El Puerto de Tarifa en los siglos XVIII y XIX
Estampas del Campo de Gibraltar
A pesar de los problemas para el desarrollo de las actividades marítimo-portuarias fue un lugar frecuentado para la carga y descarga de mercancías y el transporte de tropas
El puerto de Algeciras: comercio legal con Gibraltar y contrabando en el siglo XVIII
Algeciras/Las escasas cualidades portuarias de Tarifa, situada en pleno Estrecho y sin espacios de aguas abrigadas (desembocadura de algún río, estuario o ensenada), no permitieron a lo largo de su historia el establecimiento y consolidación de un puerto en su litoral.
Sólo la presencia de la isla, unida al continente en su lado norte por un tómbolo de arena practicable con la bajamar, y la extensa playa de los Lances ofrecían lugares aptos para el embarque y el desembarque de tropas y mercancías o para la realización de las demás labores propias de un enclave portuario.
A pesar de los problemas que presentaba para el desarrollo de las actividades marítimo-portuarias, desde, al menos el siglo X, fue un lugar frecuentado por navíos para la carga y descarga de mercancías y el transporte de tropas, favorecida, esta función por su estratégica posición geográfica (a 14 kilómetros de la costa africana).
El comercio de cabotaje
Son numerosas las referencias que se poseen de la actividad comercial desarrollada por el puerto de Tarifa en los siglos XVIII y XIX, sobre el abasto de Ceuta y sobre la labor predatoria efectuada por los navíos corsarios con base en su puerto. La construcción de jabeques, faluchos, místicos y laudes que se documenta en las atarazanas de la ciudad desde, al menos, principios del siglo XVII y la importancia que la navegación de cabotaje tuvo en la Edad Moderna para el abastecimientos de las ciudades costeras que, como Tarifa, se hallaban mal comunicadas con el interior, favorecieron el comercio marítimo mencionado en la documentación de la época.
Según el Catastro de Ensenada (1752), en el puerto de Tarifa estaban censadas 14 embarcaciones que se dedicaban al comercio de cabotaje. Con la decadencia del corso en aguas del Estrecho, a partir de 1815, los faluchos dedicados a esta lucrativa actividad se reconvirtieron para dedicarse al comercio de cabotaje realizado con puertos norteafricanos (Ceuta, Larache o Tánger) y del litoral levantino y andaluz (Alicante, Cartagena, Málaga, Algeciras, Gibraltar, Cádiz, Puerto de Santa María o Sevilla). Los faluchos que hacían la navegación de cabotaje se caracterizaban por su tamaño mediano, gran velocidad, maniobrabilidad y facilidad para navegar de bolina.
Las buenas relaciones de la Corona de España con el sultán Sidi Muhammad ben ‘Abd Allah, a partir de 1765, pero, sobre todo desde que en 1767 se firmó un Tratado de Paz y Comercio entre ambos reinos que garantizaba la libertad de comercio, pesca y navegación entre los puertos de las dos Naciones, favorecieron los intercambios comerciales entre Marruecos y España y, especialmente, las relaciones mercantiles entre los puertos de Andalucía y los del sultanato alauí. El Tratado se firmó el 28 de mayo de 1767 y, entre otras estipulaciones, recogía un acuerdo para que en arsenales españoles se pudieran reparar barcos marroquíes. España, a partir de esa fecha, mantuvo consulados en Larache, Tánger y Tetuán y el monopolio de comercio con Casablanca.
Desde la firma de ese Tratado, incluso en años anteriores, se documenta una gran actividad mercantil entre los puertos de Tánger y Tarifa. En el verano de 1766, el Ayuntamiento de la ciudad dio cuenta de la gran cantidad de ganado africano que se desembarcaba en las playas tarifeñas y que procedía de Tánger. Aunque este ganado había sido adquirido por comerciantes foráneos, el transporte desde la otra orilla se había efectuado por armadores y barcos de Tarifa, como refiere Carlos Posac. Uno de los comerciantes más activos era Marcos Núñez, que se encargaba de proveer a la ciudad de ganado vacuno procedente de Berbería. A pesar de la abundancia de reses vacunas que pastaban en los campos de Tarifa, la documentación conservada da fe de un activo comercio de ganado desde Marruecos en la década de los sesenta del siglo. En las listas de movimientos de embarcaciones españolas confeccionadas por los cónsules de Larache, Tánger y Tetuán, aparecen siempre embarcaciones de Tarifa. En el año 1767 del puerto de Tetuán-Río Martil salieron tres barcos para Tarifa que pertenecían, dos a José Romero y Nicolás Gómez, faluchos que portaban cargamentos de harina, y el tercero, el barcolongo del patrón Amato, que llevaba la misma mercancía.
Las relaciones con el puerto de Tánger fueron muy intensas. En el último trimestre de 1767 el número de barcos que salieron de ese puerto con géneros para Tarifa fue de 61. En las citadas listas se mencionan a numerosos faluchos y otro tipo de barcos tarifeños que frecuentaban los puertos de Tánger, Tetuán y Larache, entre ellos los faluchos de Diego Fuentes, Esteban Badía y Fernando Arias, éste de 300 quintales de capacidad de carga; el laúd de Esteban Cazalles; el jabeque de Cristóbal Román y las tartanas de Francisco Gómez y de José Toribio. Casi todos estos navíos transportaban ganado vacuno y, algunos, harina.
