Sabotajes en Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial (y III)
30 años del Instituto de Estudios Campogibraltareños
Submarinistas y torpedos humanos italianos realizaron siete ataque al Peñón en un periodo de tres años
La campogibraltareña fue la única población civil española que padeció los estragos de la Segunda Guerra Mundial
La Defence Security Office Gibraltar (DSO) tenía localizado a un grupo de oficiales, todos ellos destinados en las guarniciones del Campo de Gibraltar y de orientación ideológica falangista, que se organizaban en torno a Narciso Perales, vieja guardia, Palma de Plata y teniente médico del Ejército destinado en el cuartel Diego Salinas de San Roque. Este grupo habría captado a Luis López Cordón Cuenca, ofreciéndole una importante cantidad de dinero, aunque este último extremo no está confirmado. El 29 de septiembre de 1943 Lord Rothschild solicitó a la DSO información acerca de los contactos entre Ritter y Perales. En el informe enviado como respuesta ese mismo mes se indicaba lo siguiente:
“... Doctor Perales. Se cree que fue Gobernador Civil de León pero que fue cesado por su comportamiento poco edificante. Es un falangista furibundo. Él es el jefe de la organización en Madrid y todas las bombas que llegan al Campo se las entregan a él. Ritter y Strauss son casi siempre los mensajeros. Nunca duermen en San Roque y solo están allí el tiempo necesario para entregar las bombas, discutir la situación, dar órdenes…”.
Según Blaum, en el verano de 1943 un grupo de oficiales del Ejército español dirigido por Perales elaboró un ambicioso plan para volar el principal depósito de municiones de Gibraltar. Su objetivo era colocar un potente explosivo en el túnel conocido como Ragged Staff. Todo se vino abajo cuando varios informantes pusieron al corriente a las autoridades británicas. En opinión de Blaum, ninguno de los implicados, incluido Perales, recibió nunca cantidad alguna de los Servicios Secretos alemanes, que se habrían limitado a proporcionar asesoramiento técnico limitado, a suministrar las denominadas cargas S británicas y a prestar ayuda financiera. La colaboración para realizar ataques contra el Peñón terminó cuando en el otoño de 1943 llegó la orden de Berlín de suspender las operaciones contra Gibraltar.
Sin embargo, no se suspendieron los contactos entre españoles y alemanes. Según un informe redactado el 12 de enero de 1946 por la Inteligencia Militar de los Estados Unidos, a finales de 1943 y tras la reorganización de la KO Spanien, la Sección II comenzó a entrenar a 15 españoles para la realización de actividades de sabotaje. Sin embargo, a inicios de 1944 llegaba la orden de Berlín de interrumpir todas las operaciones y el plan fue abandonado. Entonces KO Spanien puso en marcha un proyecto de colaboración con la Falange Auténtica organizada en torno a Narciso Perales, al que se definía en un informe como uno de los más antiguos falangistas y un idealista sincero.
En julio de 1944 un plan fue enviado a Berlín para contar con la colaboración de Perales y su grupo en el caso de que Franco rompiera relaciones diplomáticas con Alemania o la Península fuera invadida por los Aliados. El proyecto apenas había avanzado cuando Blaum abandonó España. La DSO seguía los pasos del grupo de Perales, ya que elaboraba informes periódicos sobre todos sus movimientos, dedicando una atención especial a Pedro Ramos Podadera, uno de sus integrantes más destacados. Se le consideraba un agente enemigo activo en Gibraltar y sus alrededores entre septiembre de 1939 y mayo de 1945.
Una nota del 4 de julio de 1943 de la DSO Gibraltar afirmaba que Narciso Perales, Blas Castro, Pedro Ramos, Justo Grande, Román Jover y Augusto Alcaide formaban un grupo de afiliados a Falange y de militares con base en San Roque que estaba intentando introducir material de sabotaje alemán. Luis López Cordón-Cuenca, Eduardo Onetto y Manuel Serena Botana también eran miembros del grupo coordinado por Blas Castro y se les consideraba potenciales saboteadores. Desde abril de 1943 un informador de nacionalidad gibraltareña, A, estaba pasando información a la DSO sobre las actividades de un grupo de oficiales coordinados por Blas Castro que querían convencerle para que realizara operaciones de sabotaje. El militar español estaba destinado en la aduana de La Línea y contaba con la colaboración de los siguientes oficiales: Justo Grande Durán, teniente destinado en La Línea, Ramón Jover, teniente, también destinado en La Línea, y Pedro Ramos, sub-teniente, destinado en San Roque. Habrían reclutado ya a otro súbdito británico, B, y estaban intentando persuadirle para que colocara una bomba en Gibraltar.
