Fernando Faces
Perspectivas económicas: España 2025
Smart Chemistry | Expoquimia
En el año 2030 habrá 8.500 millones de personas en el mundo y para 2050 Europa aspira a ser un continente climáticamente neutro. Los retos que marcan estos dos hitos son muchos y la industria química se declara dispuesta a afrontarlos bajo el presupuesto de que “el futuro será sostenible o no será”: prevé invertir 18.000 millones de euros hasta 2026, buena parte de ellos en innovación, con el apoyo de los fondos europeos Next Generation. Pero para ello, advierte la patronal Feique, es necesario que el Gobierno agilice la aprobación de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (Perte), especialmente el del hidrógeno.
“Esta es la década de la acción”, ha resumido este jueves el presidente de la Federación Empresarial de la Industria Química Española, Carles Navarro. Feique ha presentado hoy su informe Welcome to 2030. Tecnologías químicas para un futuro sostenible, en el que recoge las principales soluciones innovadoras en las que el sector ya está trabajando para abordar el obligado proceso de descarbonización, la puesta en marcha de la economía circular o los desafíos que plantea el aumento de la población mundial.
Las soluciones requieren nuevas instalaciones o la adaptación de las actuales. Y es ahí donde entran en juego los fondos Next Generation, 140.000 millones de euros que España recibirá de la UE para “la transformación económica y social”, en palabras del Gobierno, casi la mitad de transferencias no reembolsables. La química, ha recordado Navarro, es una gran inversora: invierte unos 2.200 millones de euros anuales y el gasto en innovación supone el 27% del total industrial. Ahora ha presentado un elevado número de proyectos que aspiran a contar con el apoyo de esos fondos, pero “para eso son esenciales los planes estratégicos, que hay que acabar de concretar”, ha apuntado en el foro Smart Chemistry de ExpoquimiaSmart Chemistry, del que Grupo Joly es medio colaborador.
Estos proyectos son un nuevo instrumento de colaboración público privada pensado precisamente para facilitar la inversión de ese presupuesto europeo. Por el momento solo se ha aprobado el del Vehículo Eléctrico y Conectado, pero la industria reclama el del hidrógeno y que se elabore un plan especial para los proyectos de inversión de gran volumen, que se ven perjudicados por unas reglas y límites de ayuda establecidos para propuestas de menor tamaño.
El hidrógeno verde (obtenido sin generar emisiones contaminantes) es una de las estrellas de esta convocatoria de fondos europeos. Casi un millar de proyectos de la UE aspiran a ser desarrollados en los próximos años y España, con 132, es el país que más suma. Entre ellos destacan el valle del hidrógeno que se quiere desarrollar en Tarragona o los proyectos presentados en Huelva, aunque la revolución verde llega a todo el país, con EDP planteando otro valle del hidrógeno en el Campo de Gibraltar.
“Se calcula que el hidrógeno verde podría reducir en un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero”, destaca el director general de Feique, Juan Antonio Labat. Las aplicaciones son muchas: uso industrial, combustible para el transporte, uso doméstico. La cuestión es cuándo será competitivo, “si queremos acelerar el proceso necesitamos incentivos para apoyar la producción y el consumo de hidrógeno”.
La lucha contra las emisiones tiene en la captura de dióxido de carbono (CO2) otra de sus puntas de lanza, otra de las “tecnologías que modifiquen la forma de producir y sean competitivas” en las que trabajan las químicas. La propuesta es convertirlo en una materia prima para la industria, para generar moléculas muy valiosas como el metanol o distintos polímeros que sirven de base para la fabricación de espumas de poliuretano para colchones, zapatillas, medicamentos, disolventes, detergentes y cosméticos o u hormigón, entre otros usos. La tecnología ya está disponible: hay sistemas para capturar el CO2 de fuentes de alta producción, como las chimeneas de las fábricas, separarlo del resto de gases y comprimirlo para transportarlo o almacenarlo de manera segura en enclaves geológicos profundos, como antiguos yacimientos de gas o petróleo. Pero es este último aspecto, el almacenamiento, el que está causando más problemas, explica Labat. “Necesitamos que se regule”.
El reciclado químico supone un gran paso hacia el ciclo de recuperación infinito. Este es capaz de transformar determinados residuos plásticos para los que bien por ser multicapa, por estar compuestos por múltiples componentes relacionados entre sí o por estar sucios o contaminados de otras sustancias, resulta inviable su reciclaje mecánico.
Esta tecnología descompone químicamente el plástico o cualquier residuo en sus moléculas de origen con la ventaja de conservar intactas sus propiedades, dando la posibilidad de generar materiales de la misma calidad que la materia prima virgen. Se calcula que en el caso del plástico sería así en el 80% del material recopilado; el 20% restante serviría como combustible. Pero para ello, “necesitamos que sea considerado reciclaje” en la nueva legislación, remarca Labat, quien destaca en este apartado el proyecto planteado en Huelva por Atlantic Copper para el reciclaje de metales.
También se están desarrollando tecnologías para avanzar en la eficiencia de las energías renovables. Los paneles tradicionales de silicio cristalino tienen una eficiencia limitada y de ahí se ha pasado a las perovskitas, un material más barato y versátil. Pueden ser incorporadas en automóviles, construcción, ventanas, incluso en nuestra ropa con un grosor incluso inferior a una micra.
Respecto a las tecnologías del almacenamiento energético, se apuesta por las baterías de ion sodio, mucho más barato y abundante que el litio, con más ciclos de carga y 10 veces más rápidas y duraderas; las de grafeno, con una densidad de energía 1.000 veces superior, o las baterías de flujo de vanadio-zinc cromo están trazando el futuro del almacenamiento de la energía.
El combate contra el dióxido de carbono tiene otro aliado: la fotosíntesis artificial, que ya cuenta con una fuerte presencia en los laboratorios. Esta tecnología está inspirada en el proceso natural de las plantas, pero es entre 10 y 15 veces más eficiente que este. Es capaz de utilizar una fuente renovable e inagotable como la luz solar para generar energía de una forma limpia a partir del agua y el CO2 sin liberar emisiones contaminantes.
Estas seis tecnologías serán “claves”, señala Labat y el compromiso es llegar a 2030 “habiéndolas desarrollado de forma competitiva”.
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