La tierra prometida (2-0)
copa del rey. Real balompédica linense-cd ebro
La Balompédica elimina al Ebro y se clasifica para la eliminatoria en la que le esperan uno de los siete 'europeos' de Primera Juampe ofrece un recital y Mauri y Zamorano anotan los goles de un triunfo que quedará para la historia El rival estrella tres balones en la madera
La Balona dividió las aguas del Ebro para llegar a la tierra prometida. A los dieciseisavos de final de la Copa del Rey, en los que, por cierto, no había estado en toda su centenaria historia. En los que le espera uno de los siete equipos europeos de la Liga BBVA, lo que garantiza un duelo entre dos grandes. El alcanzado anoche es, posiblemente, el objetivo más ambicioso al que pueda aspirar la entidad de La Línea con su actual estructura. Cinco mil almas que hace poco más de un año lloraron de frustración al ver como el Cádiz hacía trizas un sueño volvieron a dejar escapar anoche las lágrimas, muchas, sólo que esta vez entremezcladas con abrazos y preñadas de orgullo. Cargadas de esa alegría inexplicable para muchos, que sólo entienden los que han mamado en blanco y negro, los que desde que pitó ayer el árbitro saben que van a ver algo inédito que en la mayoría de los casos pensaron que nunca se produciría.
El fútbol, amigo de escribir derecho con renglones torcidos, supo esperar un año para devolver a la Balona lo que era suyo. Para dárselo cuando su presidente más lo necesita. Seguramente también para hacer justicia con la figura de Alfredo Gallardo. Si hace doce meses Aulestia reventó en el 90 la posibilidad de una prórroga porque, sencillamente, aquella eliminatoria no estaba para la Balona, anoche el balón se fue burlonamente hasta tres veces a la madera de Lolo Soler. Este año sí, que dijo aquel. Lo que se debatía no era una cuestión futbolística, era más bien de justicia poética.
El partido lo reventó Mauri. No había pasado un minuto cuando el particular O Rei albinegro ya había colocado el esférico en el fondo de las mallas de Lescos. Pero si el brasileño deslumbró el pasado sábado, el que ayer literalmente se puso el fútbol por montera y dinamitó al Ebro fue Juampe. El tarifeño se mofó de la lesión que viene arrastrando desde hace semanas, percutió una y otra vez contra la zaga maña y acabó por servir los dos goles que suponen la puerta hacia la gloria. Dicen los que saben de esto que los futbolistas realmente relevantes son los que aparecen en las grandes ocasiones. Por eso la añeja hinchada albinegra, que además estaba integrada, le despidió tras el cambio como el MVP de la eliminatoria. Porque esa grada sabe mucho de esto.
Después del uno-cero el partido se quedó sin fútbol. El equipo de Zaragoza propuso un partido de pelotazo que acabó envolviendo a la Balona. Daba la sensación de que si algún ratero se llevaba los 30 metros de uno y otro lado de la línea que divide el campo en sus dos mitades una buena parte de los futbolistas ni se iba a enterar, porque estaban demasiado preocupados en mirar al cielo.
Así que el duelo se convirtió en eso que definen como un encuentro de momentos. En el 11' llegó el primer resoplido. Txema Pan estrelló el esférico en el larguero después de una falta botada por Edu García.
Balonazo va balonazo viene en el 33' la tuvo Juampe, pero Loscos le sacó el pie y en el rebote, a Carlos Guerra se le movió la mirilla en el momento justo. En el 38' Mauri cabeceó cerca del marco. Y en el 43' Juampe se escabulló por enésima vez de Sergio y la puso en las entrañas del área pequeña para que el argentino Zamorano empujase al fondo de la red. Si goles psicológicos son los que se consiguen al principio y al final de cada tiempo, la Balona utilizó ayer todo un arsenal.
La segunda mitad era otra historia. Fue un querer y no poder de un Ebro con recursos técnicos más bien cortitos ante una Balompédica que se refugió en su medio campo tratando de repetir la estratagema que apenas cuatro días le sirvió para desarbolar a La Hoya Lorca.
La realidad es que en el 63' Olmo estuvo a punto de acortar distancias, pero lo que iba camino de ser un gol en propia meta acabó, cómo no, en el larguero.
La Balona tuvo la suya. Moustapha pecó de ingenuo y derribó a Canario dentro del área. La indiscutible pena máxima la lanzó el propio José Méndez, pero la suerte le está siendo esquiva y Lescos le adivinó la intención.
Fue sólo un golpe de mala fortuna. Como si el dios del fútbol quisiese compensar al Ebro, que a once del final vio como Adam Pérez estrellaba un disparo espectacular desde el borde del área… en la madera. Ya iban tres.
Fue la última vez que peligró la histórica clasificación. El resto fue un emotivo concierto a capela de la grada disfrutando como pocas veces de su Balona.
El pitido final llegó acompañado de un rugido de satisfacción que parecía provenir de las entrañas del maltrecho Municipal. Ayer nadie le preguntó a su padre por qué es de la Balona. Sencillamente le cuestionó cómo hay gente que pueda no serlo.
ÁRBITRO: Guillermo Conejero Sánchez (Plasencia). Sencillamente impecable, tanto él como sus auxiliares.
TARJETAS: Amarillas al local Copi (44') y a los visitantes Pan (30'), De la Cruz (38') y Gil (72').
GOLES: 1-0 (1') Mauri, de potente disparo, tras un servicio de Juampe desde la derecha del ataque. 2-0 (43') Zamorano remacha en boca de gol un servicio de Juampe.
INCIDENCIAS: Encuentro único de la tercera eliminatoria de la Copa del Rey, disputado en el Municipal de La Línea ante unos 5.000 aficionados.
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