La portada de San Mateo en Tarifa

OBSERVATORIO DE LA TROCHA – NUESTRA ARQUITECTURA

El templo ha integrado a lo largo de los años distintos elementos artísticos que lo convierten en un mosaico de concepciones estéticas

Asociada a su portada se encuentra la fachada de la capilla de Nuestra Señora de Europa en Algeciras (1769), también atribuida a Torcuato Cayón

San Mateo y La Calzada
San Mateo y La Calzada / E. S.
Andrés Bolufer Vicioso - Miembro de La Trocha y del Instituto de Estudios Campogibraltareños

31 de mayo 2024 - 02:00

Con frecuencia cualquier templo sufre a lo largo de su vida tantas transformaciones como vicisitudes ha tenido en su desarrollo y tanto como las modificaciones litúrgicas que acompañan el paso de su tiempo. En el caso en San Mateo de Tarifa se integran en el templo que nos ha legado su historia distintos elementos que perduran de su fábrica primitiva, otros que se le han sumado a lo largo del tiempo, y otros que, en el mejor de los casos, se han disgregado y esparcido entre sus muros.

Su contexto es amplio en el tiempo (siglos XIV al XX) y en el empleo de distintas estéticas (desde el Gótico Final hasta el ¿Realismo Mágico? de Pérez Villalta). Ambas conjunciones han alterado sustancialmente su fábrica inicial, de tal manera que el edificio actual ha quedado configurado como un engranaje de piezas, como un mosaico en el que se han ido engarzando distintos fragmentos de diferentes períodos, acoplados unos a otros, como una suma de devenires en la gran obra de arte que es en sí misma San Mateo, donde tienen cabida a modo de páginas de su intrahistoria cada una de las obras individuales que la integran.

Una de las piezas que lo han enriqueciendo se encuentra en su fachada principal, una obra que rompe estéticamente con su interior. Los añadidos de distintas épocas y gustos son normales en los edificios emblemáticos como las iglesias, que crecen y se modifican como un complejo orgánico, en función de sus mecenas. El que no crezcan no es signo de prestigio, sino todo lo contrario. Éste se lo da la presencia de nuevos conglomerados, en los que no es frecuente la conservación del estilo. Lo normal es que desaparezca su carácter primitivo, configurándose como auténticos repertorios de distintas épocas, en un museo en su más amplio sentido. Su evolución constructiva se hace por tanto tan amplia como la del interés que estos edificios han demostrado en cada época, y esto sucede precisamente con este portal.

Tradicionalmente se le ha venido atribuyendo a Torcuato Cayón de la Vega, sin mayor fundamento que la tradición, pero sólo hasta hace poco sólo conocíamos con certeza a parte de sus coautores y mecenas, a través de la inscripción (con la corona real en lo alto y las armas papales en la base: tiara y llaves petrinas) que nos presenta parte de la autoría financiera y ejecutora de esta singular fachada en el contexto gaditano del siglo XVIII.

Si bien no la podemos leer completamente, ya que buena parte se ha perdido a causa de la erosión, los espacios perdidos se pueden reconstruir gracias al documento del Archivo Diocesano de Cádiz (Autos de la fábrica de San Francisco y San Mateo, Tarifa, 1792-1793, sección varios, signatura 34). Su lectura completa sería así: "Se principió esta obra siendo obispo don Fray Tomás del Valle y se remató siendo obispo don Fray Juan Bautista Servera, siendo vicario don Luis de Mendoza y Mayordomo de fabrica don Blas de Montañana en el año de 1778; fue maestro de esta obra Carlos Hermida".

Aunque la autoría de aquel que la ideara no aparece, pero ya se puede demostrar como algo real a través de la información conservada en el Archivo Diocesano de Cádiz: Esta fue mandada principiar por el señor Ilustrísimo fray Tomás del Valle, con el reconocimiento y dirección de don Torquato [Cayón de la Vega], Arquitecto, y Maestro de la nueva Catedral; y a instancia, y por representación del Noble Ayuntamiento de dicha Ciudad de Tarifa. Ella fue continuada en el tiempo de la vacante de dicho Señor Ilustrísimo según las órdenes y disposiciones dadas por el señor don José Martín y Guzmán su Visitador general. Y últimamente su conclusión fue verificada el año de 1778 con orden del Ilustrísimo Señor Cervera.

Con ello se demuestra la razón histórica que ha sustentado siempre a la tradición, pero la tradición hay que sustentarla y esto solo se puede comprobar a través de la documentación que la sustenta.

En 1774 el obispo autorizó su ejecución, contando con el consentimiento del ayuntamiento, pero este pretendía reducir algunos costes, para que además se pudiera llevar a cabo la terminación de la torre. ¿Era un proyecto ambicioso?, probablemente sí. Desgraciadamente desconocemos sus características, lo que sí parece claro es que de su ahorro se derivarían otros beneficios, por lo que, con su reforma, y con ello su simplificación, se llegó a un segundo proyecto que es la obra que conocemos.

