Pepe Chamizo
Al sur del Sur
A sus 76 años, más allá de las palabras, los hechos avalan la gran labor humanitaria desarrollada por quien fue Defensor del Pueblo Andaluz

Para que nadie se llame a engaño, vaya por delante la declarada amistad del firmante de estas palabras con el cura Pepe Chamizo y su admiración por la persona y por el trabajo que ha llevado a cabo durante tantos años, siempre en favor de quienes menos oportunidades tienen en la vida. La nuestra no es una amistad de la infancia o juventud ni fruto de haber compartido circunstancias adversas; tampoco es pretendida ni buscada, sino de esas que llegan como agua a la orilla, fruto primero de contactos profesionales -él, como Defensor del Pueblo Andaluz durante 16 años; servidor, como plumilla- y, más tarde, de la coincidencia en pensamientos y en leales amistades comunes. Medalla de Andalucía, Hijo Predilecto de la Provincia de Cádiz, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz y un sinfín de reconocimientos más perlan su currículum. Nada hay que descubrir a estas alturas de quien se enfrentó cara a cara y con la palabra tanto a los narcotraficantes como a quienes desde sus cómodas sucursales bancarias blanqueaban el dinero de la droga, vendiendo a aquéllos décimos premiados de lotería.
Estos días anda su nombre sobado en los titulares de los periódicos y telediarios por causa bien distinta a las habituales: un individuo sin escrúpulos, con ánimo de venganza por cuestiones laborales en el seno de la ONG Sevilla Acoge, ha instigado a que cuatro jóvenes -todos ellos, mayores de edad- relaten supuestas situaciones de acoso sexual protagonizadas por Chamizo. A sus 76 años, nuestro cura niega con rotundidad todo y, a la espera de que el juzgado le traslade las declaraciones de las supuestas víctimas para saber de qué se le acusa con exactitud, se ha acogido a su derecho a no declarar. El pasado miércoles y como destacaba Alberto Rodríguez en su artículo Mirar de frente, al salir del juzgado, mantuvo la mirada alta ante las cámaras que allí estaban, sin nada que reprocharse ni que ocultar.
Conviene hacer memoria: Hace tres décadas, una investigación policial de perfiles inquisitoriales, apoyada en una denuncia plagada de falsedades, dio pie al caso Arny, así llamado por el nombre de un pub de ambiente homosexual en la Sevilla resultante de la Expo 92. En esas diligencias, una treintena de personas -algunas de ellas, vinculadas a la televisión y el mundo del espectáculo, la nobleza y hasta la judicatura- fueron incriminadas por abuso de menores de forma injusta, con sed de desquite y horas de programación amarilla en las televisiones. El caso quedó reducido a unas pocas condenas, ninguna de ellas a individuos relevantes, aunque la herida abierta dejó una cicatriz enorme como recuerdo.
Como ocurrió entonces con todas aquellas personas, Pepe Chamizo ya ha sufrido un enorme daño, pero una vez llegado el caso a los tribunales, tan solo hay que esperar a que la Justicia haga su labor de forma ágil y pulcra. Más allá de las palabras y de las denuncias, los hechos llevan años hablando y avalando la labor del amigo.
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