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La torre del Almoraima y la arquitectura defensiva medieval del Campo de Gibraltar (I)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

Hasta la fecha se había supuesto un origen árabe de la torre en base su topónimo, sin embargo, el término ha llegado muy alterado y, posiblemente, se aplicó en época castellana

Litografía titulada Moorish tower near the Almoraima (Napier, 1842).
Rafael Jiménez-Camino Álvarez, Mercedes Sola López Y José L. Portillo-Sotelo

09 de octubre 2023 - 02:00

La situación fronteriza de la villa de Castellar y su tierra, donde se localiza La Almoraima, favoreció que Enrique IV la cediera en régimen de señorío a su primer alcaide, Juan Arias de Saavedra, en 1445, solo once años después de su conquista. Más adelante, en 1539, este linaje nobiliario sevillano obtuvo el título de conde de la mano de Carlos I.

La torre se emplaza en la finca homónima, que resulta ser, en la actualidad, la de mayor tamaño de España al contar con 14.109 hectáreas, que suponen el 82,70% de la superficie total del término municipal de Castellar de la Frontera. La mayor parte se halla inserta en el Parque Natural de Los Alcornocales y desde 1983 es de gestión pública a través de la empresa La Almoraima. En la Edad Media y Moderna, el nombre aludía solo a una de las ocho dehesas que integraban el Estado de Castellar, la de mayor tamaño y en la que pastaba el mayor número de reses, aunque hoy ha pasado a designarlas a casi todas ellas. La dehesa se dividía en dos partes, la Almoraima Alta, donde se halla el convento, la torre y el molino del Sotillo; y la Baja, donde se emplaza el denominado “molino del conde”. Los condes obtenían un doble aprovechamiento, ya que, por un lado, la arrendaban a los ganaderos para pasto y consumo de bellota y, por otro, aprovechaban en exclusiva la madera, cuya tala estaba vedada en las ordenanzas, prohibición que se extendió incluso a los arrendadores en 1613 para que el bosque pudiera regenerarse. Una parte importante era vendida al astillero de Gibraltar. También sabemos que poseía al menos una huerta, la del Cañuelo, y que en la finca se estableció un coto para la caza mayor y otro para la menor ya en 1560, para venados, gamos, corzos y conejos.

El edificio estaba exento y conservaba todo su alzado hasta principios del siglo XX, cuando se le adosó un cuartel de la Guardia Civil, que debió construirse después de 1917, puesto que en el plano del Instituto de Estadística y Cartografía de ese año solo se ubica el torreón. La indicación “torre vieja” aparece igualmente en el plano anterior de la Comandancia de Ingenieros del Campo de Gibraltar, fechado en 1904, y en otro con más detalle del Archivo Ducal de Medinaceli del siglo XIX, pero posterior a 1890 porque representa el apeadero del ferrocarril.

Plano del Instituto Geográfico y Estadístico, hoja de San Roque (1075), escala 1: 50.000, 1917. © Instituto Geográfico Nacional. Ubica de norte a sur (en recuadro): el cerro de El Alizán, el palacio de la Almoraima, el “torreón” sin el cuartel, el molino del Sotillo y el molino del Conde.

El cuartel contaba en un primer momento con una sola planta sobre la que se disponía una azotea cerrada con la misma balaustrada que debió añadirse entonces a la cubierta de la torre, como se desprende de una fotografía sin fecha custodiada en el Archivo Ducal de Medinaceli, en adelante ADM. Posteriormente, esa planta fue agrandada hacia el norte y se la añadió un segundo piso cubierto a dos aguas. Algunos autores señalan que la torre funcionó entonces como cárcel, aunque en el momento de su abandono la planta baja era utilizada como cocina, cuando el edificio pasó a ser casa de guardas.

. Fragmento del plano del convento de La Almoraima realizado por Jacobo García. Comandancia de Ingenieros del Campo de Gibraltar, Algeciras 1904. © Museo de la Región Militar Sur, sigla 5393. Sitúa la vega de la torre y la “torre vieja” sin el cuartel.

