El reloj de la Palma
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El alcalde Rafael de Muro adquirió en Londres el primer reloj de la iglesia de la Palma
En la Algeciras de aquella época existían magníficos relojeros como Juan del Río o José Luzuriaga
En estos días, nuestro Ayuntamiento de modo muy acertado ha procedido a la aprobación plenaria de concesión de los títulos de Hijos Adoptivos de Algeciras, con todo merecimiento, a D. José Luís Pavón Manso, y a titulo póstumo a D. José Ojeda Luque, ambos personas muy entrañables para mí. Si bien al segundo -el siempre recordado Pepe Ojeda-, lo tendré presente en un futuro trabajo sobre los medios de comunicación en nuestra ciudad, permítanme con respecto a mi buen amigo José Luís Pavón, le haga este pequeño homenaje, dedicándole el presente trabajo relacionado con la maquinaria que nadie como él conoce: el reloj de la Palma…
Para cuando comenzó la última década del siglo XIX, los algecireños que transitaban por el centro alto, se habían acostumbrado a controlar el tiempo, teniendo como única referencia el popular reloj que colgaba en la fachada existente entre el establecimiento de sombreros, corsés y confecciones de señoras, sito en calle Cristóbal Colón, esquina General Castaños, propiedad de María Murillo Caballero y el también Despacho de Aduanas de la Agencia Palop, frente al no menos conocido establecimiento de bebidas de Sebastián Moreno; los del centro bajo, a su vez, se ajustaban a los toques de llamada para misa que se daban desde la espadaña de la Capilla de la Caridad, teniendo gran arraigo la obligada parada para los trabajadores de las huertas, la respetada Hora del Ángelus a mediodía; y aquellos vecinos que estaban vinculados al puerto, siempre tenían al vapor Joaquín del Piélago perteneciente a la compañía Haynes, y del cual se decía, en honor a su cumplimiento de horarios, que cuando su proa aparecía por Punta Carnero los relojes se ponían en hora. Posteriormente con la inauguración del ferrocarril, y la presencia del reloj en la nueva estación; así como la puntualidad con la que el tren llegaba al andén del puerto, aumentaron las posibilidades del algecireño de controlar su tiempo.
Con la llegada a la alcaldía de Rafael de Muro y Joarizti, la necesidad de unificación horaria local, tendría una pronta solución; según la documentación consultada referente a la situación de la ciudad de Algeciras al final de siglo XIX, esta recoge, entre otras: "Algeciras es una ciudad de España que debe contarse entre las bien administradas. El Ayuntamiento de Algeciras -prosigue el texto de la documentación-, satisface anualmente por alumbrado público y por obras de mejoras y embellecimiento de las calles, con cantidades más considerables que muchas capitales de provincias de tercer orden [...], y á este propósito conviene recordar que siendo alcalde de aquella población D. Rafael de Muro, jefe de los conservadores algecireños, ostenta la corporación que presidió, entre otras obras de menor importancia, la construcción de un amplio y lujoso edificio para Ayuntamiento […], el arreglo del muelle y la reforma de algunas calles céntricas; además adquirió en Londres un magnifico reloj de torre para la iglesia de la Palma...". ¿Existió un reloj anterior al adquirido por de Muro?, la respuesta es sí; prueba de ello, es la redacción del siguiente documento: "Juzgado Municipal. En juicio verbal celebrado en este Juzgado entre Ambrosio Muñoz Moreno y Antonio Barceló sobre el pago de reales ha hecho cesión el segundo al primero de las cuatro pagas que por ese Municipio se le adeudan por el cargo que desempeña de relojero del que existe en la torre de la Iglesia de esta ciudad […] Algeciras 24 de Enero de 1879. Rafael Oncala. Sr. Alcalde Constitucional de esta Ciudad". Y, ¿cuándo dejó de funcionar la maquinaria de la que se ocupaba el relojero Ambrosio Muñoz?, pues muy posiblemente durante la gran crisis económica que sufrió la parroquia, aquella década del citado siglo lo cual motivó, que la celebración de los oficios se trasladara al templo del Convento de la Merced en la calle Imperial. Según las actas municipales de la época, tal fue la grave situación por la que pasó el templo mayor de la ciudad que tuvo que intervenir para impedir su cierre el municipio, teniendo en la figura del diputado Ruiz Tagle, el avalista económico necesario para impedir la clausura de la parroquia. El pueblo de Algeciras posteriormente, sabría agradecer al diputado su generosidad -y su buena disposición para con la ciudad y su templo-, poniéndole su nombre a una popular calle del barrio de San Isidro.
