El tráfico comercial por el puerto de Algeciras en el siglo XVIII y el abasto de Ceuta

Estampas de la Historia del Campo de Gibraltar

Algunas de las embarcaciones que se dedicaban al comercio en el puerto de Algeciras pertenecían a comerciantes asentados en esta ciudad; otros de Valencia, Cataluña o de Cádiz

Las compañías navieras en las líneas del Estrecho y otras trasatlánticas entre 1965 y 1978 (VI)

Principales rutas comerciales que enlazaban Algeciras con otros puertos en el siglo XVIII. / E. S.

En este artículo se va a analizar la importancia que la actividad comercial tuvo en el puerto de Algeciras en la segunda mitad del siglo XVIII y los principales lugares de destino u origen de los intercambios realizados por vía marítima, cuáles eran las mercancías comercializadas y las circunstancias que, en determinados momentos, lo favorecieron o lo entorpecieron, así como la incidencia que la política española y las relaciones internacionales tuvieron en el desarrollo del comercio marítimo algecireño en el Siglo de las Luces (el contrabando y el corso se tratarán en un próximo artículo, puesto que en este período de la historia portuaria de Algeciras, en numerosas ocasiones, eran actividades relacionadas con el comercio).

Es necesario señalar la incidencia que tuvieron sobre el comercio marítimo los períodos de confrontación bélica con Inglaterra y los asedios a Gibraltar durante el siglo XVIII, no siempre negativa, puesto que la actividad corsaria, producto del citado enfrentamiento, fue una de las fórmulas revitalizadoras de la economía local en los puertos de Algeciras y Tarifa hasta, al menos, el final de la Guerra de la Independencia.

En palabras del profesor Mario Ocaña: "el comercio regional, nacional o internacional, el contrabando con Gibraltar y el corso marítimo contra los enemigos de la Corona española atrajeron a un importante número de pobladores temporales que, como población flotante, permanecieron en la ciudad durante períodos de tiempos más o menos amplios y, en algunos casos, de forma definitiva".

Faluchos que se empleaban en los siglos XVIII y XIX para comerciar con Gibraltar. / Lean Laurent

1.- El comercio con el puerto de Cádiz.

En 1772, desde el puerto de Algeciras y desde el embarcadero del río Palmones se exportaba madera y carbón vegetal para la ciudad de Cádiz, como refiere Francis Carter. El Barón de Bourgoing, en 1795, escribe que "el reducido puerto de Algeciras recibe algunos cargamentos de aguardiente y el trigo en embarcaciones catalanas, y sólo exporta el carbón vegetal que se extrae de las montañas próximas". Según el citado Mario Ocaña, en la década de los setenta del siglo XVIII es cuando por primera vez, o así al menos lo recoge la documentación, el Ayuntamiento de Algeciras subasta distintas parcelas, situadas en las laderas de la sierra del Algarrobo, para carbonearlas. Una vez fabricado el carbón, éste se manipulaba en presencia de los controladores encargados de anotar el peso de las cargas y se confiaba a los encargados del embarcadero del río de la Miel, salida natural de todas las mercancías producidas en su entorno y primer y endeble muelle comercial de Algeciras. El carbón, añade este autor, "en gran medida se exportaba a Cádiz, Sevilla, Ceuta u Oran a través de los empresarios y mercaderes establecidos en la ciudad". Además del carbón, era muy abundante el envío de madera para la construcción naval que se embarcaba en el río Palmones para abastecer los arsenales de La Carraca. En el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras se conserva un contrato, de principios del siglo XIX, por el que se concedía a Francisco Sevilla el acarreo de madera desde los bosques de Jimena hasta el río Palmones. Otros productos que se embarcaban en el puerto algecireño eran el corcho, la cera, la miel y el pescado. Entre las mercancías importadas, que llegaban de puertos andaluces y algunos extranjeros, se documentan los licores, el trigo y los tejidos. En el año 1752 entraron por el puerto no menos de 500 arrobas de anís para su abastecimiento y el de la cercana plaza de Ceuta.

Algunas de las embarcaciones que se dedicaban al comercio en el puerto de Algeciras pertenecían a comerciantes asentados en esta ciudad (algunos procedentes de Valencia o Cataluña) o de Cádiz; en ocasiones, dos o más comerciantes se asociaban para comprar una embarcación que dedicaban al comercio con Gibraltar, Cádiz o Levante. En el Archivo de Protocolos Notariales se conserva un documento que menciona a Bernardo Haurat, vecino de Algeciras, y Juan Martín la Comba, comerciante de Cádiz, que poseían cada uno la mitad de un barco nombrado Nª Sª del Carmen y las Ánimas.

La zona portuaria de la nueva Algeciras hacia 1760. / Archivo de la APBA

2.- El comercio con Marruecos.

Con el incremento del tráfico comercial, sobre todo con Gibraltar y Marruecos, en el año 1742 se estableció una aduana en Algeciras con el fin de controlar y grabar con los impuestos reglamentarios el citado tráfico. Para no perjudicar a los habitantes de la ciudad y de las otras ciudades de su entorno que se abastecían de productos importados a través del puerto algecireño, se eximió del pago de impuestos aduaneros todos los géneros que entraran por vía marítima para el consumo de los vecinos. Sin embargo, seis años más tarde, en 1748, por Real Orden se suprimió dicha aduana con el objetivo de facilitar el comercio (¿). No cabe duda de que con esta supresión se beneficiaba a los puertos de Tarifa y Cádiz que, tradicionalmente, habían monopolizado el comercio con los puertos norteafricanos, puesto que tenían establecidas aduanas con anterioridad a la de Algeciras. Probablemente, el auge del puerto algecireño y la pérdida de los fletes dirigidos al comercio marroquí promovieron las quejas de Cádiz y Tarifa ante el Rey, lo que ocasionó que éste anulara la concesión de la aduana algecireña. No obstante, y a pesar de la prohibición, las embarcaciones procedentes de Marruecos continuaron acudiendo al puerto de Algeciras, lo que obligó a las autoridades de Hacienda a reconsiderar lo establecido en 1748. El 29 de junio de 1766 se remitió una orden al Director de Rentas Generales por la que se restablecía la Aduana algecireña.

