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(0-2) La Balona amansa las aguas

Badajoz-Real Balompédica Linense. La crónica

Los linenses logran una merecida victoria en Badajoz que corta una sequía de un mes; Juan Delgado y Pirulo, goleadores

Jugadores de la Balona defienden un córner / E.P.E.
Rubén Almagro

21 de octubre 2018 - 23:18

Está escrito desde esta misma tribuna que esta Balona 2018-2019 lo tiene todo para ofrecer su mejor versión cuando ejerce de visitante. Cuando no tiene que acarrear el balón de un lado a otro. En el otro discurso, el defender con orden casi exquisito, el del sacrificio y la solidaridad, la Balompédica va de lujo. Por eso impuso ayer su ley en el Nuevo Vivero y sumó un triunfo de esos que se suelen denominar balsámicos, que al mismo tiempo suena casi a tiro de gracia para los locales. O, al menos, para su técnico.

Juan Delgado pudo salir del anonimato para reivindicarse con trabajo y con un gol de penalti y Pirulo hizo el segundo en una acción de malabarista, al alcance de pocos en esta categoría. Los balonos sobrevivieron a unos diez últimos minutos en inferioridad por una expulsión que Sergio Rodríguez pudo ahorrarse perfectamente. El triunfo coloca a la Balompédica décima, pero solo a dos puntos del cuarto. Que ya se sabe que tal y como está el grupo, de una semana a otra se pasa del vaso medio vacío al casi lleno.

Jordi Roger fue a Badajoz a la guerra. Recuperó al capitán, Ismael Chico, para el pivote, en el que cada día más se antoja casi imprescindible. Y colocó arriba a Juan Delgado y a Pirulo casi en línea para que el conjunto de casa no pudiese sacar el balón jugado. Los dos delanteros se reventaron.

Pronto al equipo pacense se le atragantó el partido. Estaba incómodo. Mientras que la Balona supo al rato de comenzar que había elegido el camino correcto. De hecho, ya en el 12’ Sana pudo hacer el 0-1 a la salida de un córner, pero, raro en él, no anduvo fino con la cabeza.

En el 17’ Mario Gómez echó mano a Juan Delgado cuando entraba en el área en busca de un pase largo del omnipresente Pirulo. Lo suficiente para que el punta, que anduvo listo, acabase en el suelo. Lo suficiente para que el árbitro señalase el punto de penalti. El propio Juan Delgado, loquito por reivindicarse, lanzó la pena máxima y adelantó a los suyos.

El equipo de casa empezaba a tambalearse y la Balona, esta vez sí, olió la sangre. Juampe y Gato entraban por las bandas a sus anchas, Pierre no desaprovechaba la ocasión y los pacenses estaban acorralados.

En el 21’ llegó el 0-2. La defensa se hizo un lío al despejar un balón, Pirulo lo robó y salió de una nube de futbolistas con un truco de trilero. Luego se la colocó al portero fuera de su alcance. Un golazo. Sin medias tintas.

Lo que quedaba del primer tiempo fue un monólogo de la Balona, que había llevado el partido justo donde quería. Primero Juampe y después Juan Delgado probaron suerte. Pero no tuvieron la fortuna que buscaban.

El público despidió al equipo de casa con una sonora bronca y a su técnico, pidiéndole que se marchase.

Contra las cuerdas y con todo perdido el Badajoz dio un paso adelante. Pero un paso huérfano de sentido. Más por dignidad que por argumentos.

La Balona supo contrarrestarlo. Acudió menos al área rival que en el primer periodo, pero siguió defendiéndose con orden. Claro que tanto tiempo en la trinchera da para algún desliz. Y aunque nunca dio la sensación de que pudiese repetirse el palo de El Ejido del curso pasado, el equipo de casa tuvo tres.

La primera, del algecireño Francis Ferrón. La segunda de Eder Díaz, que a un metro del marco lanzó por encima del larguero. La tercera y última, también desde cerca, de José Ángel, que tampoco atinó. Harán bien los balonos en analizar esas concesiones para no cometerlas ante rivales de más empaque. Porque otros no perdonan.

En esa última ya jugaba la Balona con diez. Sergio Rodríguez se autoexpulsó con una entrada que sobraba en el centro del campo. Jordi Roger sacrificó a Pirulo, como antes había hecho con Juampe y Juan Delgado. Obligaban las circunstancias, pero a ninguno de los relevados se les puede hacer el más mínimo reproche. Como a casi ninguno. El nueve, por cierto, demostró que igual no era una tontería reclamar su presencia hace una semana cuando no había forma de abrir la lata del Villanovense.

El pitido final devuelve –a ver si esta vez de una vez por todas– a la Balona a las aguas mansas. Con jugadores sumándose a la causa y un triunfo ante un rival al que interesa alejar por si las moscas. Ahora es cuestión de no esperar mes y medio para lograr otra.

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