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El Campo de Gibraltar, en alerta naranja

La prosperidad compartida y el sexo de los ángeles

Campo Chico

La Roca dejó de ser una cuestión de Estado, cuando el PSOE recuperó el poder en 2004

Han conseguido que España haya asumido la tarea de hacer posible lo inviable

El Mesón, el mañaneo y nuestros maestros

El Peñón desde El Mirador hacia 1960.

La prosperidad compartida y el sexo de los ángeles son atributos conceptuales de semejante textura, que no sólo están por definir, sino que también presentan serias dificultades a los investigadores y a aquellos a los que les preocupa entender las cosas. El ministro de Exteriores, Albares, ha acogido la terminología como si le hubiera caído del cielo, a modo de recurso ante la incertidumbre y dado que ya no se puede acudir a expresiones tales como "Dios proveerá", "que sea lo que Dios quiera" o "que sea la Providencia quien disponga", que podrían dañar la imagen laica que están obligados a presentar los gobernantes, sobre todo si están a la izquierda del espectro; posición desde la que "laico" es poco más o menos lo mismo que "no cristiano", pues ¿cómo si no, asumirían lo que asumen respecto de cualquiera que sea el dogma con tal de que no sea el cristiano?. A nadie se le ocurriría, feministas incluidos, aludir a la actitud respecto a la mujer que se tiene de hecho y de derecho en el mundo islámico, como tampoco referirse a la fiesta del cordero en términos de maltrato animal. No, no pueden ser tratadas del mismo modo cuestiones relacionadas con el ser y el quehacer propios, con las que lo están con culturas ajenas, importadas a machamartillo. Éstas pertenecen a una esfera habilitada por el buenismo y la tolerancia asamblearia, mientras que aquellas derivan del conservadurismo de las clases privilegiadas.

La ceremonia de la confusión en la que nos tienen sumergidos los actores de la cosa pública, llega a extremos que aun contando con ello, sorprenden por su dimensión. La seriedad se da por admitida en el ejercicio de la diplomacia, y la lealtad al poder constituido, también. Es por eso que uno da por hecho que una persona como Albares debe guardar las formas y tratar de hacer entender al personal cosas así como que hay que visitar la tumba de Hasan II o ponerles un pañuelo en el pelo a las mujeres que acompañen al presidente en las visitas oficiales a Marruecos. Pero no así que evite referirse al carácter militar de la colonia y que declare con contundencia desconocer detalles de la base que, sin embargo, todo el mundo conoce; por ejemplo, su utilización por la Marina norteamericana y su capacidad para albergar y reparar ingenios de propulsión nuclear. La población civil de Gibraltar no es la cuestión, ni la masa trabajadora que entra y sale en la colonia cada día, tampoco. Las historias relacionadas con lo uno o con lo otro, no son más que cuentos para entretener a los fabuladores y distraerlos de lo fundamental, la infraestructura militar y los intereses estratégicos de la Marina británica.

Paralelamente al papel de tinta de calamar que desempeñan la población civil y la masa trabajadora en la colonia británica, no faltan recursos al norte de la verja, para tratar de que no se advierta la gran cantidad de motivaciones que muchos españoles tienen para que las cosas sigan como están. Evito decir España, por cuanto el Estado sufre las consecuencia derivadas del riesgo nuclear que amenaza de modo permanente a cerca de trescientos mil españoles, de la incidencia fiscal causada por el desequilibrio impositivo, del fraude que supone para las arcas públicas tener a mano un paraíso fiscal incontrolable, de la dependencia regional materializada en varios miles de trabajadores que cruzan la veja cada día y de la generación de una economía sumergida de muy difícil cuantificación; sin tener en cuenta el daño moral y los efectos secundarios que todo ello supone para el sector más joven de la población vulnerable que vive en el territorio.

