“No sabemos estar mal”

Amalia Andrade | Periodista e ilustradora

Amalia Andrade.
Amalia Andrade. / Crimson Crazed
Fátima Sigüenza

22 de julio 2024 - 07:00

Amalia Andrade (Cali, Colombia, 1985) estudió Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Es periodista, ilustradora y un fenómeno viral en las redes sociales. Ha escrito para varias revistas tanto en Colombia como en Estados Unidos. Sus libros han vendido más de 1.000.000 de ejemplares y han sido traducidos a seis idiomas. En No sé cómo mostrar dónde me duele (Temas de hoy), su obra más personal, presenta una guía para detectar cómo reaccionamos al dolor y aprender a afrontarlo.

-¿Qué duele más, el dolor físico o el mental?

-Es una pregunta difícil. Ambos duelen mucho, pero a veces el dolor mental, al no tener síntomas para los otros, puede ser muy doloroso. Uno se siente en soledad y no hay forma de expresarlo y que el otro entienda ese dolor a menos que haya pasado por una situación similar. Esa sensación de tener un dolor emocionalmente tan hondo y que el otro no entienda esa profundidad lo hace más intenso.

-¿Por qué nos cuesta tanto hablar de nuestras emociones? ¿Está mal visto?

-Vivimos en una sociedad que es muy tirana con respecto a cómo nos relacionamos y cómo comunicamos nuestras emociones. No solamente está mal visto, sino que no tenemos las herramientas para entender nuestros universos emocionales ni para comunicarlos. Carecemos de educaciones sentimentales profundas, por lo que nos cuesta mucho trabajo entendernos a nosotros mismos y, más allá de eso, dar a conocer nuestras emociones.

-¿Tenemos educación emocional?

-Sí que tenemos. Lo que pasa es que nuestra educación emocional o nuestra formación emocional es muy al azar, dependen de lo que vemos en nuestras familias, de cómo se manejan las emociones en nuestro entorno, de cómo se manejan las emociones en los espacios donde pasamos mucho tiempo, y derivamos nuestra educación sentimental mucho en la sociedad y en lo que consumimos en la cultura. Por eso las producciones culturales son tan importantes en nuestras formaciones emocionales: la música, los programas que vemos creciendo, las películas... Me alegra el cambio en la creación de producción artística: siendo niña veía películas como La Sirenita, donde una mujer renunciaba a su talento más grande por irse detrás de un hombre al que apenas conocía, y hoy hay películas como Del revés, que habla de las emociones. Seguramente los niños de hoy en día tendrán unas formaciones emocionales diferentes a las nuestras. Pero hay que plantearse la idea como sociedad de hacer educaciones emocionales conscientes.

-¿Cómo se diferencian emociones de sentimientos?

-La diferencia entre las emociones y los sentimientos es que las emociones son procesos multifactoriales que incluyen reacciones en el cuerpo, en el cerebro, y los sentimientos son nuestros procesos conscientes de las emociones, nuestra interpretación consciente de las emociones.

No hay emociones mejores o peores, todas son necesarias (...) Pero no se resuelven, se transitan"

-¿Sentir es hoy en día un acto de rebeldía?

-Sí, sentir es un acto de rebeldía porque vivimos en una sociedad que nos quiere adormecer y que todo el día está creando productos para que sintamos menos y estemos cada vez más desconectados de nosotros mismos. Entregarse a la emoción, vivirla, conectarnos con ella, entender el poder que hay detrás de ella, es rebeldía; sentir rabia, que a las mujeres se nos ha negado mucho la idea de la rabia, conectarnos con nuestra rabia, entender que detrás de ella hay revoluciones, es muy poderoso.

-¿Hay emociones más difíciles de sentir?

-Sí, sin duda. La naturaleza de ciertas emociones es más difícil, pero lo que nunca podemos pensar es que hay emociones mejores o peores, todas las emociones son necesarias, incluso las difíciles, y solamente tenemos que transitarlas.

-¿Cómo se resuelven las emociones? ¿Es posible hacerlo?

-No. Ésa es una idea bastante negativa. Las emociones no se resuelven, se transitan, simplemente se viven. Pero vivimos en una sociedad que cree que las emociones se tienen que resolver y eso es parte del problema y una de las razones por las cuales nos relacionamos tan negativamente con nuestras propias emociones y por lo que a veces no somos buenos atendiendo a las emociones de otros.

-¿Hay una industria de la felicidad?

-Sin duda hay una industria muy grande de la felicidad que busca perpetuar y tenernos en una tiranía del bienestar. Eso es bastante perjudicial porque en esa tiranía del bienestar no hay espacio para estar mal y estar mal es parte de la vida. No sabemos estar mal y, aunque suena a frase muy básica y vacía, está bien estar mal y aprender eso es fundamental y difícil, sobre todo en una sociedad donde la felicidad y el bienestar son un bien de consumo y un producto que denota estatus. Está muy mal visto estar mal. Eso es muy triste.

-¿Cómo nos afectan emocionalmente las redes sociales?

-Mucho, porque en las redes sociales un gran tótem es la felicidad, la perfección, hay narrativas del yo absolutamente editadas y eso no genera espacio para mucha realidad. Entiendo su naturaleza, pero es importante mostrar y entender que es una hiperedición del yo. Existe el riesgo de que la gente crea que así se ven las vidas de otros o su propia vida y la edite. También depende mucho del contenido. Hoy en día hay muchos más creadores. Pero creo también que las redes sociales son un espacio maravilloso para hacer comunidad y para acceder a otros tipos de contenido, y espero que la gente se vaya más hacia las cosas que son más reales y no hacia las versiones tan editadas de gente que promueven una perfección inalcanzable.

-¿Necesitamos redefinir el concepto de salud mental?

-Sí, sin duda es muy importante definir el concepto de salud mental, sobre todo la manera en la que hablamos de ella con unas herramientas que comienzan a ser obsoletas, basadas en unos lenguajes muy de la guerra, como luchar contra la ansiedad o ganarle la batalla a la depresión. Entender la salud mental en esos términos va en profundo detrimento de las personas que vivimos con retos de salud mental. Hay que buscar un lenguaje mucho más compasivo.

-Su libro menciona a Shakira, afirmando que ha sabido capturar sus emociones y nuestros sentimientos colectivos en música. ¿Supone para usted un ejemplo en este aspecto?

-Sí. Yo admiro mucho la carrera de Shakira y me gusta mucho su música como colombiana. Hay muchos otros artistas que también lo hacen, pero en este caso decidí inspirarme en ella.

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