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Seña de identidad

La Balona recupera para La Línea un torneo que la puso en el mapa poco después del cierre de la Verja

El Municipal, lleno en la visita del FC Barcelona en la edición del año 2000. / Tony Mejías
Rubén Almagro

29 de julio 2017 - 02:07

La línea/La Real Balompédica recupera hoy para La Línea, tras un largo periodo de barbecho, el trofeo que lleva el nombre de la ciudad. En 1970 una corporación municipal a cuyos integrantes catalogaron de ilusos y que en muchos casos pusieron en juego en el empeño hasta sus patrimonios personales lo puso en marcha. Desde entonces esta competición supuso, merced al altavoz que proporciona el fútbol, una de las principales señas de identidad para una población que entonces se encontraba en plena reconversión tras el cierre de la Verja.

Gracias a la centenaria Balona desde esta misma noche la pregunta ya no será ¿La Línea, ahí es donde se jugaba el Trofeo en verano? sino ¿dónde se juega el Trofeo? y dados los tiempos que corren y la publicidad malsana que los medios nacionales suelen hacer de este pueblo (unas veces más que merecida, otras no tanto) no es precisamente una cuestión baladí. A fin de cuentas se trata del torneo que puso en el mapa a la ciudad.

La Línea recupera esta noche varias décadas en las que en cada comienzo de agosto, cuando el fútbol aún no pertenecía a las televisiones y cuando los grandes equipos aún preparaban la liga en suelo español, miles de ciudadanos llegaban desde diferentes puntos de la comarca y de la Costa para ver a los equipos de primer nivel en directo. La imagen de las luminarias blancas que seguían a cada partido y que no eran más que inacabables atascos en las inmediaciones del entonces estadio José Antonio están aún en la retina de los que linenses que o peinan canas o al menos ya se miran con preocupación el cuero cabelludo.

Igual no aparecen en los libros que hablan de este torneo porque no están entre los datos más relevantes, pero no pueden pasar desapercibidos aquel primer partido de consolación entre San Lorenzo de Almagro y Anderlecht (3-2) que muchos sostienen que fue el más brillante de cuantos se disputaron bajo el paraguas de esta competición. Que fueron muchos. Aquel triunfo del Málaga en 1976 sin haber marcado un solo tanto y después de haberse aliado con la niebla, que obligó a suspender la semifinal que el enfrentaba al Dinamo de Tiblisi y a que ésta se decidiese en los penaltis, por poner solo algún ejemplo anecdótico. O, ya en 1985, el curioso matrimonio que se produjo entre la hinchada y el Atlético Mineiro, que vestía de blanco y negro. Los brasileños se quedaron con la copla y saltaron al césped en la final con una pancarta que decía "I love La Línea". Y casi seguro que tampoco hará casi nadie mención a aquellos tiempos en los que para presentar el torneo en Gibraltar era necesario llevar la ensaladera por mar y de forma pseudo clandestina.

La realidad es que el Ciudad de La Línea es patrimonio no sólo del fútbol, y no sólo del español. No se trata sólo de que en su palmarés aparezcan nombres como los del Real Madrid (el más laureado con cinco títulos), Barcelona, Atlético de Madrid, Valencia, Sevilla, Lazio o Aston Villa. Es que se da la circunstancia de que en aquellos tiempos que ahora se nos antojan tan remotos en los que las ligas comenzaban en septiembre, el torneo de La Línea, que se jugaba el primer fin de semana de agosto, suponía el pistoletazo de salida a cada pretemporada. Y por ende, a cada cambio de reglamentación. En el Municipal se mostró la primera tarjeta (blanca, que no amarilla) y se realizaron las primeras revolucionarias sustituciones. Y también fue aquí donde una cadena privada de televisión (Antena 3) ofreció su primer partido en directo, con Antonio Maceda como comentarista.

Tampoco estaría bien olvidar que al amparo del torneo que hoy resucita y que sobrevivió a su momento más difíciles gracias a un grupo de empresarios locales que actuaron como avalistas, vistieron por primera vez la guayabera de sus respectivos equipos jugadores que la mayoría ni recuerdan, pero que en su momento provocaron el desplazamiento masivo de los medios de sus respectivas ciudades. Lo cierto es que por ese campo pasaron los mejores jugadores y los mejores técnicos durante tres décadas y que uno de ellos, para fortuna de los aficionados, fue el internacional sanroqueño Manolo Mesa, que fue objeto de un recibimiento propio de un ídolo por la que había sido su afición y que llegó acompañado de un tal Enzo Ferrero, que organizó un auténtico taco sobre el césped.

Defienden algunos que el cartel no está a la altura del acontecimiento. Pero ése no debe ser el debate, por lo menos este año. Siempre es importante poner una primera piedra, por muy pequeñita que resulte. La cuestión es que el trofeo es patrimonio de La Línea y de los linenses. Y que en momentos como los actuales el mero hecho de conseguir que durante 48 horas no se hable de nuestra tierra por desembarcos ilícitos o tiroteos al amanecer ya merece un reconocimiento. Así que ante la duda, lo mejor es ir esta noche al estadio.

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