Durante el mes de mayo Castro y Ramos, junto con Cordón-Cuenca, habrían sido los responsables de una red dedicada a introducir material de sabotaje en Gibraltar, que una vez en La Roca se ocultaba en la tienda de la Empire Fruit Company. Los oficiales del Ejército Español habrían ofrecido sumas considerables de dinero a súbditos españoles a cambio de la introducción del citado material. El grupo, según la Inteligencia Británica, recibía órdenes directas de Hans Richter y de Herbert Strauss, otro agente de la KO Spanien, cuyos nombres en clave eran PAL y SCAB, respectivamente. Los alemanes habrían contado con el apoyo de un grupo de jóvenes falangistas en el asunto Cordón-Cuenca: Pedro Ruíz, teniente, Roberto Bernabé Ibáñez, Ramón Jover, huido a Madrid, Augusto Alcaide y Pedro Ramos Podadera. Los ingleses afirmaban desconocer si tras la detención de Cordón-Cuenca las autoridades españolas habían tomado alguna medida contra los cómplices del saboteador linense.
El 30 de junio de 1944 un informe de la DSO recoge que un informador afirma que con fecha 12 de diciembre de 1943 Perales había sido sustituido como jefe de la Falange en San Roque por el capitán Eusebio Rodríguez Patón. Este cambio seguramente fuera motivado por la desaparición de Perales del distrito. Rodríguez contaba con la colaboración de los alféreces Aranz y Alonso y con la ayuda de Ramos Podadera, que por esas fechas ya había sido ascendido a teniente. Al comprobar que no se tomaban medidas contra el grupo de Perales y que este mantenía su intención de atacar Gibraltar, el 12 de julio de 1944 Lord Rothschild comunicó por carta a Kirby Green, Deputy Defence Security Officer en Gibraltar, que tenía luz verde para su proyecto de tender una trampa a Ramos Podadera.
Italia quiere su Mare Nostrum
Una figura clave para el espionaje italiano en Gibraltar fue Giulio Pistono, oficial de la Armada italiana para unos, simple ingeniero civil para otros, que desde su puesto de consejero en el Consulado Italiano en Algeciras, ya desde tiempos de la Guerra Civil, fue el centro de las actividades encubiertas desarrolladas por su país en el Sur de España. Tras el armisticio italiano de septiembre de 1943 celebró varias entrevistas con responsables de la DSO Gibraltar en las que, tras presentarse como comandante de la Armada italiana, confesó ser el responsable del Operativo Gamma, dedicado a la realización de actos de sabotaje contra intereses británicos en Gibraltar.
Las declaraciones de Pistono coinciden con los resultados del interrogatorio realizado por Lord Rothschild a Sergio Niggiani, integrante de la Décima Flotilla MAS. Sin embargo, el Capitán Ernesto Forza, que estuvo al mando de las fuerzas italianas dedicadas a realizar los ataques, afirmó que Pistono sólo se encargaba de la logística y que no tuvo ninguna participación en la planificación de las operaciones. Una cuestión muy importante para los británicos en septiembre de 1943, cuando la amenaza italiana había sido neutralizada, era el grado de participación de las autoridades españolas en la realización de los sabotajes. Forza afirmó que en la casa de Pistono había asistido a una reunión en la que también estuvieron presentes el comandante Ignacio Molina Pérez, jefe de la Aduana Española en La Línea, y dos alemanes. Pistono habría entregado a Molina 20.000 pesetas para poder mover hombres y suministros con total libertad en territorio español.