El último informe del Instituto de Estudios Económicos (IEE), un laboratorio de ideas independiente, que se financia a través de las cuotas de las empresas asociadas, sitúa actualmente a España por encima del 42% del producto interior bruto (PIB), en volumen impositivo. O sea, los impuestos suponen una cantidad próxima a la mitad de la producción total del Estado en bienes y servicios. Eso quiere decir que si España fuera una empresa, casi la mitad de su producción se generaría a través de los impuestos recaudados a sus propios trabajadores. El presidente del IEE, Íñigo Fernández de Mesa, del cuerpo técnico de Economistas del Estado, declaró no hace mucho al respecto, que la presión fiscal en España "supera todos los registros históricos y, aun así, se pretende incrementar los ingresos tributarios para 2023". Por supuesto que esa presión fiscal ya está por encima de la media europea, lo que teniendo en cuenta que la media del salario en España está alrededor de un 21% por debajo del salario medio europeo, se traduce en que mientras se gana bastante menos, se paga bastante más de impuestos. El informe analiza la fiscalidad en 38 países y sitúa a España en el lugar 24 en competitividad fiscal; es decir, la eficiencia fiscal, la capacidad para dinamizar la economía del sistema tributario, es de las últimas entre los países de economía avanzada. De modo que el referido informe cuestiona seriamente al sistema tributario, hasta el punto de señalar que "es una excepción en las economías más desarrolladas de la eurozona, el futuro del sistema tributario, a corto y medio plazo, parece enfocado a la posibilidad de seguir aumentando la recaudación obtenida de empresas y familias".

Tenemos, por lo tanto, en la salsa de un Estado endeudado a lustros vista, un sistema fiscal ruinoso y una economía sumergida insoportable, que son el fondo de una superficie comercial en la que uno de los paros mayores de Europa cohabita con una elevada oferta de empleo. La oferta y la demanda parecen conjugar en España una convivencia imposible, en la que no interactúan a la inversa como indican los textos elementales de economía sino, muy al contrario, se alimentan entre sí. Mientras tanto, la actitud del Gobierno respecto a la colonia puede sintetizarse en el grito de guerra: ¡salvemos Gibraltar! Trabajemos para que la colonia sea próspera y continúe dañando a la región española a la que pertenece, mientras petroleras, tabaqueras, constructoras y especuladoras inmobiliarias se benefician del totum revolutum formado por los efectos de proximidad de una zona fuera de todo control, cuyos próceres saben que o son británicos o no son nada. Porque el precio que pagan por serlo, su propia seguridad y su sumisión absoluta al dictado militar, es intransferible.

Hace unos años la asociación de técnicos de Hacienda (Gestha) aireó una evidencia: España surte a la colonia de los productos con los que luego se practica el contrabando. El tabaco y los derivados del petróleo son exportados a Gibraltar libres de IVA y demás impuestos, para que luego, esos derivados sean distribuidos en gasolineras flotantes entre los buques mercantes (y no mercantes, naturalmente) que lo requieran a través de la técnica de trasvase conocida como bunkering. Hay una estimación de Gestha, del año 2012, que cuantifica en más de 2.100 millones de euros, el valor de los derivados del petróleo vendidos a Gibraltar; alrededor de 1.200 en 2011 y algo menos de 800 en 2010. Se supone que la media podría situarse en 1.000 millones anuales.

Fuentes de la Agencia Tributaria española (AEAT) se refirieron a la duplicación de las importaciones de tabaco realizadas por Gibraltar, entre 2006 y 2013, de 60 millones de cajetillas a 120 millones. El tabaco es un referente esencial en la economía del Peñón; algunas fuentes, la AEAT por ejemplo, calculan que la tercera parte de su presupuesto está asociada a la venta de tabaco.

