Las ventas que quedaron en la cuneta

Sólo dos de los siete restaurantes de carretera entre Los Barrios y Alcalá de los Gazules, en plena Ruta del Toro, sobreviven tras la finalización de la autovía A-381. La C-440 es hoy una carretera sin apenas tránsito

Jesús Hidalgo, uno de los propietarios de la venta El Frenazo, que sigue abierta en la C-440, en la puerta del establecimiento.
Jesús Hidalgo, uno de los propietarios de la venta El Frenazo, que sigue abierta en la C-440, en la puerta del establecimiento.
A. Rodríguez / Los Barrios

27 de enero 2008 - 01:00

La construcción de la autovía A-381 entre Los Barrios y Jerez de la Frontera trajo a los campogibraltareños una posibilidad desconocida hasta entonces: conectar con la capital del vino en poco más de una hora frente a las sinuosas curvas de la antigua Comarcal 440. Pero el progreso no siempre está ligado a aspectos positivos, aunque nadie duda de las bondades de las vías rápidas, especialmente en lo relativo a la seguridad.

Hay quienes no han podido correr a la par que los coches y camiones que surcan la autovía a cualquier hora. Son las ventas que antaño poblaban la cuneta de la 440 y que hoy, como un automóvil averiado, se han quedado al margen. La antigua C-440 llegó a tener hace menos de una década hasta siete bares de carretera a sus márgenes entre el término municipal de Los Barrios y el colindante Alcalá de los Gazules. Hoy sólo dos abren sus puertas, separados por casi 40 kilómetros de distancia: la venta El Frenazo, en Los Barrios, y el restaurante Los Corzos del área de servicio La Palmosa, en Alcalá.

Atrás quedaron la venta La Polvorilla, una de las primeras en caer -literalmente- por culpa de la autovía. Tuvo que ser derribada en el año 2002 tras la expropiación de los terrenos para dejar paso a la A-381. La venta Matías, situada enfrente de La Polvorilla, se mantuvo abierta algún tiempo más pero también sucumbió. Hoy se encuentra abandonada y escondida a los ojos de los conductores tras una mampara acústica donde el único ruido lo provocan las puertas movidas por antojo del viento. La venta de María echó el cierre ante la falta de clientela y la avanzada edad de su propietaria, igual que la venta de Braulio, ya en el término alcalaíno.

La última de esta lista fue la venta Los Gallos, que estuvo al pie del cañón hasta hace un año y medio. Francisco, vecino de la Hacienda del Agua -junto a Los Gallos- recuerda que el restaurante daba empleo a una veintena de personas que tuvieron que buscarse la vida. Sin embargo, asegura que los dueños la mantienen "en letargo" bajo la esperanza de que una conocida constructora quiere levantar muy cerca un parque comercial que podría poner en marcha de nuevo los fogones.

Toda esta inactividad concentrada en apenas 40 kilómetros contrasta con los extremos. La venta El Frenazo, a escasos tres kilómetros de Los Barrios y 38 años de historia, ha sabido mantenerse gracias a su cercanía con el casco urbano y a la búsqueda de un nuevo enfoque para el negocio, según Jesús Hidalgo, uno de sus propietarios. "La autovía se dejó notar mucho el primer año, cuando dejamos de ser un lugar de paso, luego volvimos a recuperarnos poco a poco", apunta.

Mientras Hidalgo atiende a la barra, una pareja del Seprona coincide con otra de la Policía Local. Se saludan y piden cafés. El Frenazo sigue siendo un lugar para desayunar en ruta, pero también un espacio donde almorzar en familia. "Tuvimos que ampliar nuestra filosofía hacia los clientes que vienen los fines de semana, sin descuidar la barra, aunque la economía cada vez aprieta más. La copita de después ya hace tiempo que pasó a mejor vida", bromea. Justo en ese momento para un autobús de escolares en la puerta, la tostadora se pone al cien por cien.

Siguiendo la C-440 en coche es difícil cruzarse con otro vehículo. "El camino se ha quedado para nosotros", sentencia María Luisa, quien pasea a su perro Nerón a la altura de El Castaño. Trabaja desde hace dos años en la finca de Galán junto a su marido, que ejerce como mayoral. Camina por la izquierda, pero pocos coches van a cruzarse con ella. "Todos los días camino por aquí una hora. La autovía trajo seguridad, pero ya no hay un sitio cerca donde comprar el pan. Hay que ir hasta Los Barrios o a Benalup", apunta.

Para el conductor, la C-440 parece detenida en el tiempo. Sólo algún ciclista o corredor aportan movimiento a los parajes donde las hojas de los árboles invaden la agrietada calzada, que ha visto transformada su razón de ser desde nexo de transportes con el interior de la provincia a carretera de acceso a fincas, senderos y rutas cicloturistas. Las sinuosas y estrechas curvas contrastan con los amplios y rectos viaductos, como el hermano mayor que mira desde algo más arriba al menor.

La actividad vuelve a dejarse ver en La Palmosa, que siempre disfrutó de un lugar privilegiado y que hoy cuenta con acceso directo desde la autovía. Es el segundo superviviente. Otros cinco no han tenido tanta suerte.

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