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Agricultura
Puede que, dentro de unos meses, cuando usted se sirva un buen chorreón de kétchup sobre una hamburguesa o una salchicha, esté degustando un producto en cuya elaboración se ha empleado como principal materia prima tomates cultivados en la finca La Almoraima.
La explotación agrícola, propiedad del Estado y localizada en Castellar de la Frontera, ha suministrado a la conocida marca de salsas casi 3.000 toneladas de tomates de bola que, en una parcela de unas 24 hectáreas y a lo largo de menos de cuatro meses, han crecido gracias a la tierra, el sol y al agua de esta localidad del Campo de Gibraltar donde el cultivo a dicha escala de este fruto es una rareza.
“Se trata de una producción experimental de la que estamos muy satisfechos y que surgió tras una propuesta que nos hicieron dos empresas del sector de Los Palacios (Sevilla). Escogimos una zona que habitualmente la dedicamos a plantar algodón y cereales, pero que necesita rotar el cultivo”, afirma Emilio Romero, director general de La Almoraima.
Visto en perspectiva, no deja de ser un ensayo teniendo en cuenta que la finca -el mayor latifundio de titularidad pública de España- se extiende sobre una superficie de 13.141 hectáreas, de las que 720 están dedicadas a cultivos, en su inmensa mayoría de carácter ecológico: 474 de secano y 246 de regadío. “Ha sido una experiencia muy buena en la que se ha empleado un riego por goteo muy eficiente, con un sistema totalmente digitalizado, con un consumo menor de agua y, por tanto, más sostenible y respetuoso con los recursos. Toda el agua la ha aprovechado la planta”, asegura Romero, que subraya las ventajas de este método frente al riego por aspersión, del que se benefician las llamadas malas hierbas que dificultan el crecimiento de los cultivos.
El cultivo del tomate lo ha llevado a cabo personal de La Almoraima, pero buena parte de la tecnología ha sido aportada por las empresas que le realizaron el encargo. El resultado ha sido una producción por hectárea de 116.000 kilos de tomates, una vez hecho los descartes, que han arrojado un peso final de 2.784.000 kilos de fruto. “Hemos logrado una buena rentabilidad”, resume el máximo responsable de la finca.
El objetivo de La Almoraima, según su director general, es mantener o, incluso, ampliar el acuerdo con Heinz y las empresas asociadas a esta para volver a plantar tomates en otra parcela la próxima temporada, manteniendo así la necesaria rotación. “El tomate es un cultivo raro en la comarca”, admite Romero con cierto orgullo y sabedor de que, en cierto modo, ha situado una pica en Flandes. “El hecho de que este año nos haya salido bien no garantiza que vayamos a tener éxito en las siguientes campañas, aunque vamos a poner todo nuestro empeño en lograrlo”, advierte a renglón seguido, sabedor de que la agricultura está sujeta a factores, como plagas e inclemencias meteorológicas, difícilmente controlables en muchas ocasiones.
El Ministerio para la Transición Ecológica puso en marcha en 2021 una inversión de 25 millones para impulsar La Almoraima con 10 ejes que persiguen el triple objetivo de generar rentabilidad medioambiental, social y económica de esta finca propiedad del Organismo Autónomo de Parques Nacionales.
La Almoraima ha experimentado desde ese año una transformación radical con un plan de eficiencia energética mediante la autoproducción con renovables y nuevas producciones agrícolas y ganaderas de carácter ecológico. También se lleva a cabo un proyecto de reforestación y lucha contra la seca, además de haberse dado un impulso al turismo con la mejora de las instalaciones hoteleras y del restaurante.
En la finca de Castellar, enmarcada en el Parque Natural de Los Alcornocales y que tiene históricamente un aprovechamiento eminentemente forestal, se han ido implantando en los últimos años cultivos agrícolas tan diversos como trigo, algodón, olivo, aguacate, quinoa, remolacha o girasol, a los que se ha unido ahora el tomate.
En enero pasado, los responsables de La Almoraima lograron otro hito: la producción del primer aceite de oliva virgen extra del Campo de Gibraltar. Aunque la producción se redujo a 1.100 botellas empleadas en el restaurante y puestas a la venta en el hotel de la finca, la aspiración es que año se vaya a más.
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