Ramón Puyol. Testimonio gráfico (1940-1943) (I)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

Este artículo analiza la figura de Ramón Puyol en un periodo clave de su trayectoria vital, aquel que tiene lugar tras el final de la Guerra Civil.

Acabada la guerra, no se encontraba entre los vencedores, lo que le llevó a la cárcel y a un juicio sumarísimo en el que, sorprendentemente, fue juzgado por apoyar la sublevación

Ramón Puyol pintando un cuadro de tema marinero durante su estancia en El Escorial.
Ramón Puyol pintando un cuadro de tema marinero durante su estancia en El Escorial.

Algeciras/Este artículo completa la visión de El periplo carcelario de Ramón Puyol Román (1939-1944) a través de la expresión plástica conservada de su trasiego carcelario. Dos serían los aspectos a tener en cuenta en su desarrollo, el primero de ellos, tal vez el más acuciante para él, sería el de cómo reducir su condena mediante el trabajo en los talleres penitenciarios, una vía prevista por los nuevos legisladores en su corpus represivo; es lo que se describe en el apartado El artista que quería rescatarse; mientras el segundo, sin duda el más personal y por ello el más emotivo, es el de cómo reflejaba su propia situación, lo que veía y su desolación en definitiva; es lo que se desgrana en el epígrafe El artista que no podía dejar de serlo.

Así pues, su labor plástica hay que considerarla desde estas dos perspectivas, la “oficial” y la “personal”. Sin duda, lo más interesante, por su valor de testimonio gráfico íntimo, no son los bocetos para los talleres, sino los dibujos que hacía a la sombra de las normas penitenciarias, con los pobres medios que contaba, cuartillas y lápices, fáciles de ocultar.

El artista que quería rescatarse

Era necesario acortar la condena lo máximo posible y, ante la inercia de la dinámica penitenciaria, decidió solicitar mediante un oficio al presidente del Patronato Central para la Redención de Penas, un destino “donde sean útiles los servicios de su profesión”. Gracias a los informes favorables de los responsables de la cárcel de Porlier, en la que se encontraba cumpliendo condena tras el juicio, consiguió que se le trasladase, el 22 de enero de 1942, de la galería sexta del tercer cuerpo a la Prisión de Comendadoras, para trabajar en los Talleres de Arte de la misma, lo que tuvo lugar el 24 de febrero. Durante su estancia en esta prisión, del 26 de febrero al 24 de agosto, estuvo trabajando de cartógrafo, según el informe del director de la prisión a la dirección del Patronato Central para la Reducción de Penas, lo que le supuso una disminución de 182 días en el resto de su condena.

Con la creación del Patronato Central para la Redención de Penas por el trabajo en 1938 y con los sucesivos decretos que concedían la libertad condicional, a partir del primero de ellos el 9 de junio de 1939: “se facilitaba [por un lado] la reconstrucción del país y [por otro] se solucionaba el grave problema del mantenimiento de una enorme población reclusa. Dos eran los fines previstos en la normativa, expiar parte de la condena y utilizar mano de obra barata en beneficio del Estado y por consiguiente de las empresas privilegiadas, a cambio se les reducía a los presos que podían acogerse a este beneficio, la condena en un día por cada dos de trabajo, y se les posibilitaba la libertad condicional”.

En los informes elaborados con este fin para las autoridades competentes se hacía constar: “que [los presos] y mantenían buena conducta habían dado muestras de arrepentimiento, [y] con ese fin se llevaban en cuenta aspectos relacionados con el cumplimiento de signos externos como dar los correspondientes vivas al Caudillo, al Glorioso Ejército y a la España Católica, con las formalidades al uso: brazo extendido y mano abierta”.

