Historia del Santo Cristo de la Almoraima
HISTORIA Y ARTE EN CASTELLAR DE LA FRONTERA
La imagen se adscribe a la escuela castellana de imaginería barroca
Fue donada a la parroquia del Divino Salvador en 1971, por la Casa de Medinaceli
En los primeros meses del año 1603, los frailes mercedarios fundadores del Convento de la Almoraima se entrevistaron con la condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, en su mansión madrileña. Al mismo tiempo que doña Beatriz se hallaba ocupada en redactar las constituciones que habían de regir la nueva fundación junto con el fraile mercedario Cristóbal González, se comprometió a dotar al nuevo convento de una serie de objetos litúrgicos y de imágenes sagradas, entre ellas una de un crucificado que debería ocupar un lugar destacado en la iglesia conventual.
Con los datos que hoy poseemos y la valiosa aportación de los "Annales de la Orden de Descalzos de Nª Sª de la Merced" redactados por fray Pedro de San Cecilio en 1669, podemos asegurar que la imagen del Cristo Crucificado (conocida como Santo Cristo de la Almoraima) que hoy se venera en la iglesia parroquial del Divino Salvador y antes estuvo entronizada en la capilla del lado del Evangelio de la iglesia conventual, fue encargada a unos talleres madrileños por la Condesa de Castellar en el mes de abril de 1603.
La obra se realizó entre el citado mes y finales de septiembre del mismo año, cuando la condesa de Castellar la entregó a los frailes mercedarios en Madrid, unos días antes de que estos iniciaran el viaje que los llevaría hasta la Almoraima. Fue trasladada, no sin dificultades, según refiere el padre San Cecilio, en un carro, acompañada de los propios frailes, hasta Sevilla, en cuyo puerto fluvial se embarcó en un navío que la trasladó al puerto de Gibraltar. Consta que en aguas del Estrecho la embarcación sufrió la persecución de un bergantín de corsarios berberiscos procedentes de río Martil, aunque pudo arribar a Gibraltar sin sufrir daño alguno. Desde Gibraltar viajó, a lomos de una mula, hasta la ermita de Nuestra Señora de los Reyes, en la Almoraima, que fue la sede fundacional del Convento hasta que se erigió el edificio actual a mediados del siglo XVII. El Crucificado fue entronizado en la ermita el día 3 de octubre.
Detalles del Santo Cristo de la Almoraima
La imagen, de tamaño natural, está confeccionada con pasta de madera y lienzo encolado. Este material, poco consistente, sometido a los altos niveles de humedad y a las grandes oscilaciones de temperatura que se dan en la Almoraima, ha provocado deformaciones en la imagen que con el paso de los años se han hecho más evidente, sobre todo en el torso y las piernas.
El que no fuera tallada en madera se puede deber a dos razones: la primera, que la premura en acometer la fundación del nuevo convento obligaba a confeccionar la imagen del Crucificado con una técnica que acortara el tiempo de ejecución; la segunda, que al tener que ser traslada desde Madrid hasta Castellar en un carro o a lomos de una acémila, se debía tener presente que la imagen fuera de un material liviano para facilitar su traslado y los imprevistos que pudieran acaecer en el transcurso de tan largo y penoso viaje. Los postizos que tiene el Santo Cristo –pelo natural, corona de espinas, potencias de metal y paño de pureza con brocados– se añadieron con posterioridad, así como la policromía actual, de fríos tonos patéticos y abundantes regueros de sangre, que es del siglo XVIII, aunque la imagen fue repintada a finales del siglo XX.
Una de las características de la imaginería barroca de la escuela castellana (a la que hay que adscribir la imagen del Santo Cristo de la Almoraima) es el acentuado naturalismo: figuras completas con forzados escorzos, representación exagerada del dolor y la crueldad con abundantes regueros de sangre, profundo dinamismo de las figuras, rostros que expresan el padecimiento, tanto físico como moral, etc.
Es un Cristo muerto, con tres clavos. Su cabeza, muy humillada; las heridas y hematomas le dan una gran sensación de realismo. Su valor es más devocional que artístico, siendo centro de peregrinación de multitud de fieles devotos –especialmente en los primeros días de mayo cuando se celebra su festividad y romería– que vienen atraídos por la fama que tiene la imagen de milagrosa.
En el entorno de la imagen del Santo Cristo, en la iglesia parroquial del Divino Salvador, se exponen numerosos exvotos depositados por los fieles que aseguran haber obtenido alguna gracia o logrado algún milagro por la intercesión de tan famoso crucificado. Algunos consisten en pequeñas chapas de metal que representan la figura de miembros del cuerpo, otros son pinturas o cuadros realizados con un estilo muy sencillo (se diría que naïf) que reproducen los milagros realizados gracias a su intercesión.