Una vez en nuestra ciudad el citado nuevo reloj, sería colocado en la torre de la iglesia de la Palma, cuyos cimientos fueron puestos por el alarife Alonso Barranco. A partir de aquel momento, el reloj adquirirá un gran protagonismo -como anteriormente lo había tenido la maquinaria anterior-, no solo social sino también dentro del contexto de las celebraciones de las distintas ceremonias religiosas, que tendrían como principal escenario, el templo de la Palma: "A través del amplio y onduloso cortinón que cubre el altar, guiñan las amarillentas luces de las velas que van apareciendo unas tras otras como estrellas en aquel negro cielo. Y al dar las diez, cuando las campanas vibrando sobre el tejado de la Iglesia, echan el sonido lento y grave de los martillazos del reloj á los ámbitos de la ciudad, el negro cortinón se rasga y aparece el altar lleno de flores, de humo de los incensarios, de viva poesía...".
En aquel siglo, la ciencia relojera dispuso de un gran avance: "El relojero francés Mr. Ernesto Finot acaba de construir un reloj que domina el siglo XIX, y que aparece con verdadera oportunidad. Su esfera está dividida en 23 partes numeradas del 1 al 24; pero desde las 13 á las 24 lleva una numeración suplementaria del 1 al 12 como concesión á la rutina, la cual, por algún tiempo, será verdadera necesidad hasta que no logre aclimatarse al sistema moderno. Este reloj indicará también la división centesimal de la hora y del minuto, coincidiendo con la antigua de 60 minutos y 60 segundos; la división nueva permitirá calcular la hora al 10/1000, lo que puede considerarse la última palabra de la aproximación".
Volviendo al londinense reloj situado en nuestra flamante torre de la Palma por obra de Rafael de Muro, comentar que al poco tiempo de su instalación, recibió alguna que otra visita clandestina, ocurriendo los hechos del modo siguiente: "Los asiduos concurrente á la Plaza Alta y vecinos de la misma -expresa el documento consultado-, extrañabanse que en la noche del martes no se oyese lechuzas, nadie se lo explicaba cuando tan acostumbrados nos tienen á sus lúgubres y desagradables cantos. Pero sucede que dos lechuzas de paso entran en la parte alta del campanario de la Iglesia Mayor, seguidas de dos búhos de reciente echadura; estos cierran la entrada al nido y comparten amorosamente una cenita de Arroyo -en referencia a Manuel Arroyo, dueño de una conocida casa de comidas que estaba situada en la calle San Pedro (Riz o Joaquín Costa), esquina Las Viudas (Tte. García de la Torre)-, hasta que apercibidos unos cuantos señores que se hallaban sentados a la puerta del restaurante Ortiz (llamado La Constancia, daba comidas según se publicitaba, a todas horas del día y de la noche estaba situado en la Plaza de la Constitución), dieron conocimiento á unos agentes de la autoridad y al subir estos al campanario, sorprenden in fraganti a las cuatro aves de rapiña quienes protestan de haber subido á tan altas regiones para respirar el fresco que en ningún lado se encontraba...". Nada recoge el documento sobre posibles daños producidos a la maquinaria del reloj. Anécdotas aparte, tan importante fue para la ciudad la presencia y funcionamiento del reloj de la iglesia de Ntra. Sra. de la Palma que para 1899, se había recuperado la consignación municipal para el llamado relojero de la ciudad, cuyo cargo ostentaba Juan Orozco.
Casualidad o no, lo cierto es que por aquella época en la que estaba tan de moda y resultó tan importante para nuestra ciudad, el renovado control del horario desde el campanario de la Palma, la comparsa de mayor éxito de los carnavales de aquel último año del siglo, buscó un titulo acorde al momento: "Son muy elogiados los tangos que a diario cantan en el establecimiento del Sr. Valdivia (propietario del conocido como Café del Moro, abierto en la Plaza de la Palma), por la conocida comparsa denominada Los Relojes Cuco, cuya originalidad y gracia hacen las delicias del numeroso público que asiste todas las noches para oírlos".
