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Algeciras/El Algeciras CF nunca está conforme. Lo que para unos es una virtud para otros puede ser un defecto. Quizás este rasgo tan distintivo sea el motor que lleva tanto tiempo moviendo a este club siempre con el ansia de ir más arriba. La derrota del pasado viernes en Castellón ha reabierto todos los debates posibles que rodean al equipo albirrojo en esta recta final de temporada en el grupo II de la Primera RFEF: ¿Es el playoff de ascenso una quimera? ¿Sería mejor disfrutar sin presión de la permanencia lograda con holgura? ¿Ha sufrido al conjunto de Ania un bajón en el momento decisivo? ¿Han pesado demasiado las lesiones?...
Estas cuestiones y muchas más circulan por cualquier foro algecirista. La afición, trufada con todo tipo de opiniones, tiende a ser comprensiva, muchísimo más de lo que históricamente ha sido. Esto en buena medida se debe a que el respetable agradece lo vivido en los últimos años y la apuesta decidida por los actuales dirigentes de hacer un Algeciras grande y fuerte.
Pero también hay cierta decepción en el ambiente, cierto desencanto por ver como se está escapando una magnífica oportunidad de pelar por cotas mayores, de repetir la vivencia de una fase de ascenso a Segunda que podría cambiar la vida del Algeciras y todos sus integrantes de un día para otro.
El problema, por lo que se palpa, no es de ambición sino más bien de fuerzas. El Algeciras ha querido estar donde está ahora desde el principio de temporada. Ese fue el reto lanzado por Félix Sancho y recogido por Iván Ania: conseguir la permanencia con margen suficiente para intentar pelear el playoff. A expensas de que acabe la 34ª jornada y de ver a cuántos puntos se aleja el quinto, el playoff va a seguir estando a tiro a falta de cuatro jornadas. Doce puntos en juego e infinitas combinaciones.
Lo que pasa que no se trata de cuántos puntos quedan en liza. Se trata de qué sensaciones transmite el Algeciras y ahí las vibraciones no son tan halagüeñas. El equipo de Ania ha perdido fuelle en el último mes y pico. Desde que ganó en Sanlúcar y se produjo esa racha de tres victorias -aunque con el Betis Deportivo a punto estuvo de irse al traste el triunfo-, el Algeciras ha dejado de ser ese conjunto dominante en el Nuevo Mirador y fuera ha vuelto a esa senda más cercana al conformismo que a otra cosa. En Villarreal, un despiste abrió la puerta a una goleada; en Palamós los albirrojos sufrieron lo indecible para superar a un rival descendido virtualmente y en Castalia -aún está reciente- dio la sensación de ver a un Algeciras que se contentaba con el cero a cero y que volvió a conceder otro despiste ante un oponente medio grogui.
Las lesiones, ese reguero constante desde la pretemporada, han condicionado al vestuario de Ania. Que si Almenara, que si Pelayo, que si Ferni, que si Víctor, que si Tresaco, que si Roni... Uno tras otro y a veces varios a la vez. Los albirrojos no han tenido tregua en ese sentido y en Castalia echaron muchísimo de menos a Roni. Sin su delantero referencia, los de Ania son mucho peor equipo se mire por donde se mire. El ovetense viene renqueante desde el esguince de tobillo ante el Betis Deportivo y se le nota que ha venido jugando entre algodones.
La temporada se puede estar haciendo larga para los algeciristas a pesar de que Ania ha intentado enchufar a casi todos los futbolistas. Algunos de los que tuvieron menos protagonismo en la primera vuelta han ido entrando en la rotación, en algunos casos por necesidad. El entrenador también ha intentado acoplar a los refuerzos de invierno aunque este tema bien merecería un reportaje más detallado para ver el impacto de los que aterrizaron en enero, con casos como el del algecireño Juan Serrano, que entró con buen pie y fue desapareciendo del campo.
Con todo y después de los cientos de debates que se puedan hacer del momento del Algeciras, lo cierto es que los albirrojos van a tener cuatro finales más por delante para intentar la proeza. Los de Ania aún puedan llegar a los 62 puntos y si algo ha demostrado este club en los últimos años es que los que se ponen esta camiseta son capaces de hacer realidad lo imposible, como en Socuéllamos, en Villanueva o, a pesar de la derrota, en Almendralejo.
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