Una litografía titulada Moorish tower near the Almoraima de L. Napier publicada a mediados del siglo XIX, permite observar el relativo buen estado de conservación previo a la construcción del cuartel, ya que, aunque se observan importantes grietas que recorren la fachada, el alzado se conservaba completo hasta el pretil. La imagen nos ofrece una valiosa información estructural al insinuarse en la parte baja lo que parece el arco de una puerta que estaría en gran parte enterrada. Francisco Montero la describe, también en aquella época, como una torre árabe que estaba aún en pie en el mismo paraje que el convento. Este historiador local fue el primero en plantear que la torre debió funcionar como lugar para el “pago de las multas” para los forasteros, en base a la traducción del topónimo. Esta interpretación ha sido asumida por la investigación posterior a la que se han añadido otras posibles funciones como almenara y fortificación para el refugio de la población circundante en caso de peligro.

Sobre el topónimo árabe de la torre y de Castellar

Como acabamos de ver, todos los investigadores han defendido su origen árabe en base al topónimo “El Almoraima”, aunque hemos de hacer algunas apreciaciones al respecto. En primer lugar, el sustantivo, que empieza por vocal y es de género femenino, está precedido en la documentación de archivo del artículo castellano con género masculino, lo que indica claramente su formación tras la conquista. En segundo lugar, el término ha llegado muy alterado, lo que ha llevado a especular con diferentes interpretaciones de su sentido. Por un lado, Elías Terés ya comprobó la dificultad de que procediera del antropónimo femenino María, habitual en la onomástica árabe y según este autor la etimología más aceptada, por el infrecuente uso del artículo (al-Maryam). Por otro, algunos autores, como ya hemos señalado que hizo Montero, parecen derivarlo del término almojarifazgo. El almojarife, en árabe al-musrif, era un inspector encargado de cobrar los derechos aduaneros en la puerta de las grandes ciudades y puertos. En este sentido, hemos de señalar que la cuenta de mercaderes y “Almonaima” con “n” era, según fuentes del siglo XV, una de las tres partes en las que se dividió la recaudación del almojarifazgo mayor de Sevilla, un gravamen aduanero que afectaba a los intercambios comerciales. La “almona” era, según el Diccionario de Autoridades de 1726, un término que “en lo antiguo” se aplicaba, en general, a casas y fábricas, como las jabonerías, o a almacenes públicos. El término Almoraima, con “r”, aparece por primera vez en la redacción más antigua de la Ordenanzas de Castellar, anterior a 1510 para designar a una de las dehesas de Castellar y luego a la torre.

Fragmento del plano de La Almoraima realizado por Benito de Mora [1890-1900], Archivo Ducal de Medinaceli. Mapas y planos, cajón 3. Sitúa la “torre vieja” sin el cuartel.

En este punto, hemos de señalar que la mayoría de los topónimos de Castellar son latinos, y que los islámicos parecen haber sobrevivido muy puntualmente, por ejemplo, en las dehesas localizadas en la zona menos montañosa. Es el caso de la mencionada del Almoraima que se localiza en la vega del río Guadarranque, hidrónimo que es también de ascendencia semita y se traduce como “río de las Yeguas”, y Majarambús en la del Hozgarganta. El nombre de esa última dehesa procede del árabe andalusí Maysár, cortijo, seguido posiblemente de un antropónimo y su mención más antigua se constata en la sección de las Ordenanzas de Castellar redactada entre 1543 y 1546. A esta nómina se podría añadir la sierra de “almenara”, del árabe al-manāra, en relación con el fuego con el que se transmiten señales desde las atalayas. Un caso distinto es el de “las atalayuelas”, que podría haberse introducido tras la conquista como delata el uso del artículo y el sufijo castellano y, quizás también El Alizán, nombre con el que el plano del Instituto Geográfico y Estadístico de 1917 designa a un cerro situado al noroeste de la torre con la cima a 300 m.s.n.m. Es una forma que se asemeja al alhizán o alhiçan documentada en la Alpujarra, donde coincide con el emplazamiento de un (al-)hisn o fortificación islámica. Posiblemente, la baja densidad de los topónimos árabes deba ponerse en relación con la desaparición de una importante parte de la población mudéjar tras la conquista.

