Marta Garín: "La exposición a las pantallas empieza a ser un problema grave entre lactantes"

Entrevista

La pediatra alerta contra los mitos y falsas creencias en relación con el cuidado de los niños que también en verano se propagan sin remisión entre las familias

La pediatra de Málaga experta en dinosaurios y la Patrulla Canina

La pediatra Marta Garín, en su consulta. / Javier Albiñana
Pablo Bujalance

07 de agosto 2024 - 04:59

Pediatra de discurso claro y sin medias tintas, Marta Garín (Málaga, 1984) es también una divulgadora incansable de su especialidad en redes sociales, donde pone coto a las tendencias fake y Mr. Wonderful que con demasiada facilidad penetran en la sociedad a base de supersticiones y sin asomo de rigor. Con la misma determinación publicó el año pasado el libro Cierra la boquita que te vas a resfriar y otros mitos absurdos de la crianza (La Esfera de los Libros), en el que desmiente las falsas creencias más extendidas a menudo desde la mismas redes. Hace diez años abrió su consulta en pleno centro de Málaga, donde sigue empeñada en resistir la gentrificación del entorno a base de medicina y virtud.

-¿Cuáles son los principales focos de atención a tener en cuenta respecto al cuidado de los hijos en verano?

-En verano bajan mucho las consultas. Es la temporada baja de los pediatras. Lo que durante el resto del año parece muy urgente, ahora no lo es tanto.

-Supongo que como en cualquier otra especialidad médica.

-Así es. De todas formas, lo que más vemos es mucha otitis externa, dermatitis de todo tipo, faringoamigdalitis víricas y las gastroenteritis típicas asociadas al todo incluido en los hoteles. 

-¿Qué mitos relativos a la pediatría se cultivan más en esta época del año?

-Hay muchos. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con el aire acondicionado. Me parece cruel que, si lo tienes, no lo actives en verano, en días como los que hace en Málaga cuando sopla el terral, por pensar que tu niño se pueda resfriar. Las temperaturas seguras lo son tanto para los adultos como para un niño de tres meses. Muchos piensan también que los niños no se deben vacunar en verano, pero ¿qué pasaría si viviéramos en otras latitudes más cálidas, no vacunaríamos nunca a nuestros hijos? Eso sí, el gran mito es el del corte de digestión, del que mi generación es la gran damnificada. Pero tanto adultos como niños pueden bañarse perfectamente después de comer, con las precauciones adecuadas. Igualmente, ¿por qué hay que dejar que comer helados cuando nos duele la garganta, si el helado es un antiinflamatorio perfecto? 

-¿Pueden generar los cambios de rutina en verano trastornos posteriores por una mala gestión del tiempo?

-Sí. Pero el verano se gestiona mal porque hay que sobrevivir. ¿Cómo gestiono yo el verano si soy autónoma, tengo que seguir trabajando y mis hijos están de vacaciones? Exigir ahí la excelencia es muy complicado. Antes se podía contar más con los abuelos porque su actividad estaba muy enfocada a la familia: en los veranos, de lo que cocinaban las abuelas comían hijos y nietos. Ahora, los abuelos o bien siguen trabajando o, si están jubilados, tienen una vida social mucho más rica. Así que lo único que se puede hacer es sobrevivir.

-Precisamente, ¿hay más permisividad con la mala alimentación en vacaciones?

-Con la nutrición, en general, tenemos un problema muy serio. Venimos de una generación que ha sido educada, por ejemplo, en la obligación de no dejarse nada en la mesa, aunque te pusieran de comer para dos días. A nadie le preocupaba si lo que comíamos era más o menos sano. Es verdad que ahora, ante tantos casos de obesidad infantil, está habiendo una reacción, pero hay que seguir luchando y educando porque sigue habiendo cantidad de mitos relacionados con la alimentación que son muy difíciles de eliminar.

"Es delirante cuando encuentras a padres preocupadísimos por la nutrición de sus hijos y que, al mismo tiempo, se niegan a vacunarlos"

-¿Por ejemplo?

-Pues me cuesta la vida explicarle a una abuela que un zumo de naranja no es sano, por mucho que la naranja la hayan cogido un 30 de agosto bajo la luna llena en el campo que cultiva el abuelo. Da igual que se trate de un Biofrutas o de un zumo de naranja recién exprimido, hablamos de un exceso de azúcar que no sienta bien al organismo. Los helados, por muy artesanos que sean, tampoco son saludables. Otra cosa es que te tomes uno de vez en cuando. Pero permitir que los niños coman helados a diario no es precisamente una buena idea. O beberse un Colacao, vaya.

-Pero el Colacao está buenísimo.

-Más bueno está un bocadillo de jamón.

-Touché.

-Es verdad que en verano hay mucha relajación, pero el gran enemigo es lo que metes en tu casa de lunes a viernes a lo largo del año. Son mucho más dañinas las galletas que pones a tu hijo a diario en el desayuno que el hecho de que se ponga ciego de azúcar en un cumpleaños mientras salta en una cama elástica. 

-¿Hay de verdad tantos antivacunas ahí fuera?

-En general, la cobertura de vacunas en España es muy avanzada. Otra cosa es que, ciertamente, haya no pocos padres que deciden no vacunar a sus hijos. Y lo que más me llama la atención de esto es que, si hace nada parecía una locura dejar de vacunar a los niños, ahora haya gente que decida hacerlo así cuando había quedado bien claro que nada salva más vidas que una vacuna. Si volvieran a reivindicar las sanguijuelas, no caerían en un anacronismo mayor. Pero eso se combate con información. Los antivacunas suelen leer mucho, que conste, creen que sustentan bien su decisión, pero lo hacen con fuentes absolutamente inadecuadas. Lo más delirante es cuando encuentro a padres preocupadísimos por la alimentación de sus hijos, a los que solo dan huevos de gallinas salvajes, y que sin embargo no los vacunan. Es cuanto menos llamativo que a estas alturas un padre decida que es mejor que su hijo pase la varicela, que puede ocasionarle una encefalitis y dejarlo hecho una maceta.  

-¿Y es tan grave el asunto de la exposición a las pantallas, o se admiten matices?

-Recientemente he publicado una guía junto con el psicólogo Josep Lluís Matalí sobre los efectos de la exposición a pantallas en los primeros años de vida, como respuesta a un fenómeno que constituye un reto de primer orden. La exposición empieza ya a generalizarse entre lactantes, lo que origina problemas en el desarrollo en el lenguaje, en la socialización, el aprendizaje y la atención sostenida. De manera que sí, el asunto es muy grave. 

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