Antonio Hernández Rodicio

Oráculos de redes, manipuladores y algoritmos

Dietario de España

Un ciudadano desinformado es un ciudadano desarmado. Pero uno manipulado es un peligro para la democracia. Esto no va de partidos, va de democracia

Feijóo y Sánchez, en el Congreso de los Diputados.
Feijóo y Sánchez, en el Congreso de los Diputados. / Eduardo Parra (EP)

21 de julio 2024 - 07:00

CONTROLAR o acabar con la publicación de bulos es tarea imposible. Desde el siglo XVI un español sabe cómo difamar, intimidar, faltar o herir el honor de otros compatriotas. Los libelos, un género habitualmente manuscrito aunque también en forma de copla satírica, se hacían circular en los ámbitos adecuados, en convocatorias ad hoc o se fijaban a modo de pasquín en lugares de tránsito. Han pasado unos pocos siglos y el libelo sigue vivo. Nadie ha sido capaz de acabar con estas piezas, que ya medraban bajo el anonimato o los seudónimos. No es muy diferente a lo que ocurre hoy. Esa mala leche reconcentrada tan española está en nuestro ADN.

Deben desengañarse: el Gobierno no va a acabar con ellos. Primero porque el infundio está muy arraigado entre nosotros y mucha gente lo disfruta sin interesarse por la verdad o la mentira. Es más, la mayoría de las teorías conspiranoicas coinciden con lo que el público elegido está deseando escuchar. Y no son trabajos de un solo impacto: se estructuran y elaboran para crear un relato alternativo y manipulado, con desarrollo y planificación y vocación de longevidad. Ese doble click (el arraigo de los infundios y el deseo de que nos digan lo que queremos escuchar) los hace invencibles. Por añadidura, disfrutan del blindaje de las tecnología, que facilita y amplifica hoy tales perversiones.

El problema ni siquiera son los periódicos, en papel o en digital, las radios o las teles. Ni los confidenciales ni los blogs, ni las agencias de noticias ni las plataformas de pago. Con un canal de telegram Alvise Pérez ha movilizado casi a un millón de españoles y tiene hoy tres eurodiputados. A coste cero, solo con una legión de partidarios deseosos de recibir la dosis diaria de veneno. Todos los partidos con representación parlamentaria tienen entre medio millón y un millón de seguidores en sus principales redes.

Tiktokea que algo queda

TikTok, por ejemplo, es hoy un fenómeno creciente e inexpugnable. No hay rigor que lo contamine. Es una salsa que mezcla con todo, no solo con la política. La resaca del triunfo de España en la Eurocopa hizo su digestión íntegra en TikTok. Ningún medio convencional alcanzó el efecto y la amplificación de las decenas de miles de vídeos en esa red social, impulsados por influencers pero también por ciudadanos desconocidos y otros anónimos o camuflados. No, no todo eran resúmenes de goles ni de alegría en las gradas. Abundaron los aspectos colaterales relacionados con el color de la piel de algunos jugadores, el saludo de Carvajal a Sánchez y toda la casquería aparejada.

El 40% de los usuarios de la red en España tiene entre 18 y 24 años. La gran mayoría de usuarios de la red ni lee noticias ni escucha la radio informativa ni ve los informativos de televisión. Pero un vídeo viral sobre cualquiera de los asuntos de la actualidad nacional coloca en las pantallas de millones de usuarios –por consumo directo o por rebote vía wassap u otros canales de interconexión personal– un mensaje que puede ser demoledor y que no solo tiene su efecto inmediato sino que se extiende en el tiempo. Ésa es parte del problema: esos contenidos difícilmente caducan, fluyen y fluyen y vuelven a fluir. Irrumpen en tu pantalla meses o años después más descontextualizados aún pero como si estuvieran recién pintados.