Pasado el tiempo, y en fase de construcción, se recibió una carta el obispado [1776], que en términos conminatorios reducía la posibilidad de mayores gastos en la fachada. La portada iba progresivamente engullendo caudales, y esto aunque excesivo según la misiva, no iba a ser la causa de su paralización, pero sí la de su culminación, en ella se preveía que todos los gastos que superasen lo permitido, serían costeados por los responsables de la demasía sobrepasada, que según el obispo serían el mayordomo de fábrica y el maestro Carlos Hermida, quienes para no correr riesgos, deberán ajustarse al segundo plano del maestro catedralicio, del que tampoco tenemos constancia, pero del que sí podemos deducir que era más simple que el primero, sobre todo en elementos ornamentales.

Para acercarnos a la composición estética de la portada, hemos de remontarnos a una obra más cercana, la fachada del crucero de la catedral gaditana, ya que la fachada tarifeña tiene una clara continuación estructural este espacio dinámico, en el sentido de proseguir con los efectos ópticos, mediante la sensación de amplios espacios cóncavos, tanto en las fachadas laterales de la catedral gaditanas, como aquí en la perla del estrecho. Estas fachadas se llevan a cabo a través de una amplia “U” alabeada en retroceso, de fuera hacia adentro, con la que se da la sensación de estar ante una seudoexedra abierta a su vía, en este caso La Calzada, a la que sirve de telón, como si fuera un auténtico ábside público.

Si la fachada tarifeña tiene en planta un claro antecedente en las portadas del crucero de la sede gaditana, en el ático no lo es menos que lo posee con el monte sacro que recorre el ático de la catedral accitana, en la que intervinieran directamente Vicente Acero, primer arquitecto de la nueva metropolitana gaditana, y el tío de Torcuato, Gaspar, su antecesor directo en Cádiz. Pero como sucede en la obra de Torcuato Cayón, el decorativismo de su tío y Acero queda reducido a lo esencial, en función de las nuevas corrientes academicistas, de las que él es un paladín, no en vano obtuvo el título de académico de mérito de San Fernando en 1763; aunque por estas fechas aún lo tardobarroco seguía premiando los gustos de los comitentes de turno.

Vistos los antecedentes inmediatos es hora de recalar en su trama, donde se genera un doble y jugoso diseño vertical-horizontal entre la propia portada-retablo y el ático donde se sitúa el monte sacro, y por otro lado el juego de luz-contraluz, que oponen las columnas blancas frente al color de la piedra, y los vacíos que generan ellas mismas, marcando la línea y el ritmo ascendente de la portada.

En el plano horizontal las amplias y fuertes cornisas son las responsables de las sugestivas líneas dinámicas: en primer lugar, la que separa en el portal el primer cuerpo de columnas del de la hornacina central y, en menor medida la cornisa rota que, enlaza este segundo cuerpo con el monte sacro y que, a su vez se une a continuación con la que recorre la parte superior de la fachada separándola del ático (el monte sacro); una tercera recorre este espacio en la cumbre del monte sacro.

De todas ellas y muy especialmente en la primera, dado su volumen, queda clara su disposición visual muy llamativa: retranqueada en “U” hacia el interior en la portada-retablo de la fachada, en la que se crea un fuerte espacio de claroscuro. De mayor envergadura es la cornisa-frontera rectilínea entre la fachada propiamente dicha y el ático, y a la que se opone la amplia cornisa mixtilínea del monte sacro que lo define, el Gólgota o Calvario, cuyo cenit en la cruz de piedra, que marca el eje de simetría de toda la estructura del Portal.

Todo él compone una estructura dinámica articulada como un monte sacro de tres cumbres, que forman un todo único acoplado perfectamente sobre la fachada, a modo de Calvario. La cumbre central, en consonancia con la portada-retablo, se retranquea desde la fachada, disponiéndose las otras dos en línea con ésta. Junto a la cruz aparecen florones y otros elementos decorativos, que son menores a los dispuestos en el primer plano diseñado por Cayón. Torcuato Benjumeda, discípulo de Cayón, hizo un ático parecido en la iglesia de José, María y Jesús, más conocida como de San José, en Puerto Real, que tanto como el de San Mateo son deudores del que Vicente Acero proyectara para la catedral accitana (Guadix).

Sólo nos queda completar la fachada de esta pieza singular con los paramentos correspondientes al exterior de las naves laterales, que se conforman en función de tarjetones rectangulares centrales de orden gigante con los vértices sobresalientes y pilastras cajeadas en las lindes; ambos elementos decorativos están levemente resaltados sobre el plano. Lamentablemente la calidad de la piedra, la erosión y la humedad no han contribuido a su mantenimiento. Si los materiales hubieran sido otros, su visión resultaría más monumental de lo que es; pero por otro lado no podemos olvidar que responde a una realización completa de un proyecto, algo no muy frecuente por otra parte.

Asociada a esta portada se encuentra la fachada de la actual fábrica de la capilla de Nuestra Señora de Europa en Algeciras (1769), anterior a la tarifeña, y como ésta también atribuida a Torcuato Cayón, o a su círculo, aunque sin documentación que lo sustente. Su estructura es más barroca si se quiere, visible sobre todo en el cuerpo de acceso, pero también irrumpe en ella el neoclásico en el cuerpo superior. También y de igual modo sólo con alguna referencia estética, se ha extendido su atribución a la fachada de la ermita de San Pedro de Alcántara en Ojén (antes de 1775), del proyecto de repoblación que no alcanzara ver la luz en los dominios de la familia Areizaga en Los Barrios.

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