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Pedro de Vera, alcaide de Jimena entre 1464 y 1468

Personajes históricos del Campo de Gibraltar

El jerezano llegó a entregar como prenda a uno de sus hijos para defender la Villa del ataque del duque de Medina Sidonia

Ilustración que representa la toma de Jimena el 12 de marzo de 1431.

El día 12 de marzo del 1431, al anochecer, el mariscal Pedro García de Herrera, al frente de un destacamento de soldados que había partido de Jerez de la Frontera, constituido por trescientos jinetes y doscientos cincuenta peones, acompañado del caballero Juan Carrillo y guiados por el adalid Juan de Obregón, gran conocedor de los entornos de Jimena y de sus defensas, logró tomar a los granadinos la enriscada villa por escalo.

Aprovechando la oscuridad de la noche, un grupo de asaltantes, conducidos por el adalid, había conseguido saltar la muralla y abrir la puerta de la villa para que pudiera acceder a ella el resto de los jerezanos que esperaban en la zona extramuros. Al amanecer del día 13, el alcaide de la fortaleza se rindió a los castellanos y los ochocientos moradores musulmanes de Jimena tuvieron que abandonar la villa y marchar a ciudades del reino de Granada.

Sin embargo, aunque el rey Juan II había otorgado a la villa de Jimena el Derecho de Asilo, que consistía en que a cualquier delincuente que acudiera a repoblar el enclave recién conquistado se le perdonaban las penas a que había sido sentenciado ⸺excepto las de felonía y alta traición⸺, si residía en la villa al menos un año y un día, las dificultades de abastecimiento de la guarnición cristiana en los años siguientes, cuyos moradores dependían exclusivamente de las reatas de mulas que cada dos semanas llegaban con harina desde la ciudad de Jerez y la escasez de vecinos, provocaron la indefensión del enclave.

Se conservan varias cartas del rey Juan II al concejo de Jerez de la Frontera en las que le ordena que, bajo ningún concepto, dejaran de enviar las recuas con el pan para los de Jimena. Estas admoniciones del monarca castellano no impidieron que en el mes de septiembre de 1451 la villa volviera a ser tomada por los nazaríes.

Mas, transcurrido un lustro, en el año 1456, con la participación del rey Enrique IV en persona, el aislado enclave fue recuperado por los castellanos e incorporado a las posesiones de la Corona de Castilla. Sin embargo, los problemas de abastecimiento y de defensa de Jimena continuaron, viéndose también involucradas sus autoridades en las luchas nobiliarias que asolaron Castilla en la década siguiente.

Beltrán de la Cueva lo colocó en la alcaidía en 1464

Jimena había sido concedida por el rey en señorío a su favorito, don Beltrán de la Cueva, que nombró como alcaide de la villa a su cuñado Esteban de Villacreces. Pero como surgieran desavenencias entre el alcaide y su señor, el rey sacó de la alcaidía a Esteban de Villacreces y lo sustituyó por el caballero jerezano Pedro de Vera en 1464, que ya había ostentado la alcaidía del castillo de Tempul en 1454 y de Cádiz en 1463 en remuneración por su valiente actuación en el asedio y conquista de Gibraltar por el rey Enrique IV en el año 1462.

Pedro de vera, un leal servidor de la corona

Grabado que representa a Pedro de Vera, por Waldo Giménez Romera.

No se conoce la fecha exacta del nacimiento de Pedro de Vera, aunque se sabe que vino al mundo en Jerez de la Frontera entre los años 1427 y 1430. Era hijo de Diego Gómez de Mendoza, escribano público, regidor y alguacil mayor de Jerez. Fue siempre un leal servidor de los monarcas de Castilla, primero de Enrique IV y, luego, de Isabel I y de Fernando el Católico y enemigo de los ambiciosos nobles que deseaban utilizar la debilidad de la monarquía castellana durante el reinado del primero de estos reyes en su propio beneficio, entre ellos el duque de Medina Sidonia. La conspiración nobiliaria que acabó con la destitución del rey Enrique IV en efigie en Ávila el 5 de junio de 1465 y la entronización del joven y pusilánime infante don Alfonso, fue aprovechada por algunos aristócratas ambiciosos para controlar la institución monárquica y ampliar su influencia y sus posesiones. Uno de ellos era el poderoso duque de Medina Sidonia que, después de haberle quitado a la Corona la ciudad de Gibraltar en 1467, aspiraba a apoderarse de la villa de Jimena.

