Buscando la unidad desesperadamente
Las claves
A Sánchez no le salen los números, ha perdido apoyos y además algunos de los socios que hasta ahora no le han fallado ya se muestran reticentes

Moncloa y Ferraz han tocado a rebato: hay que conseguir, como sea, la unidad de los partidos situados a la izquierda del PSOE. De no lograrlo, la posibilidad de Pedro Sánchez de continuar al frente del Gobierno después de las próximas generales, sean cuando sean esas generales, serán mínimas. En el PP, en cambio, no pueden tocar a rebato por la unidad con Vox, el único partido de entidad con el que podría gobernar si no alcanzaran por sí mismo la mayoría necesaria, porque, al menos ahora, esa unidad no le interesa ni a Feijóo ni a la mayoría de los que dirigen el PP. En el futuro, ya se verá. Dependerá de cómo y de cuándo.
A Sánchez no le salen los números. Ha perdido apoyos y además algunos de los socios que hasta ahora no le han fallado ya se muestran reticentes. Puede ser estrategia electoral, pero hay casos como el de Podemos, donde es creciente la animadversión hacia Pedro Sánchez.
Por otra parte, Sumar vive una situación de baja aparentemente irremediable. Su todavía líder, Yolanda Díaz, ha ido de torpeza en torpeza, tomando decisiones que se advertía a la legua que eran destructivas. El desprecio a Irene Montero y su negativa a hacerle hueco en las listas al Congreso, provocó que después de muchas peripecias Podemos abandonara Sumar y además tomara el “mal hábito” de no apoyar las iniciativas parlamentarias del gobierno.
La extrema izquierda, a tortas
Sánchez ha dado instrucciones a los suyos de que tanteen el terreno para ver si es posible esa unión que tanto desea, pero los datos que le llegan es que Podemos sigue empecinado en dejar de lado a Yolanda. Confesaba un sanchista que conoce bien al presidente, que al propio Sánchez le gustaría prescindir de Yolanda Díaz, que sólo provoca problemas. Las relaciones de ella misma con sus ministros no son especialmente buenas, pero además al presidente le incomoda el empeño de Díaz en marcar posiciones contrarias a las del Gobierno al que pertenece, empezando por su llamamiento a que España abandone la OTAN.
Un sector importante de Izquierda Unida aboga por abandonar Sumar. Como ocurre también a En Comú, y a Más País, el partido creado por Errejón y que sólo tiene presencia importante en Madrid, aunque pierde peso. Mónica García, ministra de Sanidad, no logra entusiasmar a la militancia, nunca fue un referente en el partido. Lo era Errejón, y su renuncia por un caso de presunto abuso sexual ha dejado muy hundida a la militancia y probablemente tendrá repercusión en los votantes.
El único apoyo seguro en el Congreso con el que hoy cuenta Pedro Sánchez es el de ERC. También lo apoyan el BNG y Bildu, pero en cambio sufre con Junts, porque su líder, Carles Puigdemont, ha puesto fecha a la continuidad del apoyo: el mes de junio. Si ese mes no ha arrancado a Sánchez la aplicación de la amnistía a su persona –Sánchez presiona todo lo que puede a Conde-Pumpido para que el TC dé luz verde– y además no consigue que el catalán sea lengua oficial en la UE –Albares trabaja full time para ello–, en septiembre Junts romperá la baraja. No es un partido que formaría parte de la unidad de la izquierda que busca Pedro Sánchez porque es políticamente conservador, pero Puigdemont le preocupa más que el resto de los partidos juntos. Porque Puigdemont no cede. No es de los que guardan las cartas hasta el último minuto. No cede y sus exigencias llegará un punto en que, por ilegales, Sánchez no podrá asumir.
El fichaje de Feijóo
En el PP, un sector defiende con uñas y dientes que se busque algún tipo de acuerdo con Vox, que se visualice que coinciden en lo fundamental. Feijóo, sin embargo, siempre más cómodo en posiciones centristas, se resiste. Y no es el único en el partido.
