Las negociaciones de Berlín: Los originales de la correspondencia secreta Franco-Serrano (y II)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

La operación se frustraría en el último minuto a causa de un cambio radical en la postura alemana

Un cambio cuya clave se encuentra en la decidida actitud con la que los franceses se enfrentaron al intento británico de ocupar Dákar

Momentos iniciales de la entrevista Hitler- Serrano del 17 de septiembre, a la izquierda se puede ver de nuevo al Dr. Gross, el mismo que ejercería como tal durante la famosa entrevista de Hendaya. Serrano sostiene la carta personal de Franco al Canciller alemán fechada el 11 de septiembre de 1940.
Momentos iniciales de la entrevista Hitler- Serrano del 17 de septiembre, a la izquierda se puede ver de nuevo al Dr. Gross, el mismo que ejercería como tal durante la famosa entrevista de Hendaya. Serrano sostiene la carta personal de Franco al Canciller alemán fechada el 11 de septiembre de 1940.
Alfonso Escuadra

03 de junio 2024 - 02:00

Por otro lado, las alusiones al mismo reafirman con contundencia que los organismos de alta planificación germanos ya contemplaban que, a su victoria en Europa, le iba a seguir un enfrentamiento con los Estados Unidos en el marco de un conflicto global. No obstante, lo más importante en relación con el “salto adelante” es que, fue precisamente al tratar de la contribución española a este despliegue, cuando había surgido uno de los dos puntos de desencuentro de aquellas conversaciones. Se trata del deseo alemán de establecer bases aeronavales en la costa occidental de Marruecos y en una de las Islas Canarias. Ahora es posible certificar, sin género de dudas, que Serrano no sólo mostró una oposición frontal a la propuesta alemana, sino que planteó como alternativa el uso de bases conjuntas en el marco de una alianza. El subrayado a dos colores realizado por el propio Franco enfatiza la importancia de este asunto.

En relación con el mismo tema, resultan tremendamente ilustrativos los consejos que Serrano se permite dar a Franco sobre la actitud a adoptar frente a esta pretensión: “Seguramente tú contestarás lo que sea mejor para España, pero creo que incluso para seguir negociando (aparte de la conveniencia española que es en definitiva la suprema ratio) es conveniente que tú, con palabras cariñosas y buenas razones, insistas y aprietes en la necesidad de que Marruecos nos lo entreguen íntegro y libre (sin bases suyas) sin más limitaciones que las de carácter económico”.

Aparte de esto, tal vez las expresiones más interesantes se encuentren en el último pliego de la misiva, en el que se puede leer: “Como dato para tu información privada y consiguiente enjuiciamiento, te diré que cuando hablé con Hitler de todo lo referente a los preparativos y entrada de España en la guerra dejé consignadas como convinimos tres afirmaciones: Primera. Que queríamos entrar tan pronto como nos dieran trigo, gasolina y armamento. Segunda. Que no queríamos sin embargo estar estorbando, con una alusión muy leve a Italia. Tercera. Que (por si no recogían) tanto nos aprieta Inglaterra que un día por exigencia de nuestro propio honor y nuestro interés tendríamos que declararle la guerra”.

En otro orden de cosas, el contenido de esta parte final, juega decididamente en contra del mito del Canaris pacifista, al referirse al interés que este había mostrado en la intervención de España como requisito básico para la aplicación de la estrategia periférica, de la que él mismo era un ferviente partidario. De ahí que Serrano recogiese cómo el marino, personalmente, se “había ofrecido para ser portador de los deseos e indicaciones de España”.

La larga misiva resulta además tremendamente útil para documentar el interés de Serrano por imponer su figura dentro del ámbito de la política exterior, o para fechar el momento en que se acordó el futuro encuentro Franco-Hitler en Hendaya. Un asunto, que el Generalísimo también quiso destacar con un doble subrayado: “Hitler terminó la conversación con una oferta espontánea y francamente cordial de que, en cuanto estas negociaciones estén un poco más adelantadas, se trasladará a la frontera francesa del sur para tener una entrevista personal contigo. Eso es hoy, a mi juicio, lo más interesante que España puede hacer. Hablar y salir del enrarecimiento del ambiente nacional”.

Composición con las primeras páginas de las tres cartas que Serrano envió a Franco en la segunda quincena de septiembre de 1940 para informarle del desarrollo de las negociaciones.
Composición con las primeras páginas de las tres cartas que Serrano envió a Franco en la segunda quincena de septiembre de 1940 para informarle del desarrollo de las negociaciones.

Tampoco se pueden olvidar las referencias a la posibilidad de cerrar un pacto de alianza para el que, previamente, debía quedar despejada la negociación de los aspectos económicos. A este respecto, la carta recoge cómo había sido el propio Hitler quien había expresado el deseo de dar culminación a la visita con la firma de un protocolo. Con ello, no sólo se demuestra la presión de tiempo bajo la que trabajaban los alemanes, sino que permite datar el origen del importantísimo documento cuya firma se cerraría luego en Hendaya.

