Recuerdos de La Almoraima (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños (IECG)
La belleza y el exotismo de la exuberante flora que rodeaba al palacio de los duques de Medinaceli, primitivo convento remodelado, convirtió al enclave en un lugar de referencia para la aristocracia española e inglesa
Castellar/Desde la antigüedad, el castillo de Castellar de la Frontera fue un enclave estratégico utilizado por los romanos para controlar el valle del río Guadarranque (Wadi-Ramke o río de las yeguas) y la calzada que unía Carteia con Jimena de la Frontera (Oba) y Ronda (Arunda). La importancia que tenía la fortaleza, desde un punto de vista militar, es puesta de manifiesto por el padre mercedario fray Pedro de San Cecilio, que en el año 1669 escribe: “En la cumbre de uno de estos montes, en el más eminente, está la villa de Castellar, de pequeña vecindad, y de ella corre la vista tan licenciosa, que de esta parte, y la otra del mar de Levante, alcanza los reinos de Sevilla, Granada, Gibraltar, Algeciras y Fez e Imperio de Marruecos”.
En 1839, a consecuencia del proceso desamortizador iniciado por Mendizábal, el edificio convento y la finca de La Almoraima fueron confiscados por la Hacienda Pública hasta que en el año 1852 el XV duque de Medinaceli, don Luis Tomás Fernández de Córdoba, entabló demanda de propiedad solicitando su reversión y fallando el Tribunal Supremo a su favor y pasando de nuevo La Almoraima a la Casa Ducal de Medinaceli. Una vez en propiedad de los duques de Medinaceli, estos llevaron a cabo una serie de reformas arquitectónicas, transformando el histórico edificio conventual en un lujoso palacio que pasó a ser su residencia durante las épocas de estío.
En la parte baja de la torre del convento se conserva una inscripción en azulejos: “En 1865 fue reedificado este edificio por el Excmo. Señor don Luis Tomás Fernández de Córdoba, Duque de Medinaceli y en 1889 lo mandó restaurar y aumentar la Excma. Señora doña Casilda Salabert y Arteaga, Condesa de Ofalia y de Estrada, Duquesa de Santo Mauro”. A partir de esta fecha, coincidiendo con el auge de la industria corchera y la firma del contrato de arrendamiento de corcho suscrito entre la Casa de Medinaceli y Ricardo Larios en 1888, La Almoraima se convertiría en el centro económico de Castellar de la Frontera.
La mayoría de los vecinos de la villa dependían del trabajo temporal que les proporcionaban el administrador del duque y los contratistas que monopolizaban la explotación de los recursos forestales, agrarios y ganaderos. La belleza y el exotismo de la exuberante flora que rodeaba al palacio de los duques, primitivo convento remodelado, convirtió a dicho enclave en un lugar de referencia para la aristocracia española e inglesa, establecidos en la colonia de Gibraltar, así como de las coronas europeas. El edificio Convento continuó siendo residencia de la Casa Ducal de Medinaceli hasta que se produjo la venta de la finca al holding Rumasa en 1973.
Referencia para la aristocracia de principios del siglo XX
En 1868, el duque de Santo Mauro, padrastro del XVII duque de Medinaceli, realizó una profunda reforma al antiguo edificio conventual para convertirlo en un lujoso palacio al que acudirían miembros de la nobleza y aristocracia española y europea. Dicho enclave cobraría aun mayor relevancia a partir de la inauguración de la línea férrea entre Bobadilla y Algeciras en 1890. Fecha en la que se construyó el apeadero de La Almoraima para uso exclusivo y privado de la Casa Ducal de Medinaceli facilitando poder llegar a la finca desde Madrid.
Por esta pasarían personajes ilustres como el rey Alfonso XIII, su esposa la reina Victoria Eugenia, Winston Churchill, la familia Larios y un largo etcétera. El uso de este andén también se destinó para dar salida a las materias primas procedentes de la finca con destino nacional e internacional. De esta forma, La Almoraima se puso de moda en la Corte. El XVII duque de Medinaceli había convertido la finca en uno de los más selectos cotos de caza mayor del país debido a la notable cantidad de corzos que tenía, escasos en la época. El duque formaba parte del reducido grupo de monteros que habitualmente acompañaban al rey Alfonso XIII, de quien era amigo de la infancia. Por consiguiente, era habitual la presencia de la familia real en las fincas de los Medinaceli, durante las cacerías que organizaba el duque.
Resaltaba la exuberancia de sus bosques, la abundancia de las especies cinegéticas, así como la excelente comunicación férrea. Nobles, militares de prestigio, acaudalados financieros se daban cita en los lujosos salones del edificio convento para participar en las monterías que se organizaban en los frondosos bosques y las fastuosas fiestas que se celebraban con la afluencia de lo más selecto de la aristocracia española e inglesa. La finca se convirtió en el mejor coto de caza de España por contar con la presencia de dirigentes políticos, financieros, miembros de la realeza española, así como de otras coronas extranjeras. Todos eran atraídos por la belleza del entorno y la fauna salvaje de la finca.
Visita de Alejandra, reina de Inglaterra
En mayo de 1905, la conocida como Alejandra de Dinamarca, que ejercía como reina consorte del Reino Unido y los dominios británicos, además de emperatriz de la India, como esposa del rey británico Eduardo VII, realizó una visita privada a Gibraltar. Posteriormente, se trasladó a la mansión de Guadacorte para saludar a la familia Larios y finalmente llegó hasta La Almoraima en tren para dar un paseo a lomo de burra y pasar la tarde junto a la nobiliaria familia Medinaceli.