Al contrario de lo que ocurre en el PSOE, que quiere la unión –al menos electoral– de los partidos situados a su izquierda para no dividir el voto porque la aplicación de la Ley D’Hondt castiga a las listas mayoritarias, Feijóo sabe que, en el caso del PP, ir de la mano del Vox castigaría a su partido. De hecho, si en el 2023 no tuvo lo que auguraban las encuestas fue en buena parte por la campaña del PSOE de que votar al PP equivalía votar a Vox. Y nadie en Génova vio la necesidad de exigir a los barones que estaban pactando ya con Vox sus gobiernos regionales y municipales –se habían celebrado elecciones unas semanas antes con gran éxito del PP– que aplazaran los acuerdos hasta que se celebraran las elecciones generales de julio.
Después de esa experiencia, el PP debe andarse con cuidado con Vox. Ha comprendido, con dolor, que los españoles aceptan que los socialistas pacten con un partido como Bildu, que desciende de una banda terrorista, o con un partido de extrema izquierda radical como Podemos, o con los independentistas catalanes, pero rechazan a un partido de centro derecha que llegue a acuerdos con la extrema derecha.
Vox, además, ha hecho méritos para que se incremente la animadversión hacia su partido. Más radicalizado que hace dos años, se han ido los mejores precisamente por no aceptar el radicalismo; mandan personas de escasa talla política y exceso de intolerancia, y se han aliado en Europa con el húngaro Viktor Orban, cuya negativa a asumir las reglas y normas aprobadas en la UE ha provocado que en Bruselas se planteara seriamente la expulsión de su país. Orban es, además, aliado leal de Vladimir Putin, que no es la mejor carta de visita en estos momentos. Y Abascal se ha convertido en el más firme aliado de Donald Trump y sus políticas… que tampoco es la mejor carta de visita.
Hace unas semanas, Feijóo logró algo que buscaba sin éxito desde hacía meses: el fichaje del analista política y experto en estrategia electoral Aleix Sanmartín, que trabajó con éxito para Juanma Moreno y para el catalán Xavier García Albiol. Fue contratado por Sánchez hace dos años y, finalmente, ha aceptado la oferta de Feijóo.
Cuenta también con experiencia importante con diferentes candidatos latinoamericanos, de izquierdas y de derechas, y ahora lo hará para el PP. Es un profesional, e independientemente de que pueda tener éxito cuando se celebren las próximas elecciones, al menos ha comprendido Feijóo que la estrategia política es clave en un partido. Como bien saben algunos dirigentes del PP, empezando por Isabel Díaz Ayuso.
Más que unidad de la derecha, lo que busca Feijóo es lograr los escaños suficientes para no necesitar a Vox en el Gobierno. Quizás en la investidura, pero su objetivo es gobernar sin necesidad de coaliciones. Por otra parte, tiene algún partido más a tener en cuenta: Coalición Canaria –cambiante–, Unión del Pueblo Navarro, con el que en alguna ocasión el PP ha compartido lista… y la incógnita del PNV, que acaba de cambiar de presidente y en el que un sector relevante quiere marcar distancias con el sanchismo como fórmula indispensable para ganar el terreno que ha perdido frente a Bildu.
Todo es una incógnita en la política española, entre otras razones porque ni siquiera se sabe cuándo y cómo va a acabar la legislatura y si Sánchez va a aguantar los embates de la corrupción que afecta a su círculo más próximo. Pero sí se detecta un síntoma claro: la coincidencia en la sociedad de que España era más estable, más fuerte, con dos partidos sólidos y media docena de partidos minoritarios.
Un nuevo Congreso con casi veinte partidos dispuestos a apoyar a quien le hace más concesiones y asume sus exigencias, es fórmula segura para que los españoles vivan peor y haya menos respeto a las leyes y a la Constitución.
También te puede interesar
Lo último