La red que se come a los mítines

Añadan que TikTok está en proceso de sustitución de los mítines. Los mensajes que se manejan ahí tenen más garra, más impacto y son más baratos. Y no solo a los mítines: los tiktokeros están sustituyendo a los clásicos militantes de partidos de bandera y pancarta. Ha surgido un ejército de gente dispuesta a batirse el cobre por un partido en el que no milita pero con el que comparte determinados posicionamientos políticos y sobre todo sus odios. Combaten con vídeos gratis et amore. Henchidos y sintiéndose más trascendentes cuanto más éxito tienen sus mensajes.

Y después está la milicia regular y profesional: cuarteles (granjas, les llaman en el argot de la manipulación política) con cientos de soldados en su ordenador que escupen memes con un lenguaje pop, invectivas, bailecitos con mensajes sincopados, versiones mordaces de canciones, pequeños vídeos de impacto y argumentarios gráficos a muchas unidades por minuto. La propia red está neutralizando permanentemente campañas que persiguen desestabilizar Gobiernos o instituciones. Anula perfiles que promueven de forma encubierta idearios de países como China o Rusia, que practican guerras comerciales encubiertas o que desatan campañas de odio. Pero hasta ahí llega la autorregulación: los malos actúan más rápido subdividiéndose y multiplicándose en modo matrioskas. Se sigue propagando a diario información falsa e interesada sobre el cambio climático como antes sobre las vacunas.

Nadie se libra. Si el ex ministro de Consumo Alberto Garzón dice que es recomendable tener en cuenta que un dieta con exceso de carne perjudica a la salud y al planeta (el 14% de los gases invernaderos están relacionados con la actividad ganadera, como acredita la ciencia, que también avala que el exceso de carne no es lo más recomendable) en un minuto su persona queda arrasada y se le nombra el enemigo público número 1 de los ganaderos, con ayuda incluida y errónea del presidente Sánchez proclamando que a él lo que le gusta es un chuletón poco hecho. Y después se desacredita a la ciencia, así en general. La ciencia, esa cosa manejada por oscuros gurús. Qué más da.

Amenazas híbridas

¿Tiene algún Gobierno forma de controlar ese sistema, estos contenidos, esa potencia de fuego? Y si pudiera ¿debería hacerlo? Pues ése es el problema más grave. En Alemania los partidos tradicionales decidieron meterse en TikTok a toda vela cuando comprobaron que los filonazis de Alternativa por Alemania superaban ya los 400.000 seguidores en esa red. Hay otro elemento perturbador añadido para Occidente: los datos de los usuarios son propiedad de la empresa ByteDance, con sede en Beijing. Los Gobiernos de medio planeta han prohibido a sus funcionarios instalar la aplicación de la red en sus teléfonos oficiales para evitar el control de sus datos y la otra mitad del pone bajo sospecha a la red controlada por China. La OTAN tiene a las fakes news en su programa contra las amenazas híbridas desde 20018 así como la mayoría de Gobiernos occidentales las tienen incorporadas en sus planes de seguridad nacional. Von der Leyen, recién reelegida presidenta de la Comisión, ha anunciado la creación de una red europea de verificadores de datos para luchar contra las fakes. Es un asunto que está en el centro de la agenda europea y de EEUU, cuyo Congreso ha presionado a los responsables de las empresas más notables de internet para comprometerlos en el control de los bulos.

Pero mientras, crece y crece el número de usuarios, incluyendo a los políticos de toda laya que no quieren perderse el festín de impactar con mensajes cortos, directos y sencillos en un público desinformado y por lo tanto desarmado. Los datos son elocuentes: en el Informe España 2030 de la Universidad de Comillas se concluye que el 80% de los jóvenes dicen que los políticos no los escuchan y el 87% no se siente representado por ellos. En las redes les resulta bien fácil encontrar a quienes les representen. Para ello cuentan con un artefacto que se llama móvil. Va en el bolsillo, es de fácil manejo y a solo un click le ofrece a cada uno un menú a la carta en el que le ponen nombre a los culpables de su desafecto político, de que no tenga una vivienda digna ni un trabajo que le satisfaga. Esos mensajes bien estructurados y dirigidos son el bálsamo perfecto para su frustración.

