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Nicolás López
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Real Sociedad B - Algeciras CF | El ambiente
Almendralejo/Un equipo mayúsculo y una afición de Primera. En la victoria y también en la derrota. Lo del algecirismo en Almendralejo fue sencillamente una absoluta locura. Una bendita locura de principio a fin. Ni la resignación por el ascenso que se escurrió entre los dedos pudo acallar las palmas y las ovaciones de una hinchada entregada que despidió a sus guerreros a la altura de lo conseguido en una temporada sobresaliente.
El 22 de mayo de 2021 ya forma parte de la historia de miles de algecireños y algeciristas. Almendralejo se dio un baño de algecirismo en estado puro, multitudinario. El rojo y el blanco tomaron por completo las calles que unen el estadio Francisco de la Hera y la Plaza de la Constitución, este último enclave, el lugar elegido por las peñas como epicentro de la fiesta previa a la gran final.
La afición, una vez más enorme, por encima de cualquier expectativa, desbordó Almendralejo, un rincón de Extremadura que por siempre tendrá la huella del paso de miles de almas soñadoras, viajeras, supervivientes ante cualquier obstáculo. Incluso después de una derrota como esta de la que solo cabe responder con orgullo, con la cabeza alta y con eterno agradecimiento.
La convivencia que ninguno de estos privilegiados algeciristas olvidará se fraguó a fuego lento pero inexorable. El algecirismo tomó posiciones desde el viernes pero fue el sábado cuando el grueso de las legiones asomaron por la Ruta de la Plata, con el rojo y el blanco por bandera y el afán de pasarlo bien, confraternizar con la hinchada rival y vivir, por qué no, la gloria inimaginable. La tarde en Almendralejo fue memorable. El algecirismo fue mayoría absoluta pero estrechó lazos y bufandas con los hinchas realistas a pie de calle y en los bares.
Las peñas encabezaron la marcha de la Plaza de la Constitución al Francisco de la Hera y ambientaron los alrededores del estadio para la bienvenida del autocar algecirista. Fue uno de los momentos cumbre, aunque el cordón de seguridad evitó que los fieles se pudieran acercar más a sus jugadores.
Ya dentro del estadio, el algecirismo se adueñó de la mayor parte del aforo con un fondo a rebosar que no paró de jalear durante toda la final. Miles de gargantas que animaron como nunca, que creyeron como siempre y que vieron muy, muy cerquita el sueño de la Segunda.
El Algeciras alargó la batalla hasta la prórroga y cayó de pie, con las botas puestas y peleando hasta el último aliento. No le había pedido más su afición, que brindó una cariñosa despedida a los pupilos de Salva Ballesta, a una plantilla que ya está entre las más destacadas de la historia reciente del club.
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