La DSO debió de dar credibilidad a esta acusación, ya que cuando el 2 de octubre de 1943 propuso aprovechar la información proporcionada por los casos de Cordón-Cuenca y Martín Muñoz para elevar una protesta frente a las autoridades españolas, además de mencionar a Burma incluyeron a Molina en la relación de colaboradores con los agentes del Eje. Para los británicos estaba demostrada la complicidad de las autoridades españolas en las acciones italianas contra buques británicos anclados en el puerto de Gibraltar. En su opinión, los siete ataques realizados por submarinistas y por torpedos humanos italianos, en un periodo de tres años, no habrían podido llevarse a cabo sin la colaboración de las autoridades españolas. Así lo demostraba el hecho de que la guardia española que vigilaba el Olterra, el barco encallado que servía de base de operaciones para algunos de los ataques, formada por un alférez, un cabo y tres soldados, tuviera orden de dejar acceder al barco sólo a los miembros de la Armada italiana.
Sin embargo, en uno de los informes de la DSO también se contempla la posibilidad de que las tropas españolas hubieran sido sobornadas por los italianos, pero se afirma que esa hipótesis es poco probable, ya que los saboteadores vivieron en el Olterra y lo utilizaron como base para sus ataques durante un periodo prolongado de tiempo, concretamente entre julio de 1942 y agosto de 1943. El ex consejero del Consulado Italiano trató de exculpar en sus primeras declaraciones a las autoridades españolas, pero Denegri, uno de sus colaboradores, confirmó que estaban al tanto. Pistono, seguramente para evitar represalias contra otros componentes del Operativo Gamma, afirmó que actuó en solitario, aunque en una segunda entrevista admitió haber contado con la colaboración del ingeniero italiano Romagnoni. Según sus declaraciones, atacó Gibraltar contra su propia voluntad y se mostró orgulloso de poseer una condecoración de la Primera Guerra Mundial, ganada combatiendo al lado de las fuerzas de la Entente. Incluso se ofreció para realizar actos de sabotaje contra los alemanes.
Las primeras operaciones italianas tuvieron lugar el 30 de octubre de 1940 y el 20 de septiembre de 1941. Se trató de dos ataques con torpedos humanos lanzados desde la Villa Carmela, ubicada en Puente Mayorga. El jefe del operativo en las dos ocasiones fue el teniente de la Armada italiana Lino Visentin. En el primero de ellos participaron dos equipos, de dos hombres cada uno, que intentaron introducirse en el puerto de Gibraltar. Uno de los equipos fue capturado y el ataque fracasó. En la acción del 20 de septiembre de 1941 se logró dañar tres buques, anclados en el puerto comercial, que sumaban un total de 20.000 toneladas.
Tras el ataque, Visentin pudo alcanzar a nado Puente Mayorga donde fue recogido por Pistono. También partiendo desde Villa Carmela, el 14 de julio de 1942 un grupo de buceadores utilizó once minas que causaron daños a varios barcos anclados en el puerto comercial. Siete buceadores fueron detenidos al regresar a la playa por los carabineros. Otro ataque realizado desde tierra, el 15 de septiembre de 1942, logró dañar el mercante Ravenspoint. Fue realizado por buceadores que utilizaron una mina magnética. El primer ataque desde el Olterra tuvo lugar el 7 de diciembre de 1942. Su objetivo fueron los barcos de guerraFurious, Nelson y Formidable, empleando torpedos humanos. Dos tripulantes murieron y los otros dos fueron capturados. No se consiguió alcanzar ninguno de los objetivos previstos.
En abril de 1943 el comandante Notari sustituyó a Visentin como jefe operativo de los ataques. El 6 de mayo de ese año, un ataque lanzado desde el Olterra por torpedos humanos logró dañar tres barcos: el Mahsud, el Camerata y el Pat Harrison, que sumaban 19.606 toneladas. Hacia el final del mes de julio, un nuevo ataque logró dañar otros tres barcos, el Stanridge, el Harrison G. Otis y el Orshrivdi. Entre los tres suponían un tonelaje bruto de 23.095 toneladas. Un buceador fue capturado.
Como consecuencia de los cambios en la situación bélica que se estaban produciendo en la Península Italiana, el 5 de agosto de 1943 un oficial español subió al Olterra y dio orden de abandonar el barco y de regresar a Italia a todos sus ocupantes. La guardia española que había custodiado el buque durante todo ese tiempo fue sustituida por un retén de diez marineros de la Armada. El 22 de septiembre, trece días después de la rendición italiana, un oficial español subió al barco para ordenar y organizar el borrado de las señales de la utilización del Olterra como base de operaciones. Según un informe de la DSO elaborado el 17 de noviembre de 1943, “... la conclusión inequívoca es que tanto los carabineros como las autoridades navales de Puente Mayorga estaban al tanto de lo que sucedía, antes, durante y después del ataque. No tenemos confirmación de que se produjera ningún arresto”.
