La Balona deja escapar otro tren

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Los linenses, que lanzan por primera vez a puerta en el minuto 60, 'renuncian' a acercarse a los puestos de 'liguilla' El árbitro escamotea un penalti a los de casa y se inventa el que adelanta al conjunto visitante

Momento en el que Munir golpea a Hugo Díaz dentro del área; el árbitro no decretó nada.
Momento en el que Munir golpea a Hugo Díaz dentro del área; el árbitro no decretó nada.
Rubén Almagro La Línea

13 de enero 2014 - 05:02

ÁRBITRO: Carlos López López (Castilla La Mancha). Esperpéntico. Dejó de sancionar un claro penalti de Munir a Hugo Díaz (23') y sí sancionó otro que no existió de Joe a Migue Montes (28'). Pésimamente auxiliado.

TARJETAS: Amarillas a los locales Joe (27'), Chema Mato (73') y Ramiro (89') y a los visitantes Fran Miranda (29'), Nando (37'), Aloisio (64'), Mohanam (70') y Pepe (73').

GOLES: 0-1 (28') Guille Roldán, al transformar un penalti. 1-1 (71') Copi, desde el punto de penalti.

INCIDENCIAS: Encuentro de la 21ª jornada en el grupo IV de la Segunda B, disputado en el Municipal de La Línea ante un millar de personas. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Ana Castañeda, abonada de la Balompédica.

El Municipal de La Línea presentó ayer la enésima edición de su persistente Día de la Marmota, sólo que esta vez, en versión múltiple. La Balona tropezó, una vez más, ante la Unión Deportiva Melilla, que sigue sin marcharse de vacío del coliseo albinegro en el presente siglo. Los linenses -a los que esta vez no salvó ni su buena relación con las cámaras de televisión- volvieron a fracasar cuando estaban en disposición de ponerse a rebufo del cuarto clasificado. Es como si les diese miedo subir ese penúltimo escalón que les separa de la cima. Y, por enésima vez, un árbitro, esta vez un Carlos López López que ya estaba bajo sospecha, se la jugó a los de Rafa Escobar en las jugadas decisivas. Todo muy previsible. Quizás por eso, o porque la cuesta de enero se ha empinado más de la cuenta en muchas casas de La Línea, en las gradas había cuatro gatos mal contados. Muy, pero que muy preocupante. Infinitamente más que el resultado.

Lo fácil, en estos casos, es aferrarse a lo más cómodo. Escribir que Carlos López López, que escamoteó un penalti indubitable a Hugo Díaz y concedió, a instancias de un auxiliar, otro inexistente a favor del Melilla, fue el que decidió el partido. Pero, siendo cierto que el trencilla tuvo un papel crucial que no le corresponde, el partido entre albinegros y azulinos requiere otro análisis y el vestuario del equipo de casa obraría bien si hiciese autocrítica en vez de dejarse llevar sólo por la justificada impotencia ante una injustcia.

En la primera mitad el partido se jugó como quisieron los norteafricanos. La Balona tuvo el balón, pero como el que tiene una piruleta, porque lanzar, lo que se dice lanzar, no lo hizo ni una sola vez entre los palos de Munir. Así más que difícil, es imposible ganar.

Eso sí, en el minuto 23 el portero visitante salió a por uvas y se comió literalmente a Hugo Díaz, al que derribó dentro del área. Un penalti de esos que vienen en los manuales. Y el árbitro que no se enteró. O no quiso. Sólo él lo sabe.

Aún no se habían acallado las protestas del público cuando, en una jugada confusa, Migue Montes ofició de listo y se tiró en el área cuando vio venir a Joe. El linier le chivateó al colegiado que había visto no se sabe muy bien qué y el juez de la contienda señaló el punto fatídico. Guille Roldán acabó desde los once metros con la racha de imbatibilidad de Mateo.

El gol terminó de poner los grilletes a una Balona que se quedó noqueada, insegura. Tanto que aunque es verdad que el propio Joe asustó a los visitantes a la salida de un córner, la única oportunidad de lo que quedaba de esta primera mitad la tuvo el incombustible Chota, que se encontró mano a mano con Mateo. El jimenato se apoderó del balón, en una parada que tenía cierto sabor a venganza por la noche que el ariete le hizo pasar en septiembre de 2012, el día que debutó en partido de Copa con la guayabera de la centenaria entidad linense.

Los quince primeros minutos de la segunda mitad se los podían haber ahorrado los de dentro y los de fuera. Hasta que los entrenadores, que protagonizaron una interesante batalla táctica, comenzaron a mover sus fichas. Escobar lanzó las cartas boca arriba. Prescindió de Alberto Merino (que finalmente fue el relevo del sancionado Manu Palancar) y de Ismael Chico y dio entrada a Samu y al recién llegado Ramiro, que tuvo un estreno más bien desafortunado. Los balonos empezaron a defender con tres. De inmediato replicó Juan Moya, que sacó del campo al autor del tanto y dio entrada a Aloisio para formar una retaguardia con cinco.

Los cambios surtieron su efecto y los que siguieron fueron los mejores minutos de la Balona. El juego dejaba la impronta de que el empate iba a llegar de un momento a otro. En el 60' por fin lanzó la Balona entre los palos y se encontró con un Munir inspiradísimo, especialmente después de un lanzamiento de Chema Mato.

En el 69 Mahanan le dio un empujoncito a Carlos Guerra (colosal en todas y cada una de las facetas del juego) dentro del área. El árbitro, que no tenía la conciencia muy allá, se fue directo al punto fatídico. Penalti era. Pero seguramente si no hubiese decretado el del primer tiempo, éste también se hubiese ido al limbo, porque como ése se ven muchos que no se pitan. Copi, que acababa de desembarcar en el terreno de juego, asumió la re sponsabilidad de lanzar. Y no falló.

El empate obligó a Escobar a reconstruir para no perder el botín que ya estaba en la bolsa. Ya se sabe, aquello de que a veces hay que saber empatar cuando no se puede ganar. Chema Mato volvió a demostrar su polivalencia y se incrustó en el eje de la zaga. Y el partido se fue apagando y apagando, hasta terminar con un empate que por juego no era un disparate, pero en el que la actuación del árbitro resultó determinante.

La Balona desciende a la sexta plaza. Y lo que es peor, deja pasar una oportunidad de oro para presentar sus credenciales como alternativa válida a los cuatro que mandan. Hay trenes que es mejor no dejar pasar.

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