El informe manuscrito de Serrano sería contestado por Franco en su carta del 21 de septiembre. Pero dado que la versión que se conserva es una copia mecanografiada y que su contenido es suficientemente conocido desde hace medio siglo, basta con destacar que, además de felicitar a su ministro por la conducción de las conversaciones o identificar en lo que denominaba “hipotecas territoriales y económicas” las únicas dificultades, Franco se había mostrado de acuerdo con la propuesta alemana. Por ello, no dudó en manifestarse convencido de que no sería difícil llegar a un acuerdo que fuese satisfactorio para ambas partes y terminase dando su aprobación a la firma del protocolo de alianza. La carta que escribiría a Hitler confirma este extremo. Finalmente daría a Serrano una consigna en la que se resume la clave de la postura sostenida por España tanto en aquellas negociaciones, como en el conjunto del “salto adelante”: “(España debe) estar dentro pero no precipitar”.

Serrano Suñer en el momento de ascender la escalinata que daba acceso a la Cancillería del Reich para entrevistarse con Hitler el 17 de septiembre de 1940.
Serrano Suñer en el momento de ascender la escalinata que daba acceso a la Cancillería del Reich para entrevistarse con Hitler el 17 de septiembre de 1940.

La segunda ronda de las conversaciones sería empleada por Serrano para plantear las objeciones españolas a estas “hipotecas” e intentar alcanzar una fórmula de acuerdo. Poco antes y tras conseguir la aprobación de Italia, el ministro de Asuntos Exteriores alemán había propuesto la firma inmediata de una alianza militar en forma de pacto tripartito entre Alemania, Italia y España. Este pacto iría acompañado de una serie de protocolos en los que se contemplasen, el acuerdo alcanzado respecto a las aspiraciones territoriales españolas, la ayuda militar y económica, así como la forma en que España y sus nuevos territorios iban a quedar integrados en la esfera económica del Eje.

No obstante, en la segunda entrevista con Hitler, este había vuelto a insistir en el tema de las bases. Si bien para terminar aceptando que el asunto quedase en el aire para ser tratado en su futuro encuentro con Franco.

Al término de esta segunda ronda, Serrano volvería a informar de su resultado. La carta empleada para ello, escrita el 25 de septiembre de 1940 aunque con fecha de la víspera, supone una evidencia definitiva del interés alemán en la beligerancia de España, siendo además una prueba muy sólida de que la dimensión estratégica de la operación de Gibraltar excedía con creces la toma del Peñón.

Por lo demás, su contenido demuestra que el ministro había entendido perfectamente la consigna dada por Franco, proporcionando así una oportuna explicación al borrador de protocolo que le adjuntaba; un borrador que, en sus propias palabras, “tendría el valor de anunciar el Pacto de alianza militar” con el Eje; algo que Serrano había hecho convencido de que “el triunfo de Inglaterra no sólo sería nuestro fin individual, que nada es frente a la Patria, lo peor es que significaría fatalmente el fin mismo de la Patria: República Vasca, República catalana, etc.” Palabras que sin duda explican su interés en “quedar dentro”.

Más adelante, al referirse a la necesidad de no regresar de Berlín con las manos vacías, Serrano señala muy a las claras quien llevaba realmente la batuta en aquel movimiento al escribir que, en caso contrario, “no quedaríamos dentro ya, como tú (Franco) quieres, y el efecto sería penoso para luego”.

Horas después, llegaba a Berlín la carta en la que Franco daba su aprobación a la firma de la alianza militar propuesta por Berlín; alianza que debía venir precedida de un protocolo con las “garantías para que no nos puedan arrastrar a la intervención sin tener resueltos los problemas en forma soportable para nuestro pueblo”. Serrano daría cuenta de ello a los alemanes pasando a centrar sus esfuerzos en cumplir este mandato; algo aparentemente factible una vez se hubo alcanzado un acuerdo en los temas económicos.

Sin embargo, todo se frustraría en el último minuto a causa de un cambio radical en la postura alemana. Un cambio cuya clave se encuentra en la decidida actitud con la que los franceses se enfrentaron al intento británico de ocupar Dákar; un giro de ciento ochenta grados que Serrano había comenzado a intuir a lo largo de esta segunda y decisiva ronda de negociaciones y que explica el rechazo alemán al borrador de protocolo que les había propuesto.

Tal como el ministro explicaría a Franco en la que sería su tercera y última carta, los alemanes se habían servido de las cuestiones económicas como excusa para evitar suscribirlo. El aún no lo sabía, pero la verdadera razón de aquella negativa venía motivada por el reconocimiento explícito a las aspiraciones territoriales españolas que este contenía. El hecho de que estas hubiesen de verificarse a costa del Imperio francés convertían el mencionado reconocimiento en algo incompatible con el repentino deseo de Berlín de contar con la colaboración de Francia.

De todas formas, las pretensiones de Hitler no se reducían a olvidarse de España (a la que seguía necesitando para su estrategia de guerra) para bascular únicamente sobre Francia. Se trataba más bien de encontrar la forma de cerrar la perseguida alianza con España sin renunciar a la colaboración de Francia. Sin esta perspectiva, ahora reforzada por el contenido de las cartas de Serrano a Franco, resulta muy difícil entender cuanto, semanas después, se iba a discutir y pactar en la conocida Entrevista de Hendaya.

Artículo publicado en Almoraima, revista de estudios campogibraltareños número 60 (abril 2024)

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