En uno de estos cuadros, que muestran un caballo desbocado en medio del bosque, a una mujer con un niño de pocos meses entre sus brazos caídos en el camino y el convento y la imagen del Santo Cristo en la esquina superior derecha, se puede leer: "Milagro que hizo el S.S. Christo de la Almoraima con la esposa de Francisco López, María Cano y su hijo José López, caídas estas dos personas de un caballo que galopaba en el camino de dicho convento. Aconteció el día 23 de mayo de 1824".
La devoción al Santo Cristo de la Almoraima y su fama de imagen milagrosa viene de lejos. Según el padre San Cecilio "(hacia 1658) uno de los mayores devotos que tiene aquella santa Imagen es el capitán Christóbal Jiménez Corchón, vecino de la ciudad de Gibraltar y natural de Medina Sidonia… Visitaba con la mayor frecuencia que podía la santa imagen del Crucifijo (sic.). Se encomendaba a él con mucho afecto… Las asistencias de este Señor han sido muchas, y todas grandes, pues ha conseguido victorias que a no ser ayudado por su brazo poderoso, se juzgarán imposibles a fuerzas humanas".
El Santo Cristo de la Almoraima en la actualidad
En el año 1971, antes de que la finca y el convento fueran vendidos a la empresa Rumasa, la hija de la duquesa de Medinaceli regaló la imagen del Santo Cristo y las otras dos que formaban el Calvario (San Juan y la Virgen Dolorosa) al pueblo de Castellar. El Santo Cristo de la Almoraima fue trasladado desde su capilla en la iglesia conventual hasta su nueva ubicación en la iglesia parroquial del Divino Salvador. Por ser un documento que, creemos, será de gran interés para las futuras generaciones de castellarenses, inserto el contenido de la carta del, por el entonces párroco de Castellar, don Francisco García Ruiz, en la que se relata cómo logró que la hija de la Duquesa de Medinaceli hiciera donación de las tallas al pueblo de Castellar y la forma en que se realizó el traslado: "Habiendo muerto doña Concha, viuda y segunda esposa del duque de Medinaceli en el año 1971 -refiere el antiguo párroco-, me entrevisté en el Hotel Reina Cristina de Algeciras con la hija de la duquesa, doña Casilda, con el objeto de rogarle que, estando la finca de la Almoraima en venta, regalara la imagen del Santo Cristo a la iglesia de Castellar. Doña Casilda contestó que desde ese momento la parte que le correspondía la donaba a la parroquia; pero ¿Qué se podía hacer con una sola parte cuando no sabíamos si los otros herederos estaban de acuerdo con la donación? Entonces, doña Casilda decidió que, ella, personalmente, intentaría convencer a doña Concha y a don Fernando, también herederos del Duque, en caso de que estos se opusieran, y prometió formalmente que el Cristo de la Almoraima sería donado a la parroquia de Castellar.
La antiquísima Romería del Santo Cristo, el día de la Cruz -3 de mayo- estaba suspendida, por orden de don Fernando, desde hacía varios años. En 1971 decidí, junto con su grupo de hombres del pueblo, volver a organizar dicha romería, aunque sin la presencia del Santo Cristo, en terrenos colindantes al pueblo. La gran sorpresa fue que el mismo día 3, al anochecer, recibí un escrito del albacea de los herederos, por el que se me comunicaba la donación de la imagen del Santo Cristo, pero con el ruego de que se hiciera el traslado privadamente, sin asistencia de los vecinos.
Y así se hizo el día 4 de mayo. Creo que, en la corta historia del nuevo pueblo de Castellar, este hecho ha sido, y será por muchos años, el acontecimiento más importante y significativo de cuantos han ocurrido. Como se prometió, el traslado se hizo de manera privada, pero, en el momento en que la imagen, transportada por algunos hombres, entraba en el pueblo, empezaron a tocar las campanas de la iglesia en señal de júbilo y los altavoces que estaban instalados en la torre del templo comenzaron a anunciar al pueblo la noticia: "¡Que ya es nuestro el Cristo de la Almoraima!" Castellar en pleno se echó a la calle.
La escena fue inenarrable: la gente abrazada al Cristo, llorando y diciendo en voz alta los favores recibidos en los momentos angustiosos de su vida, los niños que abandonaban la escuela para recibir a aquella improvisada procesión, las mujeres que se arracimaban ante la comitiva para poder tocar la imagen... Una romería que resucitaba sin la imagen del Santo Cristo, terminó, jubilosamente, con la salida procesional del Crucificado".
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