Poblamiento y construcciones rurales de los siglos XV y XVI en Castellar

Las ordenanzas mencionan la existencia en 1543 de dos “alcarías” o alquerías, ambas con topónimos latinos: la “alta” de Matillas y la del Audón, con un arroyo homónimo. Ello nos indica la existencia de un pequeño poblamiento al exterior del castillo o, al menos, dos cortijos originados seguramente tras la conquista.

Fotografía del cuartel de la Guardia Civil de La Almoraima, Archivo Ducal de Medinaceli (arriba). Fotografía actual del cuartel (abajo).

Los señores de Castellar construyeron dos molinos en la dehesa, uno en la denominada Almoraima Alta, el del Soto o del Sotillo, del cual tenemos constancia documental entre 1522 y 1524 y gráfica en el plano de 1917; y otro en la Baja, junto al Arroyo Dulce, conocido como el molino del conde. Éste último debió de realizarse antes de 1526, pues en esta fecha ya aparece consignado en una escritura de censo.

Posteriormente, en el mismo lugar del molino se edificó “una casa fuerte y torre” después de 1539, según deducimos de la mención al título de conde en el documento en el que éste impone las condiciones para su construcción, y antes de 1544, si damos por válida la atribución al primer conde de Castellar consignada en la portadilla. El molino, que aún se conserva, ha sido estudiado por Ana Aranda (2001).

Las ordenanzas aluden también a una “atalaya del Caballo” en 1543, aunque no es posible saber si se refiere solo a un lugar de observación o a una torre construida.

Descripción de la torre

El edificio se sitúa en el extremo meridional de una pequeña meseta alargada en forma de espolón, con dirección norte-sur y una altura de 50 m.s.n.m., que se erige sobre la vega del río Guadarranque. Está limitada al oeste por un arroyo que vierte al citado río, y atravesada al este por el camino que unía Castellar y Gibraltar en época moderna y posiblemente en la medieval. El primer núcleo dista 4 km en línea recta de la torre, y el segundo, 17. Este espolón no es el lugar más alto del entorno, pues se sitúa a los pies del cerro del Risco Blanco, que se eleva 160 m.s.n.m. y anula la conexión visual con el castillo de Castellar. Además, esta meseta está rodeada, especialmente al noroeste, oeste y suroeste, por otros cerros de entre 150 y 300 metros de altura sobre el nivel del mar, por lo que la conexión visual se establece principalmente con Gibraltar y la bahía de Algeciras.

La torre tiene planta rectangular con unas dimensiones de 5,95 x 6,97 metros y una altura de 12,55 metros, sin contar la cornisa superior y la balaustrada, que son añadidos posteriores, lo que podemos asegurar al comprobar que no se documentan en el grabado del siglo XIX. Con ellos, la altura se eleva a 14 metros. En la parte superior de esta ilustración observamos una moldura que se ha conservado y que es habitual en las fortificaciones medievales. Ésta suele coincidir con el nivel en el que se sitúa el pavimento del terrado en el interior del edificio. Sobre la moldura se levanta un pretil sin merlones de 1,44 metros de altura.

Aunque está totalmente cubierta por un enlucido de cemento, se puede observar su fábrica en un desconchón en el centro del paño noroeste, que está realizada con mampostería de arenisca trabada con una argamasa muy amarillenta. En las fachadas sureste y suroeste se aprecia un zócalo formado por sillarejos de gran tamaño poco devastados.

Artículo publicado en el número 58 de Almoraima. Revista de estudios Campogibraltareños

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