Pedro de Vera, fiel al mandato de su señor el rey de Castilla, se aprestó a defender la plaza e impedir que el Duque la tomara. Éste logró que el concejo de Jerez retuviera las vituallas que estaban destinadas al mantenimiento de la guarnición y los moradores de Jimena con la intención de que, desabastecidos sus habitantes, Pedro de Vera no tuviera más remedio que rendirse y entregarle la villa. Sometida la guarnición y los vecinos de Jimena al aislamiento y al hambre, su alcaide solicitó la ayuda del alcaide musulmán de Málaga, Alquizote, con el que mantenía excelentes relaciones, para que le enviara cargas de pan con las que alimentar a la población de Jimena. Como rehén, que aseguraba la devolución de los alimentos recibidos de los malagueños, tuvo que entregar a uno de sus hijos. El abastecimiento llegó a Jimena desde Málaga, la villa se salvó y, pocos meses después, el hijo de Pedro de Vera pudo regresar con su padre.

Puerta de ingreso a la fortaleza de Jimena.

Pero, la caótica situación originada en Castilla por la llamada Guerra de los bandos, acabó por implicar en la pugna nobiliaria a la villa de Jimena, población que el duque de Medina Sidonia continuaba ambicionando y acosando. En el año 1468, alegando el Duque que Pedro de Vera había tomado preso a su alcaide de Gibraltar, Pedro de Vargas, cuando viajaba hacia Sevilla, atacó la villa con un gran número de caballeros y de peones logrando apoderarse de ella. Pedro de Vera, desposeído de la alcaidía de Jimena, fue nombrado alcaide de Arcos, ciudad que pertenecía a Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz y enemigo jurado del duque de Medina Sidonia, participando con el marqués en las luchas que éste mantuvo con el de Medina Sidonia en tierras andaluzas.

El 4 de febrero del año 1480, los Reyes Católicos lo nombraron gobernador de Gran Canaria y capitán de la conquista de las islas. Sin embargo, la actuación de Pedro de Vera en ese nuevo destino no estuvo exenta de polémica y de denuncias de la Iglesia canaria. Acusado de haber vendido a indígenas guanches como esclavos, contraviniendo los mandatos de la reina Isabel I, que había estipulado que los isleños nativos, como los moradores indígenas de las Indias, eran súbditos de la Corona y que, por tanto, no podían ser sometidos a esclavitud, recibió varias requisitorias de los Reyes Católicos, a solicitud del obispo de Gran Canaria que les había comunicado sus quejas por las injerencias del gobernador en asuntos religiosos.

Orden firmada por el gobernador de Gran Canaria, Pedro de Vera, para la busca de Miguel de Moxica.

Los reyes, en sus cartas, le recriminaban su actitud y le conminaban a abandonarla, so pena de que “se le aplicaran las mayores penas civiles y criminales que hayan por derecho”. Al cabo, fue destituido del cargo de gobernador en el mes de marzo del año 1491; aunque no acabó su participación en las empresas bélicas al servicio de los Reyes Católicos. Antes de haber sido cesado como gobernador de Gran Canaria, Pedro de Vera les prestó dos importantes servicios en tierras granadinas. El primero en 1489, durante el asedio de Baza, actuando como proveedor del ejército real, y, entre 1490 y 1491, ocupándose de organizar las guardas y vigías para el control de la costa malagueña y evitar probables ataques de corsarios desde la otra orilla.

El jerezano fue destituido de su cargo en Canarias por dedicarse a la trata de esclavos

El historiador jerezano Hipólito Sancho de Sopranis describe a Pedro de Vera, en la biografía que escribió de tan relevante personaje, con estas frases: “Cruel y delicado, caballeresco y exigente, codicioso a veces y, a veces, magnífico, siempre valiente, fiel al rey y al señor de cuyas manos recibió la villa de Jimena, e hizo homenaje de conservarla hasta dar en prenda a sus hijos al alcaide musulmán de Málaga”.

Pedro de Vera falleció en Jerez de la Frontera en el mes de junio del año 1505, siendo enterrado en la capilla mayor de la iglesia de Santo Domingo de esa ciudad.

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