Óscar Martínez: "La ruta del ámbar ya estaba antes que la ruta de la seda"
doctor en bellas artes

LA URRACA SIN PLUMAS. Es imposible poner una fecha a la atracción que las gemas ejercen sobre el ser humano, esa especie de “urraca sin plumas”. No sólo les hemos otorgado un valor estratosférico sino que, en torno a ellas, hemos elaborado todo tipo de misterios e historias. Sobre todo ello habla Óscar Martínez en ‘El jardín mineral’, una obra que hace las veces de joyero fantástico. Especialista en Arte y profesor en la EASD de Valencia, Martínez (Almansa, 1977) ha ejercido también de pintor, dibujante y grabador. En los últimos años, sus inquietudes artísticas las ha plasmado en distintos títulos de la mano de Siruela, sello con el que también ha publicado los ensayos ‘Umbrales’ y ‘El eco pintado’.
–Habla de una afición por los minerales que comenzó de niño, con una amatista.
–Que todavía tengo. Le he hecho una foto y todo para ilustrar las presentaciones que tenga del libro. La verdad es que yo viví una infancia bastante asilvestrada, buscaba los minerales que había alrededor de mi pueblo, fósiles, yeso, calcita, aragonita.. Hice una colección bastante aceptable. De hecho, mi colección de minerales está en dos vitrinas que me hizo mi padre.
–Un padre que trabajaba en una central nuclear, algo que nunca hubiera relacionado... con los zafiros.
–El llamado efecto Cherenkov: es el brillo que produce el material radioactivo de un reactor abierto, que muchos comparan con los zafiros. Y hay una explicación: dentro de un zafiro, los electrones libres de eones de titanio saltan de manera constante a los de hierro, generando una energía que es azul a nuestros ojos.
–¿Qué cree que hay detrás de nuestra fascinación por las piedras preciosas?
–Pues hay tres motivos principales. El primero, la escasez: muchas de ellas son poco abundantes; el segundo, el brillo: el ser humano siente una atracción visceral hacia el brillo, es una especie de urraca sin plumas. Y, por último, el color. Todo ello forma una tríada y por eso han sido muy apreciadas desde siempre: algunas, más como elemento de adorno, pero otras como símbolo de valor.
–La primera parte de ‘El jardín mineral’ la protagonizan piedras fuera de la escala convencional de los minerales. Empezando por la que quizá fue nuestra primera chuchería: el ámbar.
–Antes de ruta de la seda, existía la ruta del ámbar. Tenía una cualidad de sustancia mágica por el tema de la electricidad estática, un color muy llamativo y, para colmo, era posible que dentro tuviera restos de antiguas criaturas. Así que es normal que fuera muy apreciada: algo que también descubrí en mi investigación es que el ámbar se pescaba. Me gusta haber podido engarzar las ‘joyas orgánicas’: el ámbar, las perlas, el coral. La perla fue durante siglos la gran reina de la joyería: era perfecta sin intervención humana, y crecía por contraste dentro de un animal tan irregular como la ostra.
–Y el viaje del coral: elemento de protección en tantos retratos infantiles del Barroco.
–Siendo una superstición de tiempos prerromanos, es un ejemplo de sincretismo perfecto. Por eso me entusiasma también la historia de las religiones, porque se comprueba que las invenciones humanas nunca vienen de cero.
El despegue mundial del diamente se dio con una campaña publicitaria en los años cincuenta"
–Invenciones, y no pocas, que también rodean a estas joyas.
–El ser humano, cuando no comprende algo, intenta explicarlo mediante el mito: las gemas orgánicas tenían un origen completamente desconocido. Qué era exactamente el coral no se entendió bien hasta hace poco, o qué era lo que pasaba con el ámbar. Y del mito a la creencia, a lo sagrado, a la religión, hay sólo un paso: por eso, a esas sustancias se les asociaban todo tipo de poderes mágicos. Todo eso me interesa mucho desde el punto de vista histórico, todo lo que traduce nuestros miedos, anhelos, esperanzas... No desde el punto de vista de ciertos negocios de corte esotérico, desde luego.
–Más allá del mito, no son las únicas joyas que tienen historia: no son pocas las que abren paso a lo increíble, aunque sea real.
–Las obras de orfebrería han sido muy robadas a lo largo de la historia: se desmonta, se funde, se retalla y se pierde su rastro. Por eso hay historias legendarias, por ejemplo, dónde está el famoso diamante del rey de los Austrias. Son carne de literatura. La famosa esmeralda de Roncesvalles no es la esmeralda medieval que se cree se le robó al sultán musulmán. O el rubí del Príncipe Negro, que no es un rubí... Es curioso, porque las piedras preciosas son muy duras, pero desde el punto de vista simbólico y cultural, son maleables.
–Para rocambolesca, la del Tesoro de Recesvinto.
–Es una historia verdadera y real y parece absolutamente novelesca. Cómo se encuentra en el siglo XIX, cómo se vende, se desmembra, se vuelve a montar, se vende a Francia, se recupera durante el franquismo como intercambio por apoyo estratégico a los Aliados...
–Hablaba antes de las modas, que durante siglos la reina fue la perla; y hoy en día, lo es el diamante.
–El diamante es una piedra relativamente moderna: es muy escaso, y resultaba casi imposible de tallar, sólo podía hacerse con otro diamante. No tenían la mitología y leyendas que hoy día tienen. El diamante empezó su carrera hará siglo y medio, a partir del hallazgo de depósitos en Sudáfrica, y consiguió convertirse en la piedra de compromiso por excelencia. Su despegue mundial empezó en los años 50, con una campaña que precisamente puso en marcha lo de “un diamante es para siempre”. Ya hasta en Asia está desbancando al jade, por ejemplo.
–¿Cuál podría ser la piedra de moda en el futuro?
–Pues yo creo que, en el futuro, el color será la clave en la apreciación de las joyas. Pienso que se harán muy populares las esmeraldas y otras piedras verdes, como los peridotos. El verde ha sido un color muy contradictorio, con connotaciones negativas, pero en los últimos 40 o 50 años ha ido cogiendo fuerza, desbancando al azul. Piensa que hasta McDonald´s se ha puesto verde.