Nosotros y los perros (II)

En este artículo pretendo exponer, sin ánimo de exhaustividad, algunos de los problemas de naturaleza social y sanitaria que determina nuestra convivencia con perros

Nosotros y los perros (I)

Un hombre pasea su perro por Algeciras
Un hombre pasea su perro por Algeciras / E.S.
Manuel L. Fernández Guerrero

14 de agosto 2024 - 02:00

Algeciras/En un artículo anterior trataba de comprender por qué están nuestras calles llenas de personas que pasean con sus perros, juegan y se emocionan con ellos, les hablan como a niños y a veces oímos cómo expresan sus sentimientos de pérdida con emoción y sincero sufrimiento. Los perros establecen con sus dueños fuertes vínculos que aportan apoyo emocional, alegría y libera de preocupaciones de manera que se crea entre ellos una profunda relación afectiva que se convierte en una parte esencial de su existencia. La soledad, el aislamiento y la carencia de afecto y cercanía tan comunes en la sociedad postmoderna, nos lanza a menudo a la búsqueda de alternativas a las tradicionales relaciones interpersonales y al final, puede ser un perro dócil y amable, simpático y alegre, quien viene en nuestra ayuda y nos salva del tedio y la desesperanza. Aquí pretendo comentar sin ánimo de exhaustividad, algunos de los problemas de naturaleza social y sanitaria que determina nuestra convivencia con perros.  

Tener un perro requiere ciertos sacrificios para sus tenedores y no solo relacionados con los gastos crecientes para mantener su bienestar sino también modificaciones de los horarios y la conducta, compatibilización con el trabajo y los cuidados del animal, conflictos familiares que pueden resultar en pérdida de amistades e incluso de la relación de pareja, problemas que a veces se acentúan con motivo de viajes y vacaciones. Los problemas con el vecindario o los encuentros con otros perros con ladridos y peleas, que a veces llegan a involucrar a sus dueños, no son infrecuentes. A menudo los perros sueltos se te acercan no siempre en actitud amigable y esto puede molestar. Los dueños reaccionan no siempre de manera amable y en vez de disculparse, argumentan que su perro es muy cariñoso y no “hace nada”. Otras veces, y a mí me ha pasado, el perro muestra un cariño excesivo rayano en el enamoramiento a primera vista y se te sube por la pierna manifestando a las claras sus inclinaciones sexuales.

Pero especialmente ofensivo es encontrar por las calles y aceras de nuestras ciudades las deyecciones, excrementos y orines, de los perros. La ley de protección y derechos de los animales y las ordenanzas municipales advierten de la necesidad de adoptar medidas para evitar molestias, peligros y amenazas o daños a personas así como evitar que se depositen excrementos en lugares de paso procediendo a su retirada. Sin embargo, cuan frecuentemente estas normas son desoídas por los amos y andan nuestras ciudades enmerdadas hasta en los lugares más céntricos transitados por niños y gente mayor que se despistan y vuelven a casa con el indeseable regalo canino. Hace unos días, en la misma esquina del callejón del Ritz con Ventura Morón en la Plaza Alta, me encontré con un amigo y reparé en que estábamos cercados por varias plastas de perro. Nos movimos hacia un lado, abriendo paso a una madre con sus hijos a quienes ella dando un grito de alarma desvió del camino fangoso al que se dirigían. Pero otro señor, en este caso un paisano marroquí con babuchas que descuidadamente hablaba por teléfono, quedó literalmente pegado al suelo. Aún me parece estar oyendo las quejas e indignación de aquel hombre en su lengua materna, cuya tradición considera impuro a los perros y afirma que “los ángeles no entran en casa en la que hay perro”. En fin, tener un perro sin duda requiere además de amor y cuidados hacia el animal, el mismo afecto y consideración con las personas, educación cívica y también animal, porque es posible, con técnicas relativamente fáciles de aplicar y tesón, educar a un perro a hacer “pis y popo” en el sitio conveniente y retirar sus excrementos es un deber ciudadano. Es evidente que no se puede tener un guardia detrás de cada perro pero actualmente las autoridades tienen a su disposición procedimientos moleculares de análisis de ADN, con los que puede determinar el origen de las heces abandonadas en la calle y eventualmente multar a los desaprensivos propietarios de las deyecciones del perro.   

