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El entrenador del Algeciras CF, Salva Ballesta, considera que el fútbol de Segunda B no puede entenderse sin las aficiones. El que fuera pichichi de Primera y Segunda sobrelleva con "fuerza mental" el confinamiento por la pandemia del Covid-19 y se prepara como si tuviera que ir a entrenar mañana mismo. Sin embargo, Salva es consciente de que el fútbol más modesto, el no profesional, está cada día más cerca de dar por finalizada la temporada, aunque las posturas de los clubes sobre cómo resolver los campeonatos aún están distantes.
El técnico albirrojo no ve como una posible solución jugar a puerta cerrada: "Es absurdo porque esta categoría depende mucho de las taquillas y además si no se permite público es que esto no está solucionado. Sería algo incongruente por parte de las autoridades", reflexiona y apuntilla: "El fútbol sin mis aficionados no lo entiendo".
Salva Ballesta se abre a todas las preguntas en la entrevista realizada por el club, de manera telemática, una cita en la que Fran Montoya, director de comunicación, le brinda preguntas de los aficionados. ¿Cómo lo lleva Salva? "Como casi todo el mundo, sometido a la situación que estamos viviendo y llevándola de la mejor manera posible, con mucha fuerza mental que trato de transmitir a mi gente", afirma. "No lo llevo mal pero me gustaría llevarlo de otra manera. Hay que aceptarlo y actuar con disciplina y con solidaridad".
El preparador dice que "lo primordial" ahora es preocuparse "por el estado anímico" del grupo y la "situación personal y familiar" de todos. "Voy llamándolos de dos en dos por turnos y me parto de risa con ellos", confiesa.
Sobre su estancia en el Algeciras, Ballesta subraya que no puede estar más a gusto: "Lo que más me atrajo fue la intención que el Algeciras demostró para hacerse conmigo", dice sobre su llegada. "Y después la impresión que tengo es de familia; no es un club normal por las personas que lo componen, te sientes muy respaldado y la gente te facilita todo. Hemos conseguido que todos seamos uno y que el entrenador sea simplemente un trabajador más dedicado a la parcela deportiva sin ningún tipo de capacidad para exigir nada", remarca con una última frase que ha llevado por bandera desde el primer día.
"El club ha dado un cambio radical", sostiene Salva. ¿El techo? "El Algeciras puede tener el techo que quiera porque tiene estructura para aspirar a más, por la ciudad y por sus aficionados, hay capacidad de sobra para una categoría más alta, el techo será el que se proponga y el que el dinero nos deje también", opina.
El preparador se siente valorado por la grada: "Desde que llegué lo único que sentí fue ilusión. El cariño es brutal, el Algeciras tiene una afición que está con su equipo y que le encanta el fútbol. Siento que ha habido un cambio sustancial a nivel de conexión equipo-afición por el carácter mostrado. Yo sé bien que una afición no te perdona en la vida la entrega, puedes ganar, empatar o perder, pero la entrega es innegociable".
Salva explica que "el peor momento" fue "cuando acabó el partido del Cádiz B, pero no por el resultado, sino porque no vi reflejado a Salva en mi equipo", y tiene muchos mejores momentos: "Soy un tío muy intenso y tengo muchos mejores momentos. Ojalá el año que viene viva en el Nuevo Mirador porque desde que entro en el estadio soy feliz".
Ballesta está "convencido" de que el Algeciras se habría salvado de no haberse visto interrumpido el campeonato por el coronavirus: "Yo lo tengo claro, sobre todo porque el equipo ha tenido un cambio brutal, ha aceptado la situación deportiva, la intensidad... Estábamos siendo un rival incómodo , solo nos estaba faltando un poco el gol, pero el vector iba hacia arriba".
"Creo que este parón no nos ha beneficiado por la inercia que llevábamos. Cuando volvamos, si volvemos, todos partimos con las mismas cartas y creo que perjudica más a los de arriba", considera. "La idea sería como si volviésemos de vacaciones, deberían ser al menos tres semanas, lo demás es jugar a contrarreloj".
"Yo era tenista, empecé a jugar al fútbol con 17 años casi", explica Salva Ballesta a la pregunta de un aficionado por sus inicios futboleros. Empezó tarde, recaló en el Sevilla y se convirtió en uno de los goleadores más destacados del fútbol español. "Hay una semana en la que hice siete goles en dos partidos en menos de 72 horas, a la Real y al Racing", recuerda.
Salva se vio con defensas duros de pelar: "Couto, Ayala, Marchena, Gamarra, Alfaro... eran centrales que te daban y tú les dabas, iban de frente, de verdad. Había otros que sí te golpeaban cuando mirabas a otro lado", rememora.
En su lista de entrenadores, el zaragozano nombra a "Fernando Zambrano, Camacho, Benítez, Bilardo, Juan Carlos Álvarez, que me hizo debutar en Primera, Vicente Miera...". De todos sacó algo de provecho. De los estadios que más le impresionaron: "El Bernabéu es espectacular, pero cada uno tiene un sonido; Anfield, el del Sevilla, el del Betis, el del Atlético de Madrid... Cuando hay un derbi se escuchan tambores de guerra. Hay campos señoriales, exigentes... los que menos me gustan son los rusos".
Salva Ballesta lleva a un aviador dentro, en la sangre: "Mi pasión siempre fue la de ser aviador, pero se cruzó el fútbol en mi camino y no pude decir que no", admite. "Ya siendo futbolista pude adquirir dos aviones, un biplano alemán y un caza Jag-52 de origen soviético. Es una manera de trasladar la aviación del ejército a mí, me especialicé en acrobacias y es algo heredado porque mi hijo ya vuela conmigo".
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