El parqué
Caídas ligeras
rafa escobar. Entrenador de la real balompédica linense
-¿Qué supone para Rafael Escobar, que llegó a La Línea siendo un chaval, alcanzar los doscientos cincuenta partidos y en concreto en la Balona?
-Para mí supone una satisfacción y un motivo de orgullo enorme. Sobre todo por la dificultad que supone hoy en día, en el fútbol moderno, que un entrenador esté más de dos años seguidos en un mismo club y a las pruebas me remito. He sido capaz de conseguirlo y además en una entidad con la exigencia que tiene la Real Balompédica. Estar cinco temporadas consecutivas en la que considero mi casa, porque la Balona para mí no es sólo el club en el que trabajo, me hace sentirme orgulloso, feliz. Además hemos cosechado buenos resultados durante todo este tiempo. Con la dificultad que existe hoy en día llegar a doscientos cincuenta partidos en este banquillo supone muchísimo.
-De todos esos 249 partidos que ya han pasado, ¿cuál no le hubiese gustado haber dirigido?
-Uff... es difícil. Supongo que al final me quedo con lo más reciente, porque es lo que tengo fresco en la memoria. Me acuerdo del 3-5 hace dos temporadas con el Villanovense, o el 5-1 de Melilla de hace poco más de un mes. Esos días sientes coraje, porque sabes que te has equivocado en el planteamiento o en la alineación, vaya en las decisiones que tomas y que todo eso perjudica a mi afición, a mis jugadores, a todo el entorno... Me gustaría poder volver atrás y enmendar aquello, pero el fútbol, no sé si para bien o para mal, no te da esa opción.
-Y después de casi dos décadas en el club, ¿qué partido le ha hecho pensar que sólo por vivirlo merece la pena ser entrenador de la Balona?
-Son muchos, de verdad, porque me siento un afortunado en mi profesión y por estar en la Balompédica. Pero por ejemplo el partido con el Amorebieta aquí en casa [se refiere a la fase de ascenso a la Liga Adelante de la 2010-11 en el que la Balona apeó al conjunto vasco] fue inolvidable. O el día del ascenso a Segunda B frente al Tudelano, también en La Línea o en Tercera cuando ganamos 0-2 en Algeciras en el Nuevo Mirador, que además era un día tan significado como el de la Inmaculada. Por vivir todo eso merece la pena ser entrenador de la Real Balompédica Linense y asumir la exigencia y la responsabilidad que ello conlleva. Esos días compensan los malos que tiene la profesión del entrenador, porque queramos o no cuando vienen torcidas la soledad del entrenador es grande, muy grande. Y muy triste.
-¿Tiene la sensación de, más que nunca, haber callado bocas esta temporada?
-Sí [rotundo]. Lo hemos hablado alguna vez tanto en público como en privado: me ha dado mucho coraje que hiciese lo que hiciese no se confiase en mí. Afortunadamente tengo una persona a mi lado, que es Alfredo Gallardo, que confía plenamente en mí y me lo ha demostrado en los momentos amargos. Yo estoy aquí gracias a él. Me conoce perfectamente y cuando tengo un pequeño bajón, que me llegan como a todo el mundo, sabe decirme la palabra exacta y decírmela en el momento oportuno para que me crea el mejor entrenador de la categoría. Eso lo exteriorizo y se refleja en el trabajo. Pero volviendo a la pregunta es cierto que tanto en la primera como en la segunda etapa, pero incluso en esta tercera, a pesar de obtener buenos resultados, había unh grupo de gente que siempre estaba esperando que cometiese un par de errores para sacar las lanzas.
También te puede interesar
Lo último
El parqué
Caídas ligeras
Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
La casita de Jesús
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Niño-Dios de esta noche
No hay comentarios