El parqué
Caídas ligeras
Más de nueve mil almas llevaron ayer en volandas a la Balona a Segunda B. Más de nueve mil linenses -y asimilados- que ayer festejaron a lo grande el éxito de su equipo. El Municipal fue el epicentro de una jornada inolvidable para los balonos, que ni siquiera tuvieron que esperar al final, que apenas sufrieron para ver cómo su equipo se ganaba el derecho, otra vez, de ser el primer representante futbolístico de la comarca.
Mucho antes del partido se palpaba que era un día especial. Unos quinientos aficionados espetaban desde primera hora en los aledaños del Municipal, donde recibieron con ondear de banderas y cánticos al equipo visitante, algunos de cuyos integrantes miraban como alucinados por el extraordinario ambiente que se vivía junto a la playa de Santa Bárbara.
El momento más emotivo se vivió cuando el medio centenar de hinchas del conjunto navarro se hizo ver en la grada de tribuna y los espectadores, que media hora antes del choque ya copaban los asientos, se levantaron como movidos por un resorte invisible y comenzaron a aplaudir. La embajada tudelana respondió a la ovación, pero no dejaban escapar la oportunidad de decirle a todo el que quería oírles: "Esto es impresionante. Sólo sucede aquí"-
El partido estuvo rodeado de cánticos y gritos de ánimos que muchas veces solicitaban hasta los propios jugadores desde el terreno de juego, pero la gran explosión se produjo con los dos últimos goles. Los aficionados a los que se había permitido acceder a la zona inmediatamente posterior a la portería visitante saltaron al campo a festejar el éxito y fue necesario esperar a que desalojaran el rectángulo de juego para reanudar la contienda.
El pitido final dio pie a una especie de locura colectiva- Los jugadores fueron despojados de su indumentaria mientras repartían abrazos a diestro y siniestro, Frases incomprensibles, dichas entre lágrimas y muchas menciones para los balonos de pro que no pudieron estar en la grada, pero que seguro vieron a su equipo ascender desde un palco privilegiado en el más allá. El cordobés Rafa Escobar, que no paraba de hacerse fotos con unos y otros, buscó un hueco en media de la marabunta para celebrarlo con sus familiares. El técnico se cobró, al fin, la cuenta pendiente que el fútbol y la Balona tenían con él desde 1999. Camacho fue el último en alcanzar el túnel de vestuarios, con el rectángulo de juego ya repleto de aficionados.
La anécdota es que la Policía Nacional se empeñó en mantener cerrada la puerta central de tribuna por la que se suele acceder al campo mientras que los aficionados accedían al mismo por la lateral. Tanto empeño pusieron en su tarea que retrasaron la llegada a los festejos del alcalde accidental, Alejandro Sánchez, el presidente, Alfredo Gallardo, y el gerente, Mario Galán.
En los vestuarios, la liturgia que nunca falta a citas de este tipo. Duchas, lágrimas, abrazos y miradas perdidas. Ezequiel instó a sus compañeros a volver al campo. "Con ellos, joder, con ellos, vamos a celebrarlo con ellos. Vamos a liarla", decía mientras se cubría la cabeza con una mascota con los colores del equipo. La salida entre gritos de los inquilinos del vestuario local contrastaba con las caras largas y las miradas al suelo de los que seguían sentados en la caseta visitante, que parecían no entender qué les estaba pasando.
Después, abrazos y más abrazos. Y los mejores deseos. La Línea se levantará hoy más feliz.
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