'Comunes'. Dibujo. Colección Puyol
'Comunes'. Dibujo. Colección Puyol

Este decisivo periodo comienza una vez sentenciado, cuando se le devuelve el 29 de diciembre de 1941 a la cárcel de Porlier para que cumpliera su condena. En esta cárcel, la Provincial de Hombres número 1, estuvieron entre otros el pintor valenciano Juan Manaut Viglietti (1943-1944); el dibujante navarro Lorenzo Aguirre; el dibujante y caricaturista Joaquín Sama Naharro; el dibujante y pintor madrileño Enrique Martínez Tejada y Echevarría; el también madrileño José Robledano Torres; el sevillano Andrés Martínez de León; el dibujante, pintor y arquitecto alcoyano Miguel Abad; el fotógrafo manchego Teófilo Torres Ramos; el por aquel entonces dibujante Antonio Buero Vallejo o el dibujante y poeta José Hierro. Entre los escritores y periodistas cabría destacar a Julián Zugazagoitia, Javier Bueno, Cruz Salido, Cipriano Rivas Chérif, Ramón Iglesias, Antonio Hoyos y Vicent o los dirigentes anarquistas Melchor Rodríguez García y Cipriano Mera.

En agosto de ese mismo año, 1942, fue trasladado de Comendadoras a la prisión central de Yeserías, pero permaneció poco tiempo en ella ya que el 30 de septiembre fue transferido a El Escorial, permaneciendo allí hasta el 12 de abril del año siguiente, regresando de nuevo a la prisión madrileña, su último destino carcelario. De este periodo recordaría: “No dejé de pintar jamás, en los talleres penitenciarios. Después formé parte del equipo de artistas que decoró y restauró “El Escorial”. Trabajé en techos, paredes, tapices, etc. [Esto] me valió una compensación por trabajos, de veinte años de prisión. Éramos unos sesenta. Teníamos hasta permiso de dos horas de paseo y el domingo libre. Sólo se fugó un artista de tapices. Yo estuve allí seis meses. Quedé libre relativamente pronto”.

Del periodo escurialense solo se conservan varias fotografías en la colección familiar. En una de ellas, la que aparece en esta comunicación, se le ve retocando una pintura de tema marinero. El único trabajo documentado durante este periodo es el que llevó a cabo en la decoración del “Batallón Ciclista de El Escorial”.

Tanto esfuerzo tuvo su recompensa. El 1 de diciembre de 1943, por acuerdo de la Junta de Disciplina, se da cuenta a la dirección del Patronato Central de Nuestra Señora de la Merced, para la Redención de Penas por el Trabajo, de la buena conducta y sus méritos, porque “hace una labor meritoria por todos conceptos, colaborando con entusiasmo digno de elogio a las indicaciones de la Dirección, estando siempre dispuesto al trabajo y poniendo su arte y conocimientos a disposición de los Jefes de la Prisión para la realización y ejecución de las obras de arte para el Establecimiento y que sirven de exponente ante la Superioridad, demostrando el adelanto y labor eficaz llevados a cabo en el mismo, fomentando el cultivo de la pintura, sin reparar en sacrificio alguno”.

Una nueva medida no tardaría en beneficiarle, esta vez de carácter general. El 17 de diciembre se acordó la última gran medida de excarcelación a través de la libertad condicional, que beneficiaría en esta oportunidad a los reclusos con penas de veinte años y un día y aquellos con condenas superiores en determinadas circunstancias. Sin duda, este tipo de medidas repercutiría en el progresivo vaciamiento de las cárceles, que se habían llenado hasta el colapso desde el inicio del conflicto.

Afortunadamente, reunía todos los requisitos previstos, como buena conducta, y en su condena no aparecía como “responsable de homicidios, crueldades u otros hechos análogos”; y, si bien no había cumplido los cinco años de condena mínimos prescritos, sí se beneficiaría del hecho de que sumadas las remisiones de condena por el trabajo y el tiempo de reclusión, se le podían computar los cinco años señalados y si, además a ello se le añadía una nueva reducción a la vista, le quedaba claro que su tiempo carcelario tenía los días contados. Al regreso a Yeserías el día 13 de diciembre, se convierte en profesor de grabado y pintura en la Escuela de Capacitación Profesional “Esteban Gómez Gil”. El 22 se recibió la primera Redención extraordinaria de seis meses por acuerdo del Patronato con el motivo de la inauguración del Hospital Penitenciario y el 28 se interesó por primera vez la Junta Provincial de libertad vigilada por su situación.

