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Copa del rey

La Balona sale ovacionada de San Mamés por un público generoso y entre las lágrimas de su afición a pesar de recibir una merecida goleada que pone punta final al sueño de la Copa.

Foto: EFE
Rubén Almagro (Enviado A Especial A Bilbao)

16 de diciembre 2015 - 19:57

El fútbol, ese extraño fenómeno que moviliza a las masas, desplegó ayer toda su generosidad con la Real Balompédica. El de La Línea, un equipo de Segunda B, cayó derrotado seis-cero (la derrota más abultada de los albinegros en Copa) a manos del Athletic, uno de los gallitos de Primera división, que logró la clasificación para los octavos de final por un cómputo total de ocho-cero. Nada que fuese previsible. Lo que convierte el partido en entrañable es que el comportamiento de la afición de casa consiguiese que el resultado quedase reducido a la condición de anécdota. San Mamés se encariñó con los de La Línea, a los que arropó para suavizarles la amargura del resultado. El público, y eso está al alcance de muy pocos, entendió que el fútbol no era más que una fórmula para hermanar a dos ciudades y dos aficiones que la lógica señalaban que estaban llamadas a no encontrarse. Y, paradojas de la vida, el Athletic ocupa, desde anoche, un lugar privilegiado en el corazón de los balonos de bien.

En medio de ese cúmulo de sensaciones hablar de fútbol resulta caso obsceno. Sobre el césped sucedió lo que tenía que suceder, que un Athletic que se tomó el partido muy en serio -lo que supone una muestra de respeto para su contrincante- acabó imponiéndose a una Balona que fue incapaz de seguirle el exigente ritmo que impone. A los linenses en cuanto se les menea un poco se les vuelven a ver sus muchas carencias defensivas. El partido deja como buena noticia la consagración definitiva de Joe y además en un escenario enorme, pero también demuestra que Javi Gallardo está alcanzando un nivel realmente inadmisible. El lateral está obligado a poner pies en pared.

Los rojiblancos, que presentaron un once preñado de jugadores de los que son habituales en la Liga y en competiciones europeas, no tardaron en dejar claro que no iban a permitir a la Balona ni siquiera que crease suspense. En el tres Manu Palancar ya tuvo que sacar una bajo palos. En el ocho fallo Aduriz y en el nueve llegó el primero, un golazo de De Marcos.

El resto del primer tiempo fue un monólogo de los de casa, que de no haber sido por la cerrazón de su centrodelantero, al que anoche se le apagó la luz, hubiesen sentenciado mucho antes del intermedio. Un disparo de Ismael Chico, con buena réplica de Herrerín fue la única intentona albinegra en toda la noche.

La Balompédica había conseguido llegar al descanso viva, pero ya no le daría para más. En los once primeros minutos cayeron dos nuevos goles y lo que estaba por venir era fácil de suponer.

Fue entonces cuando la afición del Athletic tomó la palabra para suavizar lo que sus futbolistas estaban haciendo, con la profesionalidad como aval, sobre el terreno de juego. Empezó aplaudiendo a los futbolistas de la Balona cuando eran relevados. Y no está mal que Carlos Guerra y Copi, que tanto han dado por este club y que están en el tramo final de su carrera, se llevasen esa satisfacción.

Continuó literalmente haciendo la ola al masajista Pepe García cuando le correspondió hacer sus labores e incluso abucheó al colegiado cuando concedió una falta indirecta dentro del área al confundir un mal despeje con una cesión. Incluso solicitó a sus jugadores que indultasen a la retaguardia albinegra, pero Raúl García entendió que la mejor forma de respeto a la Balompédica era seguir comportándose con la mayor codicia. Como debe ser.

Los dos últimos goles del partido fueron ya parte de la nada. San Mamés había unificado a las dos aficiones y después del pitido final los jugadores del Athletic regresaron corriendo a la caseta para dejar solos en el semicírculo a los pupilos de Rafa Escobar, que escucharon una atronadora ovación de la afición local, mientras los suyos se dejaban la garganta cantando aquello de "oé, Recia oé" -que había retumbado entre esas paredes desde horas antes- mientras se escapaban no pocas lágrimas.

La Balona vuelve hoy a casa eliminada y con el precioso sueño de la Copa ya en el pasado, pero segura de haber escrito una página inolvidable de su centenaria historia. El fútbol, a veces incluso en las derrotas, puede ser maravilloso.

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