que lo poseen”. Y añade: “Siempre tenaces de su dominio, sin que las continuadas incursiones, estruendos y bombeos hayan bastado para desalojarlos”.

Después de calificarlos de ligeros, sagaces y astutos, completa el párrafo indicando que empujan piedras al precipicio sobre las cabezas de los zapadores que escarpan la roca. A veces su osadía o enfado va más lejos como cuando (1811) arrojaron al vacío el terrier de un oficial que lo paseaba por el lugar. No le cupo la venganza pues para entonces estaba prohibido dispararles. “Para ellos hay una tolerancia religiosa y nunca se les molesta”.

En el obligado permiso a los cabreros para tener a su ganado pastando entre los riscos, una cláusula advertía que ni podían destruir ni dañar a los monos y estaban obligados a delatar a la persona que lo infringiera. Pero según el viajero Richard Ford, “estos seres exquisitos, como delicados dandis, roban los jardines siempre que pueden”. Informaba (abril 1871) el encargado de la estación de señales que últimamente se volvieron intrusos y audaces trepando por los cables y jugando con su gato. El que un subteniente de Infantería abatiera a un animal durante una batida de perdices (febrero 1872) le valió una durísima reprimenda en The Chronicle, que salió en defensa de “nuestros viejos protegidos” sin que se supiera que “el ‘monicidio’ fuera un deporte”.

Cuando en verano escaseaba el agua en los bebederos, se volvían muy atrevidos en su búsqueda. El oficial naval de mayor rango protestó (1885, 1887 y 1892) porque más de 60 individuos habían robado la fruta de los árboles, derribado las cercas de madera y arrancado las canales del tejado en la residencia del almirante, y el coronel de Ingenieros hubo de pedir daños y perjuicios porque los de una partida se comieron la fruta, arrancaron las patatas, aterrorizaron a los niños, destrozaron sus pantalones y se subieron a su cama.

Sucediéronse las quejas, que llegaron hasta el subsecretario de Estado para las Colonias. El Almirantazgo propuso que un vigilante se encargara de espantarlos pero era contrario a su destrucción. Como las incursiones y daños no cesaban, el gobernador autorizó (septiembre 1892) que tres, “para empezar”, fueran muertos a tiros. En Bruce’s Farm también atacaban en grandes formaciones. Sus ocupantes, aburridos de utilizar métodos no lesivos pero nada prácticos, ataron a uno joven a un árbol hasta dejarlo morir de hambre. Una vez desatado, se lo llevaron sus congéneres, quienes no volvieron durante años. Un militar residente en Ince’s Farm hubo de solicitar permiso para dispararles como único medio para evitar tan perjudicial presencia. Mató a muchos (en 1904) y a los restantes no se les volvió a ver hasta transcurridos tres años.

La instalación de baterías de cañones en la parte alta del monte ejerció una presión al invadir su territorio, lo que, unido a la caza, redujo la población. Pasaron a estar protegidos con lo que de nuevo crecieron en número y a principios del siglo XX se les veía en casas, cuarteles y hasta en barcos atracados en los muelles. Empezaron (1913) a ser alimentados por militares encargados al respecto, lo que produjo críticas del siguiente tenor: “Es difícil encontrar la razón para su mantenimiento ya que no son útiles ni bellos ni una rara especie. Sugeriría que la suma que se les dedica se empleara en exterminarlos o trasladarlos”. Intervino el mismísimo gobernador para que se redujeran (junio 1920) pero el Secretario de Estado para la Guerra telegrafió recomendando que no se les exterminara a menos que hubiera razones de peso, ya que la prensa estaba interesada en el tema.

En la respuesta del primero al segundo se decía de la agitación local contra los depredadores. El Comité de la Bolsa tomó cartas en el asunto y en junta de 27 octubre 1923 resolvieron dar la oportunidad a que el público expresara su punto de vista. Las opiniones quedaron divididas. En octubre de 1924 se eliminaron los dos machos más corpulentos y antes, en primavera, se había dado vía libre para que las personas invadidas en sus casas “llevaran a cabo cualquier acción que escogieran para disminuir las molestias”.