A partir del 8 de enero de 1944, se le pidió información al director de la prisión de Yeserías —se vuelve a pedir el 17— sobre los trabajos llevados a cabo, para tenerlos en cuenta en una futura reducción de pena. El 18 de enero se reitera la solicitud de informes por parte de la Junta de Libertad Vigilada y el 1 de febrero la Junta de Disciplina de la Prisión de Yeserías la eleva a la Comisión Provincial. Llega por fin la ansiada propuesta de libertad condicional, que la recibe el día 5. Esta acuerda previamente el día 8 concederle una redención extraordinaria de seis meses, que se hará efectiva el 20. Los trabajos que le permitieron recibir esta gracia fueron: “La decoración del Batallón Ciclista de El Escorial y dirección artística de las obras. Decoración total del Teatro de esta Prisión. Retablo para la Capilla de Alcalá de Henares”.

'Autorretrato en la cárcel'. Dibujo preparatorio para grabado.Colección Puyol.
'Autorretrato en la cárcel'. Dibujo preparatorio para grabado.Colección Puyol.

Ya se acerca el fin de esta agónica lucha por la semilibertad.

El 10 de marzo se le pensaba trasladar a Alcalá de Henares para la realización de “unos trabajos”, pero por certificado médico no se le condujo al que hubiera sido su último destino. Poco tiempo le quedaba ya en este purgatorio. Al fin, el 25 se le concedió la libertad condicional, junto a otros dos compañeros, en virtud de acuerdo de la Junta de Disciplina de la prisión de Yeserías, entregándosele el certificado de libertad.

Con ello quedaban sancionadas sus culpas con la justicia de los vencedores, pero ¿cómo había acabado él? No volvió a ser el mismo, ni siquiera su forma de pensar el arte. Ahora que se reintegraba a la nueva sociedad, ya no era el mismo.

Durante este periodo tuvo una vida errante por Madrid, con varios domicilios. Recuperó su oficio de dibujante y pintor, ganando alrededor de 2.500 pesetas mensuales, según consta en el censo de productores de la capital, pero su forma de expresarse había cambiado radicalmente.

Durante este proceso hubo una persona que destaca para él por encima de las demás. Así lo recordaba: “Empieza a cumplir su condena. Pasan unos años y don Eduardo Aunós —que había sido director de la última prisión en la que estuvo Ramón Puyol— es [nombrado] Ministro de Justicia —con él tendría luego una gran amistad que perduró hasta la muerte del político—. Da un decreto especial para los que tienen condena de 20 años y un día, que se hace extensivo a algunos casos, como el de Ramón Puyol, con penas de 30 años y un día. De toda España, [solo] diez presos en esta última situación reciben el especial indulto”.

Eduardo Aunós Pérez, Ministro de Justicia de 1943 a 1945, fue el propulsor de la Causa General instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España, y fue decisivo en su despegue hacia la libertad.

En su condición de profesor de la Prisión Escuela de Yeserías, tomó parte activa en los actos con los que se inauguró el Hospital Penitenciario. Para el evento, que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1943, hizo el folleto de los actos programados y dirigió la ejecución de los decorados para la obra de Pedro Muñoz Seca ¿Qué tienes en la Mirada?, que se representó ante sus compañeros.