La Conferencia de Algeciras
La primera visita a la finca de personalidades de prestigio internacional se produjo en febrero de 1906 con motivo de la celebración de la Conferencia de Algeciras. La estación ferroviaria de La Almoraima sería noticia a nivel mundial al pasar por su andén los periodistas acreditados en la Conferencia además de los representantes de los trece países participantes, entre los que se encontraban Alemania, Francia, España, Marruecos, Reino Unido, Bélgica, Italia, Imperio Austrohúngaro, Estados Unidos, Países Bajos, Rusia, Portugal y Suecia.
En los jardines del palacio convento se organizó un almuerzo promovido por el ayuntamiento de Algeciras en coordinación con la Casa Ducal de Medinaceli. Entre los periodistas se encontraba el joven Winston Churchill, personaje que tras pasadas unas décadas sería clave para el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.
Visita de la reina Victoria Eugenia
En 1915 la duquesa de Medinaceli invitó a la reina Victoria Eugenia a pasar una jornada en la finca. Autoridades y vecinos de todas las poblaciones cercanas se desplazaron hasta la estación de tren para darle recibimiento. El andén estaba completamente abarrotado y hubo gran júbilo y alboroto. Algunas de las personalidades que asistieron fueron los alcaldes de las poblaciones circundantes, los condes del Rincón, el comandante de la Marina S. Bombatil, el marqués de Guadalmina, la marquesa de Manzanedo, los marqueses de Marzales, el diputado José Luis Torres, el teniente general Marciá y el gobernador de Cádiz, Fernández Jiménez, además de numerosas autoridades eclesiásticas, judiciales y alumnos de las escuelas públicas.
Su Majestad tuvo un afectuoso recibimiento, dando vivas a la hermosa reina de España. La reina Victoria correspondía con inclinaciones de cabeza y saludando con la mano al público. Se le entregó un bellísimo ramo de flores. Se dispuso que la Guardia Civil vigilara todos los pueblos cercanos por donde pasara la soberana. Llegó al palacio convento en coche de paseo y fue recibida por el cortejo de doce guardas jurados, todos ellos debidamente uniformados. La prensa de la época se hizo eco de tan ilustre visita.
El día 13 de abril, La Correspondencia publicaba: “(…) Paseó la Reina por los jardines del palacio de La Almoraima, vio la jauría de perros de caza que posee el Duque de Medinaceli, elogiando los hermosos ejemplares y luego el Duque enseñó a la Reina, desde una altura próxima, el caserío conocido como el Cuartel de la Guardia Civil, las plazas de Gibraltar, Ceuta, elogiando la Reina el hermoso panorama que desde aquel sitio se dominaba. Terminado el almuerzo, marcharon la Reina y los Duques al pueblecito llamado Castellar, enclavado en el centro de la finca de La Almoraima. Hicieron la mitad del camino en carruaje y la otra mitad a caballo. Dieron escolta los carabineros de caballería. Paseó también desde El Molino del Conde al Convento en carruaje. A las tres de la tarde se efectuó una cacería de zorras, que resultó muy divertida (…)”.
La reina pasó varios días en La Almoraima. Efectuó interesantes excursiones, asistió a una cacería organizada en su honor y también recibió la de su hermano, el príncipe Alejandro de Battenberg, que formaba parte de un cuerpo expedicionario inglés a Egipto.
The Royal Calpe Hunt en La Almoraima
Esta sociedad de caza gibraltareña fue fundada entre 1811 y 1812 con la denominación latina con la que era conocida el peñón: Calpe. Cazaban zorros a pie y con perros por lo que los comienzos fueron modestos. El Calpe Hunt se convirtió en la institución más elitista que jamás existió en Gibraltar. Su patronazgo por parte de las casas reales española y británica, así como su vinculación con la más alta jerarquía militar de Gibraltar aseguraba su carácter exclusivo.
Según Gordon Fergusson: “Las autoridades militares animaban a sus oficiales a participar en actividades de caza porque esto les daba las técnicas de equitación necesarias en el campo de batalla. Se establecieron clubs de montería en cada rincón del imperio británico, siendo el Calpe Hunt uno de los primeros”.
Pero el Calpe Hunt no tardaría más de dos años en transformarse en una sociedad militar con aspiraciones a extenderse más allá del Peñón. A finales de 1812, y a consecuencia de la retirada de las tropas francesas de Andalucía, se abrió la posibilidad al club de extender sus actividades de ocio por tierras españolas Como indica Rafael Serrano Vicente en su libro De la jauría de Wellington a la sociedad de caza. Contribución al estudio de la caza a caballo con sabuesos en España: “Una de las medidas más inteligentes del Calpe Hunt fue elegir a Don Pablo Larios como Master en 1894, que a futuro tendría un papel clave manteniendo el control sobre las cacerías durante casi cuarenta y cinco años”.
Tal y como menciona Rafael Serrano Vicente en su libro ya citado: “A todo esto se unía que Don Pablo era íntimo amigo del Duque de Medinaceli, lo que también garantizaba el acceso a La Almoraima. En esa inmensa propiedad de casi 16.000 hectáreas estaban algunas de las mejores manchas, como Majarajambús o El Chapatal”.
Otra decisión muy eficaz para lograr la cooperación de los grandes propietarios de fincas fue nombrar socios honorarios al XVII duque de Medinaceli, el rey Alfonso XIII y el duque de Alba, entre otros. La Almoraima se convertiría en uno de los cazaderos predilectos del Calpe Hunt para cazar zorros, aunque en algunas jornadas daban caza a jabalíes. El desarrollo de una jornada de convivencia no solo se refería a la actividad cinegética, sino también a actos sociales y pícnics que se celebraban sobre todo en el bosque de La Almoraima, junto a su convento, provocando los encopetados jinetes con llamativos uniformes rojos el asombro de los lugareños.
Artículo publicado en el número 61 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, octubre de 2024.
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