El gobernador de Gibraltar presentó una protesta formal ante el general Barrón, que se comprometió a vigilar más estrechamente la costa española desde la que partían las operaciones, al tiempo que invitó al Gobernador a que enviara a un oficial del Ejército Británico para que diera fe de las labores de vigilancia emprendidas. Sin embargo, todo se quedó en una simple declaración de buenos propósitos, ya que, según la DSO, no se adoptó ninguna acción de vigilancia y ni siquiera se tomaron medidas contra Rumagnino, el súbdito italiano que a efectos legales aparecía como arrendatario de la Villa Carmela. De esta manera, Puente Mayorga siguió siendo empleado como refugio por los submarinistas italianos tras los ataques de diciembre de 1942 y de mayo y agosto de 1943, cuando les resultó imposible regresar al Olterra.
El 22 de septiembre de 1943, el sub-comandante de la Marina en Algeciras, siguiendo instrucciones de Madrid, dio orden de evacuar todo el material de sabotaje almacenado en el buque italiano. Según los británicos, ese mismo día llegó el Ministro de la Marina a Algeciras para que todo rastro de la utilización del Olterra como base de operaciones fuera eliminado. De acuerdo con el testimonio de Pistono, los alemanes durante un tiempo no sospecharon nada de las actividades que se desarrollaban desde el Olterra, pero cuando les llegaron las primeras noticias un hombre del Abwehr, Von Riedl, interrogó al agente italiano. Este se negó a dar ninguna información para no comprometer la posición de las autoridades españolas. El testimonio de Blaum parece corroborar esta afirmación, ya que Hummel se entrevistó con Pistono en el verano de 1943 sin que se llegara a ningún acuerdo de colaboración.
Tratando de repetir los éxitos logrados por los italianos, agentes de la Sección II compraron y trasladaron a Puente Mayorga un barco desde el que pretendían realizar actos de sabotaje, pero abandonaron su propósito tras el fracaso del ataque italiano del 4 de agosto de 1943. Poco después, el General Barrón dio orden de expulsar de la zona a todos los italianos sospechosos. La DSO creía que tras esa expulsión los agentes del Abwehr se hicieron con buena parte del material abandonado por los italianos. Entre el material recuperado por los alemanes se encontraban un submarino construido para llevar al Estrecho de Gibraltar tres artefactos tripulados por un solo hombre, similar a los que habían sido empleados en el ataque a Malta; un torpedo eléctrico con una carga explosiva de 50 kilos, capaz de desarrollar una velocidad de 3 millas por hora y con un alcance de otras 5 millas, y un nuevo tipo de submarino tripulado por dos hombres.
Conclusiones
Como hemos podido comprobar, durante los años comprendidos entre 1940 y 1943 Gibraltar fue el escenario de una guerra silenciosa, pero no incruenta, que obligó a los británicos a emplear medios considerables y abundante personal en labores de contraespionaje. Queda para un estudio posterior el análisis de las diferentes fuentes documentales, españolas, británicas, alemanas e italianas que permita hacer una evaluación completa de las pérdidas causadas por este enfrentamiento oculto que de cuando en cuando alteraba la vida cotidiana de todos los habitantes del Campo de Gibraltar.
Lo que sí podemos afirmar es que la campogibraltareña fue, casi con toda seguridad, la única población civil española que padeció en sus propias carnes los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Así lo demuestran los muertos y heridos causados por la bomba que la aviación italiana arrojó sobre la casa ubicada en la calle Duque de Tetuán número 1 de La Línea de la Concepción, el 12 de julio de 1941. Por otra parte, al tiempo que la guerra ofreció oportunidades a todos los españoles que diariamente cruzaban la frontera para trabajar en Gibraltar, también los convirtió en los peones de una lucha de espionaje y contraespionaje desarrollada por los agentes de uno y otro bando que los llevó a la primera línea de un conflicto en el que teóricamente su país no participaba. Algunos de ellos, como José Martín Muñoz y Luis López Cordón-Cuenca, pagaron con su vida el hecho de verse envueltos en un juego de poder para el que no estaban preparados.
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