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Un conductor kamikaze recorre 26 kilómetros de la A-381 en sentido contrario sin causar accidentes

Seis detenidos por yihadismo en el Campo de Gibraltar desde 2012

Terrorismo islamista

Radicalización express y atentados low cost, nuevas estrategias del terrorismo para evadir el control policial y ganar en eficacia

La incidencia de delitos relacionados con el terrorismo en la comarca es proporcional a la del resto de España

La convivencia entre religiones en Algeciras, un reto pendiente de conquista

La detención de Nabil E. A., en 2019, en Algeciras.

El Ministerio del Interior reconoce haber practicado un total de 499 detenciones por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista desde 2012. Al menos seis de esos detenidos eran ciudadanos marroquíes vecinos de la comarca campogibraltareña o, bien, fueron interceptados por la policía en esta zona en la que el porcentaje de población de cultura o religión islámica duplica la media nacional.

Acusado de estar conectado a las organizaciones Al Qaeda y AQMI, Abdelatif Aouladfue detenido en La Línea de la Concepción en 2011. Administraba un foro yihadista desde el que se captaba, reclutaba y adoctrinaba a potenciales combatientes de la denominada yihad. Fue la Guardia Civil, en una operación en la que intervinieron órganos centrales de este cuerpo y unidades de la Comandancia de Algeciras, la que detectó la actividad criminal de Aoulad, lo detuvo y lo puso a disposición judicial. Fue condenado a solo dos años de cárcel porque no pudo ser demostrada su conexión con Al Qaeda ni con su filial en el Magreb Islámico, AQMI, emanada del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate en Argelia.

Abdelatif Aoulad, detenido en 2011.

El primer detenido vinculado a Algeciras y, posteriormente, condenado por terrorismo yihadista por los tribunales franceses fue Ayoub El Khazanni, que en 2015 abrió fuego en el interior de un tren que viajaba de Ámsterdam a París. Pudo ser reducido, antes de que completara su ataque, por dos militares estadounidenses que viajaban como turistas en el mismo vagón que lo hacía el atacante armado. Solo dos personas resultaron heridas cuando, por fortuna, se encasquilló el AK-47 que portaba El Khazanni y los marines norteamericanos pudieron abalanzarse sobre él. De nacionalidad marroquí, con apenas 26 años, residía en Algeciras hasta que marchó a Bélgica y, luego, a Francia, cuyas autoridades fueron alertadas por la policía española. Estaba vigilado por sus conexiones sospechosas. La acción criminal, parcialmente frustrada, en el tren parisino fue teledirigida desde Ceuta. El Khazanni portaba en su mochila, la tarde de su detención, nueve cargadores para su fusil de asalto, una Lugger automática de 9mm junto a otro cargador de repuesto y una botella con gasolina. Este atentado y, especialmente, la intervención ciudadana que evitó la masacre, fue llevado al cine por Clint Eastwood en 2018 bajo el título 15:17 Tren a París.

Registros en las casa de Ayoub El Khazzani en Algeciras. / Erasmo Fenoy

Otro residente en Algeciras fue detenido por la Policía Nacional en Vitoria en agosto de 2018. A.M., de solo 21 años de edad, fue ingresado en Estremera y, finalmente, conducido a Marruecos y puesto a disposición de las autoridades de ese país, que lo acusaban de asociación en Tetuán para la perpetración de un atentado en España y lo reclamaban. Continua, todavía hoy, a la espera de juicio en una cárcel de la región de Tánger-Tetuán-Alhucemas mientras su familia en Algeciras insiste en su inocencia. La detención se llevó a cabo en una gasolinera de Lopidana, a pie de la A-1, donde A.M. trabajaba por cuenta de un agente de viajes algecireño vendiendo pasajes de ferry a los marroquíes que se dirigían a Algeciras para cruzar el Estrecho por vacaciones. En esta ocasión Rabat avisó a Madrid de la supuesta vinculación de A.M. con militantes del Daesh. Su vivienda en Algeciras fue minuciosamente registrada el mismo día de la detención.

