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Real balompédica linense-córdoba B

La Balompédica, sin señas de identidad, iguala con un Córdoba B mediocre y acaba escuchando silbidos

Rubén Almagro La Línea

17 de octubre 2016 - 07:31

Pues no, el culpable, al menos el único culpable, no era el césped del San Rafael. La Balompédica cosechó ayer, en el regreso a su estadio, un triste empate ante un Córdoba B insípido que, para colmo, tuvo en sus botas llevarse el triunfo, pero le faltó convencimiento y le sobró el meta albinegro Óscar Santiago, con paradas providenciales en cada tiempo. Los de La Línea se adelantaron en el 12' por medio de Ismael Chico, pero lejos de oler la sangre e irse a buscar la sentencia se aburguesaron sobre el nuevo tapete del Municipal y fueron paulatinamente convirtiéndose en un equipo plano, sin señas de identidad, al que para colmo se le acumularon las desgracias en forma de lesiones (la de Bauti incluso antes de empezar la contienda). Hasta que llegó el empate, en un autogol de Joe. Y después, los silbidos.

No está esta Balona para sacarle los colores a nadie, por muy imberbe que sea el rival. La estadística (cinco jornadas sin perder, pero con cuatro empates de por medio) ampara a un equipo que ayer lo tenía todo a su favor para haber comenzado la escalada y que patinó ante un público que acabó desencantado pero que lejos de caer en su habitual indiferencia se manifestó contra el grupo, pero muy especialmente contra su preparador, Manolo Ruiz. La grada, con casi dos mil almas repartidas en sus asientos, tenía motivos sobrados para expresar su cabreo.

La Balona, consciente de las virtudes del rival, comenzó bien, presionando la salida del balón de los cordobesistas, robando, con ritmo. En el 12' Gato generó una acción en la que Francis Ferrón fue generoso e Ismael Chico puso la firma.

Con uno-cero y el rival sin brújula la Balona se equivocó. Sin ambages. Erró. Dio un paso atrás a la espera de una contra que nunca llegaría. Y al filial califal no le quedó otra que irse más adelante. Sin fútbol, sin nada, pero más adelante. Quiles, que la había tenido ya en el nueve, se plantó solo ante Óscar Santiago en el 13', pero lanzó alto en medio del suspiro de los espectadores.

El partido entró en encefalograma plano. No es que fuese aburrido. Es que no sucedía nada. Bueno sí, que Ismael Chico y Alfonso sujetaban a su equipo ofreciendo un recital de cómo cortocircuitar cualquier acción ofensiva de los cordobesesistas. Eso sí, a base de correr como alma que lleva el Diablo. Y acabaron pagándolo.

En el 43' en el que un cabezazo de Soler a la salida de un córner obligó al guardavallas local a hacer una de las paradas del partido. Abajo, muy abajo, de esas que necesitan un par de segundos para recuperar el resuello antes de levantarse del suelo.

La primera parte dejó tras de sí la desoladora imagen de un Stoichkov que parece no querer rehabilitarse para la titularidad. Anárquico y desimplicado, sin aportar nada. Sin atacar ni defender. No es precisamente la forma de reivindicarse ante el entrenador, que ya le ha dado muestras sobradas de que ha perdido la confianza en él.

La segunda mitad se movía por los mismos derroteros de la primera. La entrada de Maurí y Canario fue absolutamente estéril. Uno y otro están desconectados, ausentes.

En el 75' comenzaron a brotar las contrariedades. Alfonso se echó las manos a los gemelos. Una paliza física, un terreno de juego un poco alto y duro y una semana entrenando en césped sintético pasaban factura. Mientras Carlos Selfa se preparaba para relevarle cayó también Rulo, que parecía tener algo más grave, hasta el punto de abandonar el campo en camilla.

En pleno debate del cuerpo técnico de cómo resolver la solución con dos cambios ya realizados Vera mandó el balón al corazón del área albinegra y Joe, en su intento de despejar, acabó introduciéndolo en su propia meta. La afición empezó a dejarse oír. No entendía cómo era posible que su equipo hubiese estado tantos minutos de forma voluntaria con sólo diez futbolistas.

Quedaban diecinueve minutos y Manolo Ruiz tomó la decisión de reconstruir su equipo y dar entrada a Álex Rubio. Con el mismo resultado que en los cambios anteriores. La solución no era tener rematadores, sino surtirles de balones. Y no llegaba ni uno en condiciones de ser rentabilizado.

Los problemas físicos se sucedían y lo único que pudo cambiar fue que ganase el Córdoba B, que no necesitó nada para tenerla. Moha se la encontró en el área, botando, pero Óscar Santiago se jugó el físico, abortó la acción e indultó a su equipo de una derrota que sabe Dios qué consecuencias hubiese tenido.

El regreso de la Balona a casa después de cinco meses acabó entre silbidos y caras largas. Hay algo que no funciona. Algo que impide a este equipo intimidar a sus rivales. Y ya no puede ser el campo.

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