Gibraltar en los siglos XVI y XVII: Base de las Galeras de España (II)
Estampas del Campo de Gibraltar
La presencia de las galeras de España en el puerto gibraltareño desde 1535 y la actitud decidida de los reyes de España por incrementar las defensas de esa plaza fue constante
La población se estancó a lo largo del siglo XVII y el activo comercio marítimo fue decayendo ante la inestabilidad de las rutas que cruzaban el Estrecho y la cada vez más intensa agresividad del enemigo inglés
Gibraltar bajo soberanía castellana. Sus estructuras portuarias (I)
Desaparecido el puerto de Algeciras en la década de los setenta del siglo XIV, el puerto de Gibraltar, una vez bajo la soberanía de Castilla, asumió las funciones de base naval y enclave comercial que, hasta su destrucción, esta ciudad había poseído. Sin embargo, la presencia de corsarios berberiscos establecidos en Río Martil y Salé y, luego, en Argel, y la aparición de corsarios ingleses y holandeses exigía el establecimiento de la flota española en la zona del Estrecho. Gibraltar, por su estratégica posición, reunía las condiciones para convertirse en el puerto base de dicha flota.
El nombramiento de don Álvaro de Bazán como alcaide de la ciudad en el año 1535 hay que entenderlo como un factor más en la conversión del puerto gibraltareño en base naval y en cabecera de la lucha marítima contra el corso norteafricano. Hernández del Portillo, en varias ocasiones a lo largo de su obra, se refiere a los ordinarios rebatos de turcos y berberiscos que sufría el litoral de Gibraltar, lo que indica la frecuencia con que se llevaban a cabo incursiones de pillaje por corsarios de la otra orilla y lo acostumbrados que estaban los gibraltareños a esta modalidad de la guerra de frontera.
Desde el nombramiento de don Álvaro de Bazán, las galeras de España comenzaron a frecuentar el puerto gibraltareño y una flotilla de ellas invernaba en sus aguas como refieren Portillo y López de Ayala. Desde Gibraltar las galeras actuaron en numerosas ocasiones con el objetivo de limpiar el Estrecho de los corsarios que tanto perjudicaban la navegación comercial. Pero, décadas más tarde, el corso inglés representó, no cabe duda, un peligro mayor que el que podía entrañar las incursiones de turcos y berberiscos. En el año 1590, diez buques mercantes ingleses armados atacaron a una escuadra española de doce galeras en aguas del Estrecho. Después de seis horas de combates, las galeras, muy dañadas, tuvieron que refugiarse en el puerto de Gibraltar.
Diez años antes, Gibraltar había sido el puerto en el que se reunieron las galeras y los soldados de infantería (unos 3.000) que se dirigían a Portugal para defender la causa del rey Felipe II en esa región. Erich Lassota, militar al servicio del rey de España que marchaba en la expedición, relata que el 5 de marzo de 1580 entraron en el puerto gibraltareño. La flota permaneció en Gibraltar hasta el día 9 de abril, cuando partió con las tropas para desembarcar en Puerto Real y, desde allí, marchar hacia Portugal.
Con la llegada del siglo XVII la presión de los piratas norteafricanos descendió, aunque en su lugar fue incrementándose la presencia de corsarios ingleses y holandeses, según George Hills. Todavía en el año 1618 Gibraltar actuaba como base de la escuadra española. En ese año estuvo fondeada en su puerto una escuadra al mando del almirante Miguel de Vidazábal, que había sido enviado para limpiar aquellos mares de corsarios.
En dos ocasiones los navíos españoles estacionados en el puerto de Gibraltar habían tenido que enfrentarse a sendas flotas de guerra holandesas. La primera vez en el año 1607 en aguas de Gibraltar, que acabó con la derrota de la escuadra española al mando de don Juan Álvarez de Avilés; y la segunda en 1621, cuando una flota holandesa fue vencida por la del almirante don Fadrique de Toledo en el Estrecho.
En el año 1622 el Muelle Nuevo estaba casi terminado. Se le había instalado artillería para su defensa y una guarnición para atenderla. Las autoridades de Marina habían ordenado que permanecieran en dicho puerto catorce galeones para proteger el paso del Estrecho bajo el mando de don Juan de Fajardo. Sin embargo, de acuerdo con las fuentes de la época, las actividades corsarias de berberiscos, primero, y de ingleses y holandeses, después, habían mantenido a la población de Gibraltar en una constante tensión que, en no pocas ocasiones, se transformó en tragedia, como aconteció en el año 1540, cuando la ciudad fue saqueada por los turcos.
La presencia de las galeras de España en el puerto gibraltareño desde 1535 y la actitud decidida de los reyes de España por incrementar las defensas de esa plaza fue constante. Así aparece recogida en diversas órdenes remitidas por los reyes Felipe II (1625), Felipe IV (1660 y 1662) y Carlos II (1695) destinadas a realizar obras de defensa en Gibraltar. Aunque dichas mejoras no fueron suficientes para ganarse la confianza de los habitantes de una ciudad que, con frecuencia, veía perjudicada su economía e, incluso, peligrar sus vidas, a causa de la indefensión que sufrían.