Nabil E.A., de 51 años, fue detenido en 2019 y acusado de mantener contacto con líderes del Estado Islámico, al que habría jurado fidelidad según la instrucción judicial. Casado y con dos hijas, se ganaba la vida como tapicero en el barrio de La Piñera. Mostraba en sus perfiles sociales la foto de El Baghdadí, fundador del Daesh. En el registro de su domicilio se hallaron tutoriales que detallaban cómo se fabrica una bomba o cómo se comete un atentado low cost (con arma blanca o atropellando peatones con un vehículo), modalidad que complica especialmente la labor policial de detección: el individuo que así actúa no levanta apenas sospechas pues no adquiere armas de fuego en el mercado negro ni artículos para la fabricación de explosivos, minuciosamente controlados en España desde el 11-M. A través de Telegram, Nabil formaba parte de grupos de chat en los que figuraban e intervenían combatientes del Daesh en líneas de combate sirias. Tampoco había levantado ninguna sospecha entre sus vecinos de la Calle Andalucía ni entre sus muchos clientes, entre los que abundaban propietarios de embarcaciones de recreo a los que realizó trabajos de tapizado en su interior. Abandonó la prisión de El Puerto de Santa María, Puerto III, el pasado mes de septiembre tras cumplir la condena impuesta. Actualmente lleva pulsera telemática de geolocalización.

La vivienda donde residía Nabil E. A. / Erasmo Fenoy

En enero de 2022 fue detenido también en Algeciras el líder de un grupo presuntamente afín al Estado Islámico que captaba y adoctrinaba a potenciales terroristas. En esta ocasión, el sospechoso se encontraba en Algeciras circunstancialmente, con intención de dirigirse a Marruecos en un camión que transportaba fruta. Había radicalizado presumiblemente a tres compañeros con los que compartía habitualmente videos de “extrema dureza”, según la Policía Nacional. Se autoproclamaban todos ”soldados del califato”.

El último de los detenidos en el Campo de Gibraltar ha sido el autor del reciente ataque con arma blanca en dos iglesias católicas del centro que se saldó con un sacerdote salesiano, Antonio Rodríguez, herido, y la muerte del sacristán Diego Valencia. La detención, en este caso, fue llevada a cabo por agentes de la Policía Local. En su declaración ante el juez Joaquín Gadea, de la Audiencia Nacional, Yassine Kanjaa se mostró lúcido y coherente al relatar los hechos, insistió en que lo había hecho por su dios, que solo tenía intención de matar curas y que volvería a hacerlo si tuviera otra oportunidad. Aunque se le ha realizado un riguroso examen psiquiátrico, no parece que haya razones que lo eximan de responsabilidad penal.

Yassine Kanjaa tras su detención.

Signos de radicalización

En España hay casi un millón de ciudadanos de origen marroquí empadronados en diferentes ayuntamientos, lo que representa un 0,5% sobre el total de la población. A su vez, del total de extranjeros que viven en España, los marroquíes suponen el 14,3% (INE). La inmensa mayoría de los musulmanes de origen marroquí que residen en España condenan la violencia y no se adscriben a ninguna corriente islámica radical; ellos son también objetivo de los yihadistas por su “pasividad ante los ataques al islam y el abandono de las obligaciones religiosas”. Tanto los servicios de información de Marruecos como las propias comunidades marroquíes en España colaboran activamente con la policía española en la detección y alerta de sospechosos de radicalización.

En muchas ocasiones los individuos que se radicalizan muestran algunas señales de alarma reconocibles. Entre esos cambios de hábitos destaca, por ejemplo, el celo repentino en el cumplimiento de prácticas religiosas como la oración puntual o el uso del nikab y zapato plano en las mujeres; dejar de fumar, de beber, de relacionarse con no musulmanes; visionar vídeos violentos sonorizados con recitaciones del Corán; no mostrar, en el caso de los hombres, las rodillas o pixelarlas cuando aparecen en fotos de otros (futbolistas, por ejemplo) en sus redes sociales; abandonar los adornos corporales y, especialmente, los metales preciosos; dejar de usar perfumes con alcohol; dejar de oír cualquier música no religiosa; prescindir de aparatos de televisión, etc.

No siempre son identificables los signos de radicalización. Los profesionales del reclutamiento eluden la vigilancia practicando la taqiya, un recurso aceptado en el terrorismo yihadista para esconder la condición de radical: beben en bares, acuden al cine y visten de manera contraria a los preceptos del islam para pasar desapercibidos.

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