Dos fueron las cárceles madrileñas claves en este trasiego: Comendadoras —24-02-1942 a 24-08-1942, 3a vez— y Yeserías —24-08-1942 a 30-09-1942 y 12-04-1943 a 25-03-1944—, sin olvidar el batallón de El Escorial —30-09-42 a 12-04-1943—. En la primera de ellas sirvió como cartógrafo, empleo que ejerció durante el conflicto como “soldado de la 44 Brigada Mixta roja, Sección de Cartografía y Comisariado, [en el] frente de El Pardo”. En Yeserías fue profesor de grabado y pintura en la Escuela de Capacitación Profesional “Esteban Gómez Gil”, mientras que de su labor en El Escorial solo figura en la escueta documentación que decoró el Batallón Ciclista, aunque él mismo dirá que: “Estuve seis meses en el Escorial redimiendo pena por el trabajo, en donde restauré parte de los frescos”, como ya hemos visto.

La obra que desarrolló durante este tiempo habría que encuadrarla bajo el paraguas de “reparadora”, que le daban los nuevos legisladores, porque su objetivo final era redimir penas por el trabajo. Él tampoco le buscaba otro; de hecho, de ella solo se conservan algunos ejemplos en la colección familiar, dos bocetos de puro carácter infantil y festivo y uno de homenaje a la música, reflejada en un contrabajo y varias fotografías de su periodo escurialense. Para él no tenía otro interés que el práctico, de reducir su estancia en las cárceles franquistas; otra cosa representaría la obra que nos deja traslucir su día a día.

El artista que no podía dejar de serlo

Las expresiones plásticas de los artistas republicanos en las cárceles del franquismo conforman un tema reciente en la Historia del Arte Contemporáneo Español, que se está poniendo en valor en las últimas décadas. Cómo hay que considerarlo: como una expresión artística en toda regla o solo como una expresión gráfica puntual, sin más pretensión, como un ejercicio de denuncia, de evasión o un laisser passer, es decir, como un simple ejercicio de cotidianeidad. No existe unanimidad en torno a su concepción, porque si bien en un principio son una obra de evasión de la dura realidad, su dramaturgia le va añadiendo matices. La primera obra de conjunto, en la que se lleva a cabo una revisión sobre este punto tan trascendental de la posguerra sobre estas muestras del diario discurrir de parte de los artistas plásticos republicanos en las cárceles franquistas, es el estudio de Francisco Agramunt Lacruz, Arte y represión en la Guerra Civil española. Artistas en checas, cárceles y campos de concentración. En él se pone en valor la obra de aquellos que no pudieron sustraerse a la represión y que, a pesar de su alienación, se sobrepusieron en parte a ella, creando, en la intimidad de la clandestinidad carcelaria, estas muestras de expresiones de su devenir diario que, con el paso del tiempo, se han convertido en un duro testimonio de la vida carcelaria.

En líneas generales, hoy por hoy, este tipo de documentación plástica no pasa de considerarse como una producción menor o anecdótica, porque no reúne, según las reglas vigentes, los requisitos para su exhibición, aunque afortunadamente esta situación de partida está cambiando.

El caso más cercano y de mayor relevancia mediática fue el de la recuperación de la obra carcelaria del profesor valenciano José Manaut Viglietti —Liria, Valencia, 1898-Madrid, 1971—, al que la Universidad Carlos III de Madrid le dedicó una exposición en 2002 y la galería madrileña Amador de los Ríos una retrospectiva en 2004. Tras la derrota se le acusó de masón e izquierdista y por estos delitos fue apartado de su función docente y condenado, ¡cómo no!, por “adhesión a la rebelión”, a una pena de doce años y un día de reclusión. Su estancia en las cárceles franquista se redujo a dos años, ambas a cumplir en Madrid, en Porlier —1943- 1944— y Carabanchel —1944—. Tras obtener la conmutación de la pena fue desterrado a Durango en Vizcaya —1944-1945— y luego regresaría a Madrid, donde obtuvo el indulto en 1949.

Artículo publicado en el número 53 de Almoraima, revista de estudios campogibraltareños.

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