La población se estancó a lo largo del siglo XVII y el activo comercio marítimo fue decayendo ante la inestabilidad de las rutas que cruzaban el Estrecho y la cada vez más intensa agresividad del enemigo inglés. Cuando, a mediados del siglo XVII, el viajero francés Francisco Bertaut pasó por la ciudad, dejó constancia de la situación decadente en la que se encontraba su puerto. Refiere este viajero que "había en otro tiempo galeras en Gibraltar, pero ya no las hay, ni ningún comercio, aunque sea esto la llave de España". Es evidente que la noticia que aporta Bertaut coincide con otras fuentes que tratan sobre Gibraltar en las primeras décadas del siglo XVII. Un testigo de excepción, Alonso Hernández del Portillo, dice, en torno a 1610: "(Gibraltar) no es de mucha población, ni ha llegado jamás a 1.500 vecinos (unos 6.700 habitantes), y al presente tiene muchos menos. Y bien puedo decir aquí que quedamos los escogidos, porque como es frontera y está expuesta a los incursos de los enemigos y como muchos vecinos van a sus haciendas y anochecen en ellas y por la mañana se hallan cautivos en tierra de moros, o muertos por ellos, no han querido aguardar a tantos peligros".
La construcción naval
Una industria relacionada con la actividad portuaria que adquirió gran desarrollo a partir de la conquista de Gibraltar por los castellanos en 1462; pero, sobre todo, desde que sus moradores recibieron el fuero de Antequera que los eximía del pago de tributos y les concedía total libertad de comercio sin abonar los derechos de almojarifazgo, fue la construcción naval con la madera extraída de los bosques del entorno. También tuvieron un notable auge la fabricación de toneles para la exportación de vinos y de atún salado y la elaboración de aparejos para barcos y redes de almadraba.
La conversión del puerto gibraltareño en 1535 en base de la escuadra y en el punto de partida de la expediciones de represalia contra los corsarios del norte de África, implicaba también la erección o ampliación de los astilleros para la construcción naval y la reparación de los navíos de guerra, puesto que las viejas atarazanas habían quedado inhábiles para los trabajos que el mantenimiento de las galeras de España exigían. Según Hernández del Portillo, don Álvaro de Bazán mandó construir unos astilleros en la desembocadura del río Guadarranque. Refiere este historiador gibraltareño que "de Gibraltar se fue al río de Guadarranque a hacer de nuevo y adobar galeras, por estar en aquellos tiempos los montes donde se cortaba madera para los navíos a media legua de la Barcina, que aún duraron así hasta nuestros tiempos en la Carbonera". También se sacaba madera para los astilleros de Gibraltar de los montes de Castellar. En el año 1595 el escribano público Melchor Gallego declaró que "de los montes de Castellar se sacó madera para construir las galeras de España".
López de Ayala refiere que, a partir del nombramiento de son Álvaro de Bazán, "…hubo mayor frecuencia (de barcos) en la bahía de Gibraltar. Vinieron a invernar en ella las armadas: hubo astillero para adobar o carenar los buques, y sirvieron para este efecto y para hacer nuevas embarcaciones los dos ríos Guadarranque y Palmones, por estar más próximos a la sierra de la Carbonera que aún estaba poblada de árboles".
El concejo gibraltareño, consciente de la deforestación a que se estaba sometiendo a sierra Carbonera a causa de la construcción naval, remitió una carta al rey Felipe II el 7 de abril de 1592, en la que se quejaba por la corta excesiva de alcornoques en esa sierra. El rey le contestó, en 2 de mayo, que "en lo de los cuatrocientos árboles alcornoques que el capitán Cristóbal de Munguía os ha pedido para el servicio de mis galeras que apuntáis representa ser demasiada esa cantidad, os envío al conde de Santa Gadea que haga ver lo que necesariamente es menester, haciendo la corta de árboles que no se pudiesen excusar para que menos daños haga a los montes".
Los astilleros del Guadarranque no se vuelven a mencionar desde mediados del siglo XVII, lo que no quiere decir que quedaran totalmente abandonados, sino que su actividad se centró casi en exclusiva en la reparación de embarcaciones de pesca y de comercio. Un documento de 1703, aportado por Alberto Sanz Trelles, hace mención al maestro calafate Alonso Lucena que se compromete a fabricar en los astilleros de Guadarranque un barco para dedicarlo a la pesca en la próxima almadraba de buche.
Con la caída de Gibraltar en poder de la escuadra anglo-holandesa en el verano de 1704, lo poco que quedaba de actividad en estos astilleros desapareció definitivamente, hasta que en la segunda mitad del siglo XVIII se reinicie la construcción naval en los alrededores de Algeciras con la construcción de las famosas baterías flotantes y la reparación de las lanchas cañoneras. Durante el Gran Sitio de Gibraltar de 1779 a 1783, se volverían a habilitar astilleros en la Bahía, pero en esta ocasión no se ubicarían en la desembocadura del río Guadarranque, que se encontraba demasiado cerca de los cañones ingleses, sino que se erigieron en el litoral de Algeciras.
(Extractado de mi libro El Puerto Bahía de Algeciras. 3000 años de historia, UNED-Madrid, Algeciras, 2013).
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