El Gobierno español debe de ser consciente de que no hay solución viable para el contencioso, en el panorama dejado por el Brexit. Pero la dificultad no estriba en lo que se dice, sino en lo que se oculta deliberadamente: la condición militar de la colonia y la cuasi infinita cantidad de intereses, la mayoría inconfesables, acumulada a lo largo de tres siglos. ¿Puede la Unión Europea reconocer una base militar ajena, en su propio seno? ¿Es posible que Europa haga un aparte precisamente con una colonia militar controlada por una potencia exterior, que para más inri ha abandonado la Unión voluntariamente? No sé si a alguien le da la razón y la inteligencia para responder a estas preguntas. Gibraltar, para estar en Europa, es absolutamente necesario que deje de ser lo que es. Para España, la vieja reivindicación de reintegrar la Roca al territorio nacional dejó de ser una cuestión de Estado, cuando el PSOE recuperó el poder en 2004. Para el Gobierno de "fondo sur" presidido por Rodríguez Zapatero, con Miguel Ángel Moratinos al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Gibraltar se convirtió en una realidad asumida. Naturalmente, no fue un hecho aislado, sino una consecuencia más de una vuelta a las andadas. Me refiero a aquellas funestas andadas que el Partido emprendió en 1931. No estábamos ya ante el PSOE actualizado en Suresnes a mediados de octubre de 1974, cuando la generosidad y el patriotismo de Nicolás Redondo Urbieta, facilitó el rejuvenecimiento de sus mandos y timoneles, sino ante el sectarismo de radicación marxista que tanto infortunio ha traído al mundo.

El largo (en el pesar) y desafortunado período entre abriles de 2004 a 2008, llevaba en la mochila el mayor atentado de nuestra historia, el del 11 de marzo, cuya inspiración y realización nunca conoceremos con detalle. Provocó, o ayudó al menos a provocar, con la colaboración de la torpeza de algunos actores principales del Gobierno Aznar, la victoria del PSOE en las elecciones celebradas el domingo día 14, tres días después del terrible atentado en el que murieron 192 personas y pasaron de 2.000 las heridas. A la tragedia le siguieron manifestaciones masivas e, inmediatamente, los comicios. Con anterioridad al atentado, los pronósticos daban casi unánimemente la victoria al Partido Popular, pero los resultados iban a estar afectados, probablemente muy afectados, por la situación. Hubo una participación alta, de más del 75% del electorado, superior a la media (72,28), y contra lo vaticinado por la mayoría de las encuestas, con un líder casi desconocido, el PSOE obtuvo el 42,59% de los votos emitidos; tanto en esas elecciones como en las de 2008, el PSOE sería respaldado por más de once millones de votantes; en términos absolutos, el mayor montante obtenido por un partido político en España en toda sus historia. En palabras del articulista, ateo confeso y ferviente republicano, Víctor Arrogante: "Los resultados de las elecciones del 14 de Marzo, que ganó el PSOE, estuvieron condicionados por los atentados, y por las mentiras vertidas durante los tres días de gestión del gobierno de José María Aznar".

El día 21 de julio de 2009, el ministro Moratinos, del Gobierno Zapatero, visitó oficialmente Gibraltar. Fue la primera vez desde el tratado de Utrecht, que un miembro de un Gobierno español hacía algo semejante. Además, dos años después, abrió en la colonia una sede del Instituto Cervantes, que cerraría el Gobierno Rajoy pasados cuatro años. Nunca debió de abrirse en Gibraltar, un territorio colonial sobre el que no se reconoce titularidad ajena, una entidad destinada a la enseñanza de la lengua y de la cultura española en el extranjero. En todo ello, jugó un rol decisivo la familia socialista en el Campo de Gibraltar, el colectivo institucional más proclive al desarrollo del capitalismo de dudoso registro y la república de bufetes que se significan como el aparato circulatorio de la colonia. De esos recovecos procede el señalamiento de la idoneidad de esa apertura y de la designación del sociólogo linense Francisco Oda Ángel como director de la entidad. Oda permanecería en ese destino durante el tiempo en que la sede estuvo abierta y cuando se cerró, fue destinado a la de Manchester-Leeds en Inglaterra. Desde 2020 dirige la de Tetuán. En esos años, Gibraltar dejó de ser una reivindicación española para convertirse en un objeto diplomático necesitado de un acuerdo entre el Reino Unido y España para la preservación ad libitum de su estatus. Los interlocutores socialistas de los gobernantes locales de la Roca, las organizaciones de adeptos a sueldo, a la causa yanita y la legión de plumillas, voceros y otras especies contratadas para el lavado de cara y tipo, han ido integrando una masa que complementa a las actitudes derivadas del caudal de intereses, confesables e inconfesables, que se ha ido generando. Entre todos han dejado exhaustas a las arcas coloniales, pero han conseguido que España haya asumido la tarea de hacer posible lo inviable. Y en eso estamos.

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