La nueva y cruda realidad del Algeciras

Algeciras CF

El algecirismo, muy decepcionado con el club, se resigna a luchar por una permanencia que ahora ve peligrar

La plantilla de Ania, muy por debajo de las expectativas, necesita cambiar el chip

Dos jugadores del Algeciras, desolados mientras el Ceuta celebra.
Dos jugadores del Algeciras, desolados mientras el Ceuta celebra. / Erasmo Fenoy

Algeciras/José Juan Romero, el técnico del Ceuta, sentenció una gran verdad tras la victoria del colista en el Nuevo Mirador. Vino a decir que cuanto antes asimile el algecirismo la situación que le ha tocado vivir esta temporada, antes podrá centrar todas sus fuerzas en pelear por el objetivo, como están haciendo al otro lado del Estrecho. Y ese objetivo real pasa definitivamente por salvar el pellejo como sea, lograr la permanencia en la Primera RFEF y pasar página a una campaña 22/23 que, salvo milagro, va a estar muy por debajo de las expectativas.

La afición del Algeciras intenta capear el temporal en todos los sentidos en medio de un clima cargado de decepción. Aunque los hay enfadados (y con razón), es más el ambiente de resignación el que empieza a extenderse en una hinchada que se siente engañada por el club porque no esperaba verse en este trago a estas alturas del camino.

El Algeciras ha dejado atrás la 23ª jornada estancado en los 25 puntos y al filo de un precipicio al que no termina de caer, aunque a este ritmo se antoja inevitable. Los resultados son aplastantes en una crisis de siete partidos sin ganar con solo tres puntos de los últimos 21 jugados. En lo que va de 2023, el Algeciras es un equipo de descenso con todas las letras.

Cambiar el chip

La afición del Algeciras y su entorno (los medios de comunicación incluidos) tienen que cambiar el chip, en efecto, y asumir la nueva y cruda realidad, pero también lo debe hacer el vestuario de Iván Ania, empezando por el entrenador.

Uno de los principales problemas en estos momentos es que esta plantilla seguramente no está concebida ni mentalizada para el lío en el que se ha metido. El Algeciras de la 22/23 estaba sobre el papel diseñado para competir por cotas más altas, como mínimo para pelear por lo mismo que la pasada andadura. Desde los despachos siempre se habló con ambición y, desde la modestia, con aspirar al playoff, algo que ya se antoja imposible por mucho que resten quince partidos por disputarse (45 puntos).

Este Algeciras capaz de jugar bonito al fútbol en muchos tramos de la primera vuelta atraviesa un trance complicado que le ha convertido en un conjunto con más debilidades que virtudes lo que se traduce en que tiene que hacer muchas cosas bien para hacer un gol y muy pocas mal para encajar muchos. La angustia de la clasificación, para colmo, ha agregado unos grilletes adicionales en forma de miedos. Y el miedo, ya se sabe, es contagioso.

La propuesta

Ania es fiel al estilo y defiende el discurso de que su equipo no sabe jugar a otra cosa distinta a lo que entrena, con lo cual el algecirismo se teme que solo exista una salida que pasa por el funcionamiento de un único plan, un plan que seguramente no está cuajando porque el plantel no cuenta con los mimbres necesarios.

Con el mercado de invierno ya zanjado y tras haber realizado tres retoques en la caseta (Mario Ortiz, Rodrigo Sanz y Rubén Miño), el Algeciras se va a jugar la permanencia con lo que hay, con un conjunto que casi todo el mundo situaba en las quinielas entre los diez mejores porque, entre otras cosas, mantiene a jugadores como Romero, Roni, Borja o Tomás. Sin embargo, a este Algeciras le viene condenando una fragilidad defensiva que tiene mucho que ver con la defensa y la portería, los dos agujeros negros desde que arrancó la competición. Por lo que este equipo deberá intentar salvarse a pesar de sus carencias.

La próxima parada, el próximo domingo (12:00) en León ante una Cultural que tampoco está para tirar cohetes, aunque al Algeciras ya debería importarle más lo propio que el rival.

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