Pero además de todo esto conviene preguntarse si existen riesgos para la salud derivados de la convivencia con un perro. Sin duda los hay y en primer lugar las mordeduras. En EEUU se producen según los CDC unos 4,5 millones de mordeduras de perros de los cuales unas 800.000 requieren una visita al médico. En el 85% de los casos, las mordeduras están producidas por el propio perro y afectan principalmente a los niños. Hay casos mortales por ataque de perros guardianes de los que ha habido unos 20 en España en los últimos 10 años.  

En ocasiones las mordeduras van seguidas de infección de la herida particularmente aquellas con desgarro. Estas infecciones están producidas por alguna de las 40 especies de bacterias que habitan la boca del perro, principalmente Pasteurella multocida, que como su nombre indica mata mucho aunque referido a los animales de experimentación. Aunque se tratan bien y se evitan complicaciones, ocasionalmente esta bacteria pasa a la sangre y produce focos dispersos por el organismo. Tal fue el caso de una de mis pacientes que tenía una válvula cardiaca artificial y desarrolló una grave infección de la prótesis, un proceso que llamamos endocarditis y que tiene elevada mortalidad. La paciente se curó pero necesitó una nueva cirugía del corazón y recambio de la válvula. En una visita posterior, su marido, conocedor del origen de la bacteria, me confesó que ya no podía soportar la presencia del perro en casa y se deshizo de él por el expeditivo procedimiento de una descarga con escopeta de cartuchos. Esto produjo un drama familiar que estuvo cerca de romper la armonía del matrimonio.

Aunque en el pasado las infecciones y parasitosis transmitidas eran graves y frecuentes, las mejoras higiénico-sanitarias conseguidas a lo largo de los años, las vacunaciones y las desparasitaciones periódicas han disminuido significativamente los riesgos biológicos asociados a la convivencia con perros. España es un área libre de rabia y solo ocasionalmente se observan casos importados de Marruecos. La hidatidosis, una enfermedad parasitaria transmitida por perros que afectaba al hígado y los pulmones, prácticamente ha desaparecido y son muy infrecuentes aunque posibles los casos de larva cutánea migrans transmitida por la heces de los perros y de teniasis. Los perros son un reservorio para el desarrollo de leishmaniasis pero la enfermedad en los perros es fácilmente detectada y tratada con lo que se bloquea la posibilidad de trasmisión a humanos. Las tiñas y otras dermatofitosis transmitidos por perros indican un deficiente cuidado higiénico, tanto del animal, como de las personas expuestas. Enfermedades como la ehrlichiosis y la fiebre botonosa mediterránea transmitidas por la garrapata del perro son en la actualidad muy infrecuentes. Sin embargo, los cachorros son una fuente ocasional de diarrea.  

Louis Pasteur retratado por Alberto Edelfelt.
Louis Pasteur retratado por Alberto Edelfelt.

En resumen, los avances médicos y sanitarios junto a los cuidados veterinarios han logrado que los riesgos derivados de enfermedad infecciosa o parasitaria en perros y su transmisión a los seres humanos pueden ser minimizados e incluso erradicados.

En el Museo d’Orsay de París está el famoso cuadro de Albert Edelfelt en el que se ve a Louis Pasteur concentrado en el estudio de un espécimen de médula infectada de rabia como parte de los experimentos que dieron lugar al desarrollo de la vacuna anti-rábica. Si hoy lo volviera a pintar, imagino que el sabio francés aparecería sonriente y satisfecho al comprobar los éxitos derivados de sus trabajos pioneros que tanto han contribuido a hacer más segura y feliz nuestra relación con esos amigos cercanos que son los perros.  

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