"Málaga es mi madre y Sevilla, mi amante"

Inma Aguilera | Escritora

Inma Aguilera, escritora.
Inma Aguilera, escritora. / Juan Carlos Muñoz

SAGAZ NOVELISTA. Inma Aguilera (Málaga, 1991) es inquieta: periodista, dibujante, actriz de doblaje, profesora y... escritora. Sacó a la luz en 2024 y fue tal el éxito que meses después esta sagaz novelista ha publicado la continuación, (Ediciones B). Demuestra en su obra y con su forma de ser que Málaga, su lugar de nacimiento, y Sevilla, su referente literario en estos dos libros, pueden ir de la mano.

–Escritora, profesora, periodista, actriz de doblaje, dibujante... ¿Qué es profesión, vocación y afición?

–Vivo con un poco de dualidad. Mi mundo real está en la enseñanza, la divulgación, por eso hice Periodismo y el doctorado. Y el de las ideas siempre ha sido muy personal, inventar historias es parte de mí. Empecé haciendo cómics, pero me encanta leer y pasé a la narrativa. Mi profesión es la comunicación y mi vocación, la narrativa.

–Multiempleada de manual. ¿Un no da para comer?

–Ahora que estoy empezando quizás no. La gran aspiración de los escritores que se dirigen a un gran público puede ser ésa, pues te permite comprar una cosa muy valiosa: el tiempo.

–Dos libros de la misma saga en unos meses. Admítalo: tenía escritos los dos desde el principio...

–No, no. Fue muy natural, me había centrado en tres protagonistas en pero destacan dos, la tercera se quedaba muy breve y era el mejor personaje. Quiero enseñar cómo es Trinidad Laredo. salió prácticamente sola.

–¿Le quedaban cosas por contar o exprime una fórmula que ha funcionado?

–Sevilla tiene para contar todo lo que queramos, pero igual que yo necesitaba escribir la historia de Trinidad, de algún modo se la debía a los lectores.

–Una novela histórica requiere mucha investigación. ¿Qué detalle que desconociera de la Plaza de España? ¿Cuál es su magia?

–El gran descubrimiento es Aníbal González. Conocía al gran genio sevillano de la arquitectura, pero es más aún en el plano humano. Es apasionante, muy implicado con la sociedad y con los trabajadores. La magia la descubrí por casualidad. Para documentarme fui a la Plaza de España, hice muchas fotos, me cayó la noche y me di cuenta de que ese gran monumento adquiere otra identidad en la oscuridad. Y, como en cualquier buena obra de arte, está el alma de las personas que la hicieron.

–Qué tute de trabajar se pegó don Aníbal, en cada esquina de Sevilla hay algo suyo... ¿Sólo curraba él?

–Había grandes como Espiau, Talavera de Heredia, pero Aníbal era una máquina de crear, un genio auténtico, no podía quedarse quieto. Hay una frase que pongo en boca de su esposa, Ana Gómez Millán: “Él le construirá una casa a todo el mundo menos a sí mismo”. Era muy humilde, nunca pensó en el dinero y, si lo hizo, lo invertió en la obra o en pagar a los trabajadores. Construyó una casa de caridad para ellos. Es injusto que la historia lo haya olvidado con lo que hizo por nuestro país.

Aníbal González era un genio auténtico, me sorprende que no haya un museo en su honor"

–En se sumergió en la historia de las vajillas de lujo, algo anacrónico en época de tazas con mensajes absurdos y cubiertos de cartón.

–Somos muy prácticos y a veces chapuceros, pero parte de nuestra sensibilidad no está conforme. ¿Por qué triunfan novelas de amor clásico con tantos inventos modernos? Porque creemos en el romanticismo y en los materiales hechos a mano.

–Y en vajillas cartujanas.

–Nos parece muy bonito que se hagan cosas como a principios del siglo XIX.

–El marqués de Pickman creó la fábrica alfarera en La Cartuja y Sevilla le correspondió con una calle… en la otra punta de la ciudad. ¡Qué desagradecidos!

–Sería por espacio. Me sorprende que se olvide que era un burgués que vino a probar suerte a Sevilla, le salió bien y se sintió agradecido con la ciudad.

–Mis compañeros del me reprochan exceso de sevillanía en las entrevistas... pero una malagueña ambienta su saga en Sevilla. ¡Viva la capital de Andalucía!

–Empecé a tocar la novela histórica en Málaga con . Y cogí rodaje para dar el salto a Sevilla. Málaga es mi madre y Sevilla, mi amante. Son amores distintos e incomparables.

–¿Qué etapa del proceso de publicar se saltaría: documentarse, escribir o aguantar a periodistas como yo para la promoción?

–Ninguna. Me gusta la investigación. Fui al Archivo Municipal de Sevilla y miré muchísimo dato, también al FIDAS, del Colegio de Arquitectos, donde están todos los documentos de Aníbal González. Me sorprendió mucho que no hubiera un museo en su honor cuando es el Gaudí sevillano. Disfruto mucho escribiendo porque exploto a nivel creativo, los personajes se me revelan como a Unamuno. Y tratar con la prensa me encanta porque soy periodista.

–Ganó el premio Ateneo Joven. ¡Vaya oxímoron! No se me ocurre nada más viejuno que un ateneo.

–Un poco sí. Con 24 años no sabía muy bien qué hacer. Me puse a escribir sin ninguna esperanza y ese premio me llegó caído del cielo, no me lo esperaba y fue Sevilla la que me dio la oportunidad, por eso la quiero tanto.

–Tenemos guerra en casa mis hermanas y yo por quién heredará la vajilla de la Cartuja. ¿Merece la pena batallar?

–Batalle. He visto familias destruidas después de leer mi novela porque uno cogió la vajilla como quien no quiere la cosa y ha llegado otro exigiendo que la devolviera...

–"Mi novio es cartujano, mi alma, pintor de loza, que pinta palanganas color de rosa". Escuchando a Rocío Jurado dan ganas de comprar el ajuar.

–Ella versionó una seguidilla que cantaban los obreros de La Cartuja camino de Triana. Pasó a la posteridad pero la hizo famosa nuestra querida y amadísima Rocío Jurado por sevillanas. Ole.

–Tras documentarse concienzudamente, ¿son los trianeros una república independiente?

–Son diferentes. Sevilla en sí es muy mágica y los sevillanos muy especiales, pero los trianeros tienen algo. A nivel histórico se relaciona con el arte, la alfarería...

–Y el cante.

–El arte en estado puro está en Triana desde hace siglos. ¡Cómo no les va a salir por los cuatro costados!

–No lo diga muy alto.

–Que se lo creen, ¿no? Como decía Gala, lo malo no es que los sevillanos crean que tienen la ciudad más bonita del mundo, lo peor es que tengan hasta razón.

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