Al año siguiente, el reino de España y el sultanato de Marruecos firmaron un tratado de libre comercio que, entre otras cosas, establecía la libertad recíproca de navegación, pesca y comercio entre los puertos de ambas naciones. Se abrieron consulados en Larache, Tánger y Tetuán, multiplicándose los intercambios en las décadas siguientes. Marruecos exportaba a España ganado, cueros, cera y, sobre todo, trigo. Los puertos de destino más frecuentados, en la costa marroquí, por los barcos de comercio de Algeciras y Tarifa, eran Tánger, Larache y Río Martil-Tetuán.

Los funcionarios de aduanas debían evitar que los barcos extranjeros sacasen dinero del reino por las ventas realizadas, debiendo cargar mercancías de retorno por el valor de los géneros entrados en España. Sin embargo, en algunas ocasiones, y cuando especiales circunstancias así lo exigían, como ocurrió en agosto de 1782 cuando el Duque de Crillon solicitó al Administrador de Aduanas de Algeciras, que solicitase al Rey, que las embarcaciones extranjeras que desembarcaran mercancías por cuenta de la Real Hacienda pudieran sacar libremente para donde quieran el dinero que importan sus fletes, a lo que Carlos III accedió, teniendo atendiendo las razones en que se basaba la petición del Duque: impedir el desabastecimiento de las fuerzas de bloqueo.

Desembocadura del río Palmones donde hubo en el siglo XVIII un embarcadero para la carga de madera y carbón vegetal con destino a Cádiz y a otros puertos. / E. S.

3.- El abasto de Ceuta

El aislamiento al que estaba sometida la ciudad de Ceuta y el temor de sus autoridades a sorpresivos ataques de los marroquíes, cuando no sufría la plaza asedios que duraban décadas, obligaban a prever el continuo abastecimiento de la ciudad desde la otra orilla. El rey Carlos II, por Real Cédula de 31 de enero de 1700, había renovado las franquicias que disfrutaba Ceuta para recibir abastos de los reinos de Granada y Sevilla sin que estuviesen grabados por el impuesto de millones sobre los precios del vino, vinagre, aceite, carne, jabón y velas de cebo, entre otros. A lo largo del siglo XVIII, la ciudad y el puerto de Algeciras, junto con Tarifa y Estepona, sustituyeron a Gibraltar que, desde el siglo XV y hasta el año 1704, habían asumido la responsabilidad de proveer a Ceuta de todo lo necesario. Correa da Franca asegura que Algeciras sirve de albergue y refugio al comercio de Ceuta, supliendo la falta que le hizo la pérdida de Gibraltar. Desde el puerto algecireño se enviaba leña, carbón, aguardiente, trigo, garbanzos, habichuelas, manteca, bacalao, aceite y ganado vacuno, En un documento de 1791 se hace referencia a las reses vacunas que se adquirían en Berbería para llevar a pastar a Algeciras y, luego, enviarlas a Ceuta para su abasto. Una de las dehesas de la ciudad, llamada de Ceuta, por la que se pagaba, en concepto de arrendamiento la cantidad de 4.000 reales en el año 1741, se dedicaba en exclusiva al pastoreo de los carneros pertenecientes al Real Hospital de Ceuta. La Junta de Abastos de Ceuta era la que demandaba a los asentistas los productos y las cantidades que la plaza necesitaba para su mantenimiento. Se sabe que en 1741 el número de viajes anuales para abastecer Ceuta desde Algeciras era de veinte, desde Tarifa, trece, y desde Estepona doce.

Plano del Fuerte del Tolmo y el muelle desde el que partían los barcos con mercancías para el abasto de Ceuta en el siglo XVIII. / A. J. Sáez Rodríguez

Como en la década de los años treinta del siglo XVIII el acoso de los navíos ingleses desde Gibraltar a los mercantes que hacían la travesía entre Algeciras y Ceuta hacían peligrar el normal abastecimiento de la ciudad norteafricana, se habilitó, en el año 1739, un puerto de embarque alternativo que se hallara más cerca de Ceuta y fuera del control de los barcos de Gibraltar. Como refiere Correa da Franca, "para que tuviesen acogida nuestras embarcaciones y se liberasen de los corsarios ingleses, fue preciso fortificar la cala del Tolmo". Se construyó un fuerte y se proyectó un muelle para el atraque de los barcos que habían de navegar hasta Ceuta, aunque ambas obras quedaron inconclusas o, en el caso del muelle, muy afectadas por los frecuentes temporales. Para garantizar el abasto de la ciudad y de su guarnición a finales del siglo XVIII hubo que recurrir a enviar los cargamentos en barcos bajo pabellón marroquí.

(Extractado de mi libro El Puerto Bahía de Algeciras. 3000 años de historia, UNED-Madrid, Algeciras, 2013).

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