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Algeciras/Toda la familia del Algeciras CF quedó un poco huérfana el pasado 9 de febrero al conocer el fallecimiento de Eduardo Pérez Bautista, el socio más longevo del club y posiblemente una de las personas que más historias, partidos y anécdotas acumuló en vida como aficionado albirrojo. El entrañable y muy querido Eduardo se marchó con 102 años y pico (iba a cumplir 103 el 16 de mayo) sin hacer ruido, tranquilo y rodeado de su familia, como también le gustaba ir al fútbol, una de sus pasiones.
El próximo sábado (19:00) el Algeciras recibe al Alcoyano en el Nuevo Mirador. Será el primer partido en casa que Eduardo ya no pueda seguir. La pandemia del coronavirus interrumpió una costumbre casi ritual, una tradición que Eduardo Pérez seguía a rajatabla cada día de partido de su Algeciras, con su café antes del encuentro y su procesión hacia la fila 15 de la Tribuna impar del Nuevo Mirador. Su figura, elegante e impecable, con aquel sombrero inconfundible, hacía de este socio un aficionado único. A buen seguro que el club rendirá homenaje con un minuto de recuerdo para su hincha más histórico.
Eduardo estuvo al pie del cañón con el Algeciras hasta el último momento. "Iré a ver al Algeciras siempre que la salud me lo permita", aseguró allá por 2016 en una entrevista a pie de grada con Europa Sur. Y a fe que así fue. Acompañado siempre por su hija Ana Mari y su nieta Elena, además de por Armando y Manolo, los respectivos maridos de ambas. Nunca fallaban hasta que el Covid-19 lo cambió todo y prácticamente reinició la vida cotidiana de todos. Desde entonces, por precaución, se tuvo que contentar con seguir al equipo de sus amores por la tele.
La familia de este reconocido algecirista agradece las numerosas muestras de respeto y afecto recibidas tras la muerte de Eduardo. Por edad era algo que sus más cercanos iban asumiendo, aunque la vitalidad de este hombre centenario era asombrosa. "Unos diez días antes de que nos dejase empezó a apagarse como una velita y ya por último casi ni hablaba ni comía. Se fue durmiendo, tranquilo, como a él siempre le había gustado vivir. Ya está en paz y descansando", relata su nieta Elena, inseparable de su abuelo en el Nuevo Mirador.
"A raíz del Covid y de las restricciones tuvimos que dejar de ir al estadio, pero él seguía pendiente y viendo a su Algeciras por la tele, por Footters, aunque ya por último casi ni podía ver y solo lo escuchaba", explica Elena.
La pasada temporada, con el ascenso a la Primera RFEF y el playoff en Extremadura, proporcionó muchas alegrías a Eduardo. "Estaba como loco cuando el Algeciras jugó por el ascenso. Decía que ojalá pudiese haber ido a Extremadura", confiesa Elena. Su presencia en Almendralejo, como la de muchos que tampoco pudieron desplazarse, estuvo representada por los miles que vivieron aquel día histórico.
Nacido el 16 de mayo de 1919 en Gaucín, Eduardo Pérez llegó a Algeciras con 14 años junto a su familia para trabajar, como tantos muchos, en una ciudad en plena expansión. Empezó ayudando a su padre en un bar, cumplió con la mili, padeció la Guerra Civil y retornó a la que ya sentía su tierra para montar un puesto en el Mercado de Abastos en 1943. Su puesto hasta que se jubiló con 85 años y al que después siguió yendo para echar una mano a su hija, que lo regentó hasta hace poco.
Muy aficionado a los toros, Eduardo Pérez acudió al fútbol, al Algeciras, animado por un familiar. Acudían entonces a un campo aún sin vallar que daría lugar al recinto de El Calvario. Fue a partir de la inauguración del viejo El Mirador cuando este seguidor se hizo socio del Algeciras CF y renovó su carnet año tras año, sin interrupción. En la década de los años 70, la implicación de Eduardo llevó a prestarle al club 25.000 pesetas (una suma importante en aquellos tiempos). Con motivo del centenario de la institución recibió un homenaje y en 2019, cuando cumplió 100 años, fue honrado por la ciudad con la medalla de la Virgen de la Palma por su trayectoria como comerciante.
Los que compartieron momentos con él se quedan con la vitalidad que desprendía desde su sencillez. "Mi abuelo siempre se cuidó mucho. Comía poco pero muy sano, todo natural y nada de alimentos procesados. No se comió una hamburguesa en su vida. Le gustaba mucho ir a una herboristería que había cerca de la plaza y siempre estaba con la jalea y las hierbas. El único capricho que tenía era el helado, eso sí, hasta el último momento se comía sus helados", recuerda con cariño su nieta.
La playa también fue algo sagrado para Eduardo, que en otra entrevista con este periódico contó como uno de sus momentos preferidos era un baño en el mar los domingos de partido. "Cuando era más joven siempre íbamos toda la familia, siempre juntos, muchos años a Getares. Ya por último y tras la pandemia nos acercábamos por las mañanas al Rinconcillo, que es más accesible y está más tranquilo y allí en la zona de la plazoleta de la Virgen del Carmen se daba sus baños".
Algo que también era mandatorio para este fiel algecirista era el café un ratito antes del fútbol, algo que durante muchos años hizo en el Okay de Capitán Ontañón. "Siempre nos invitaba al cafelito antes del fútbol, nunca nos dejaba pagar", subraya Elena.
La familia, que aún se emociona al evocar sus memorias, se queda con la vida plena que disfrutó "y la suerte que tuvo de recibir el cariño de la gente".
Siglo Rojiblanco, con Ricardo Almagro a la cabeza, ensalzó la figura de Eduardo Pérez como la de uno de los aficionados más relevantes de la historia del club. Cualquier reconocimiento sería más que merecido.
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