En el año 1801 el comerciante Juan Izquierdo suministraba por mar aceite procedente de Estepa a la ciudad de Tarifa. Se comprometía a suministrar las cantidades anuales necesarias para el consumo de los vecinos ―unas 5.000 arrobas aproximadamente― y se obligaba a realizar este abasto durante los doce meses del año, excepto si hubiese enfermedades o contagios en el partido de Estepa, en cuyo caso se comprometía a abastecer a la población con aceite procedente de otros lugares (Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras, Sección Algeciras. Libro del año 1801).
En 1844, según Pascual Madoz, entraron en el puerto de Tarifa 227 buques que efectuaban comercio de cabotaje y salieron 271. En el mismo año se importaron, procedentes de otros puertos de España, artículos por un total de 1.186.725 reales de vellón, destacando aceite, azúcar, café, cebada, cueros y tablones de madera. Se exportaron, en el mismo período de tiempo, mercancías por un valor de 1.689.125 reales, sobresaliendo el carbón vegetal, el corcho, los ladrillos, las naranjas y el trigo.
Tarifa y el abasto de Ceuta
Al margen de la función de fortaleza costera encargada de la vigilancia del Estrecho y de la costa magrebí, el puerto de Tarifa desempeñó un destacado papel en los siglos XVI y XVII en el mantenimiento de la plaza de Ceuta, frecuentemente hostigada por los marroquíes y necesitada siempre de una constante vinculación con el litoral norte del Estrecho de donde le llegaban soldados, armas y vituallas. Según Correa de Franca, el sultán Mulay Ismail inició un largo asedio de la plaza española en 1694, prolongándose durante veintiséis años hasta 1720.
Habiendo sido tomada Gibraltar por la escuadra angloholandesa en el verano de 1704, desde cuyo puerto se abastecía Ceuta de alimentos, hombres de refresco y munición, la ciudad norteafricana corría grave peligro de perderse. Tarifa, que ya venía siendo desde los comienzos del asedio, uno de los puertos desde el que llegaba ayuda a los ceutíes, tuvo que incrementar las labores de abastecimiento de la plaza sitiada. En las décadas siguientes, la renacida Algeciras y el puerto habilitado en el Tolmo, serían otros puntos de conexión marítima con Ceuta.
Andrés Sarriá, en su excelente libro Tarifa a comienzos del siglo XVIII, reseña varias noticias que demuestran la importancia que adquirió Tarifa en el abasto de la ciudad norteafricana. Según este autor, en 1699 desde Tarifa cruzaron 43 soldados siguiendo las órdenes del duque de Alburquerque, capitán general de las costas de Andalucía. Siete meses después, el 28 de abril de 1700, desembarcaron en el puerto tarifeño siete compañías del tercio de Córdoba procedentes de Ceuta.
En palabras de este notable investigador, el puerto de Tarifa se convirtió en el sustituto del gibraltareño. A continuación menciona numerosas noticias relativas al embarque o desembarque de tropas y efectos militares con destino a Ceuta o que procedían de la citada ciudad.
El abasto de Ceuta se realizaba por el sistema de asientos, mediante el cual el Estado cedía a particulares el derecho a suministrar determinados productos durante un cierto período de tiempo. En los primeros años del siglo XVIII, el asiento de las provisiones ordinarias de Ceuta y Gibraltar estaba en manos de Gabriel de Campos, un importante hombre de negocios gaditano que ejercía una especie de monopolio, ya que controlaba todo el abasto en la zona del Estrecho. En Tarifa, a lo largo del siglo XVIII, la representación del abasto de Ceuta la ostentaron, según Antonio Carmona Portillo, Agustín Jaime Cordero, Domingo Villanueva, Francisco Guiaza y Sebastián Arcos. La necesidad de abastecimiento de víveres a Ceuta durante las primeras décadas del siglo fue constante, dada la intensidad del asedio marroquí y el obstáculo que representaba la presencia de la flota inglesa en Gibraltar. Para paliar la penuria que frecuentemente sufría la ciudad y su guarnición, se dieron órdenes que obligaban a los pueblos y ciudades cercanas a mantener una constante vía de abastecimiento, especialmente de alimentos, como la carne, desde Algeciras, y el trigo, desde Málaga, Vejer o Tarifa.
En 1720, con motivo de la expansión de la peste entre los ceutíes, se instalaron en Tarifa dos hornos para poder suministrar a la guarnición ceutí el pan necesario, escribe Andrés Sarria Muñoz, siendo nombrado Juan Velarde para que llevara a cabo su instalación y posterior administración. Desde el puerto de Tarifa también se suministraba a la población ceutí, según Antonio Carmona, leña, carbón vegetal, garbanzos, carne de cerdo y vacuno, carneros y cabras.
(Extractado del libro El Puerto Bahía de Algeciras. 3000 años de historia, UNED-Madrid, Algeciras, 2013).
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