A todo esto, el sentimiento en general era opuesto a infligirles daño alguno y ocupaban un lugar en la estima de las gentes e incluso gozaban de cierta veneración y de consideración como si se tratara de una mascota. Pero aquellos ciudadanos víctimas de sus tropelías no coincidían con el entusiasmo de los científicos en orden a la conservación. Quizás lo que defina mejor tal ambivalencia sea el criterio de por un lado considerarlos como animal de compañía en el patio del palacio del gobernador y por otro condenarlos a muerte por colarse en los aposentos del mandatario. Están protegidos desde 1991 por la Gibraltar Nature Protection Ordinance. En tiempos más recientes, al haberse sacrificado algunos (27 en el año 2006), la Liga Internacional para la Protección de los Primates amenazó con organizar un boicot turístico contra la ciudad.

Reclamo turístico

Aunque el interés del hombre viene de antiguo, no es hasta 1960 que la interrelación se plantea como atracción turística con la consiguiente promoción según el marketing. De las descripciones en libros de viajes y tratados naturalistas se pasa a las guías turísticas, folletos divulgativos y suvenires. Convertido ya en icono y símbolo local, con proyección internacional (incluido en el TripAdvisor, uno de los sitios web más influyentes en materia de viajes), su imagen aparece en sellos, monedas y billetes de lotería, también relacionado con marcas comerciales y hasta como cabecera de algún diario e identificación de cierto barco corsario. Este elemento iconográfico, tantas veces captado por cámaras fotográficas, pasa incluso a dar nombre a espacios geográficos como Apes Den (Guarida de los Monos), Monkeys' Cave (Cueva de los Monos) y Monkeys' Alameda (Alameda de los Monos), todos en las alturas de la Roca.

Gracias a los beneficios obtenidos por el turismo, es posible proteger otras especies, supervisar la reserva y mantener la estructura relativamente dinámica de este interesante ecosistema donde humanos y macacos son componentes fundamentales. Pero la cantidad (unas 1.000 personas/día y hasta 60 taxis) y continuidad (el teleférico tiene parada cerca de una de las guaridas) de presencia humana, en forma de ruido y basura, puede influir negativamente si no en la reproducción sí en la actividad y comportamiento (más violento con sus congéneres) si se les compara con las de épocas pasadas.

Gastroenteritis y neumonía –principales causas de muerte en el pasado siglo– denotan contagios patógenos por el hombre, quien también es propenso a transmitir gripe y sarampión y se sospecha que el piojo Pedicinus albidus les haya llegado por igual conducto.

La práctica, potenciada por ciertos agentes turísticos, de entrar en contacto directo con los monos da lugar incluso a frecuentes mordeduras de estos (al menos dos semanales), lo que en nada mejora la buena imagen y trae consecuencias negativas para tal industria con lo que aumenta el riesgo de infecciones en dirección contraria a la hasta ahora indicada.

Un turista británico, según recoge la prensa londinense, ha necesitado cuarenta puntos de sutura en el antebrazo y permanecer tres días hospitalizado. De los primeros carteles –en los años 60 del pasado siglo– en que se advertía del riesgo de alimentarlos e importunarlos y de que reaccionaran de manera violenta ante cualquier movimiento o ruido repentino, se ha pasado a los que avisan de multas de 500 libras. Tales bandos persiguen que los macacos no relacionen a los humanos con la comida, minimizar la transmisión de enfermedades y promover un comportamiento natural y saludable. En trípticos distribuidos al efecto se explica esto y se recuerda que se trata de animales salvajes y aunque sean muy tolerantes ha de guardarse en todo momento una distancia mínima de 1 m. Si alguno de los pequeños salta sobre una persona, debe mantenerse la calma y esperar a que se vaya o bajarlo con suavidad. Los mayores pueden atacar si creen que un joven está en peligro.

Conclusiones y aspectos relevantes

La mona de Gibraltar presenta un buen número de particularidades que le son propias y también otras desde el punto de vista de su relación con el hombre y del interés de este por aquella. Las vicisitudes por las que han pasado las poblaciones a lo largo del tiempo, casi siempre influidas por la presencia humana, y el uso de las mismas para utilidad comercial y de estudio científico representan un especial caso de ecosistema siempre vivo y cambiante. Aquí se ha pretendido recopilar tales singularidades, hasta ahora no recogidas en su totalidad en ninguna publicación, y ofrecer una visión conjunta y sucinta de la interrelación Macaca sylvanus-Homo sapiens en el hábitat gibraltareño.

Artículo publicado en el número 47 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños (septiembre 2017).

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