La dependencia horaria fue tal, que cualquier variación en el funcionamiento era motivo de protesta: "Se quejan varios vecinos á la primera autoridad del desarreglo que se viene observando en el reloj de la parroquia de la Palma que nunca está acorde con la hora oficial. Ayer tenía varios minutos de retraso, perjudicando á los viajeros y a cuantos están precisados á marchar en los vapores á Gibraltar. Rogamos se dé las órdenes oportunas para que no se repita el caso". Dándose la situación de que su impronta en la ciudad, sirvió de testimonio a una reclamación de carácter político: "Antonio García Mesa, de 71 años de edad, casado, coronel retirado, vecino de Algeciras, quiere hacer constar la manera como se han constituido las mesas electorales de las diferentes secciones de ésta Población; que con arreglo a la Ley debe de hallarse constituidas para recibir las credenciales de Interventores y Suplentes que intervengan en las elecciones Provinciales que se celebraran el próximo domingo nueve […], personado en la casa número 7 de la Plaza de la Constitución, donde debía de estar la Sección 2ª del primer Distrito, siendo en el reloj de la Yglesia que está en la misma plaza, las once y veinticinco minutos, no encontrándose á nadie en dicho local y habiéndose llevado las sillas y mesas que antes había...". Incluso cualquier cambio en el mantenimiento de la relojera maquinaria que afectara a su imagen o sonido, era susceptible de crítica popular: "Cualquiera se atreve en estos dichosos tiempos á responde de un modo concreto a la pregunta de ¿Qué hora es?. No siendo fácil saber que hora es en Algeciras a cualquiera que se le ocurra mirar el hermoso reloj que ostenta sus hermosas esferas en la jibosa (jorobada), torre de nuestra parroquia se puede quedar ciego ante tan pequeñas manecillas".
En la Algeciras de aquella época existían magníficos relojeros, tales como: Juan del Río Gómez, con domicilio en calle Real, 6; José Luzuriaga Cantos, casado con María Jiménez Cozar, que tenía su domicilio en calle Munición, 20; Emilio Sánchez Marcos, viudo, domiciliado en calle Soria (Castelar), 20; Enrique Recaño del Pino, con domicilio en calle Real, 11; Francisco de Robledo, domiciliado en Plaza Alta, 12 ó Diego Jiménez Bautista, con domicilio en calle San Antonio, 26, entre otros.
Enfilando la recta final del presente, recordar que una centuria después de la colocación del reloj adquirido por Rafael de Muro, tuve la suerte de acceder, antes de su magnífica restauración capitaneada por Pavón, al habitáculo que albergaba a nuestro algecireño reloj -con alma londinense-, y en sus paredes cubiertas por el polvo del tiempo, pude leer y recoger las siguientes: "Día 14 de febrero de 1917, Antonio Arroyo Morales"; "31 de Agosto de 1923, Juan Pareja García. Priego (Córdoba), carpintero del ayuntamiento"; "1931, aquí me escondí"; "3 de Septiembre de 1937, me lesione con tres heridas en la cabeza"; "13 de Abril de 1944, se hizo cargo del reloj Victoriano Miguel León"; "26 de Marzo de 1967, arreglé el sistema de sonido que da los cuartos, Juan Francisco Jiménez Haro"; "7 de Agosto de 1974, Domingo Martín Miguel, se hizo cargo"; "Desde que me hice cargo del reloj, se han gastado 2 latas de aceite"; y por último, una frase anónima, escrita en el armazón de madera que cubría la maquinaria del reloj: No quiero leer que la arena de la playa está caliente, quiero que mis pies la sientan". Frases que encierran vivencias relacionadas con la emblemática torre, su campanario y el reloj, formando el conjunto parte de nuestro acervo histórico local. José Luís Pavón, nuestro Relojero Mayor, con la inestimable colaboración de José Marti -otro gran artesano local-, mantienen vivo el latir del corazón de Algeciras. Y surge la reflexión: ¿Quién se ocupará en un futuro de este menester?; pero esa, es...otra historia.
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