Los partidos que no jueguen en las redes estarán en clara desventaja con los demás, si juegan con un perfil institucional no sirve de nada (no conectan con los votantes nativos, que se activan con el lenguaje del agitprop) y si juegan al juego que triunfa olvidándose de las consideraciones éticas y democráticas están contribuyendo a engordar un sistema que amenaza a las sociedades y que ellos mismos denuncian.

¿A quién perjudican más las ‘fakes news’?

La manipulación no es solo cosa de las derechas, las izquierdas también juegan. Pero realmente no hay demasiados datos porque las empresas líderes (X, FB, Instagram, TikTok, Telegram, etc) cuidan celosamente el acceso a sus datos, Para utilizarlos ya están ellos. Téngase en cuenta que 30 millones de españoles utilizan alguna red social y es por lo tanto un caladero gigante de votos, especialmente en la era de la desintermediación: los políticos o los agitadores no necesitan la intervención de los medios interpretando su mensaje. Ahora pueden dirigirse, sin filtros ni chequeo alguno, a sus votantes.

A veces, sometidos a una presión institucional difícil de vadear o para acallar crisis coyunturales permiten el acceso de investigadores a parte de las tripas de su algoritmo y su sala de máquinas. El informe más contundente es de Facebook, de 2022. Permitió una macro investigación inédita a un grupo de trabajo de la Universidad de Pensilvania sobre el impacto de las redes en la polarización y fue publicado por Science y Nature. Los investigadores concluyeron que Facebook es una red en la que dominan las noticias conservadoras y que los usuarios de derechas son quienes consumen masivamente las noticias que etiquetaron como falsas. En concreto, el 97% de las fakes news tenían un sesgo de derecha o ultraderecha.

De X, el antiguo Twitter, sabemos según un informe encargado por la propia red que su algoritmo beneficia los contenidos clasificados como de derechas tanto en EEUU y el Reno Unido como en siete países más. Y un informe de Político sobre los grupos del Parlamento europeo evidencia cómo el grupo Identidad y Democracia, que agrupa a la mayoría de partidos europeos de ultraderecha, arrasa en redes sociales respecto al resto de grupos de la Eurocámara.

Hacer algo

Las dificultades no implican que el Gobierno de España deba mirar para otro lado. De entrada, lo que ha anunciado Pedro Sánchez esta semana es una propuesta más bien tímida y pegada al reglamento europeo, aprobado también por el PP, que establece básicamente tres líneas de trabajo: hacer públicos los accionistas y propietarios de cada medio, identificar a las personas que tienen potestad editorial y publicar los ingresos que recibe cada medio de instituciones públicas. Es una obligación que debe estar ejecutada en todos los países de la UE antes de 2025. Por sí solo bastaría para clarificar muchas cosas y arrojar luz sobre medios que navegan entre sombras y se financian por intereses determinados ajenos a los de los lectores. El presidente del Gobierno también ha esbozado la modificación de dos leyes: la de publicidad institucional para evitar la financiación de los medios que propagan bulos –volvemos al espinoso asunto de establecer quién le pone el cascabel al gato– y la del derecho a la rectificación, que los medios suelen interpretar como les sale de la rotativa. Tácticamente es un error que Sánchez haya sacado de la chistera los 100 millones para la digitalización de los medios, un concepto raro si atendemos a que el medio que no está digitalizado hoy es que no existe. Agitar un cheque de 100 millones en una mano y la activación de su Plan de acción por la democracia con la otra no va a colar. Tratar de penalizar a los medios críticos sería un error antidemocrático, otra cosa es actuar contra los bulos. Ésa es la delgada línea que el Gobierno tiene que transitar.

Esos vicios históricos

Tanto el PSOE como el PP han utilizado la publicidad y los fondos institucionales a su arbitrio. No valen cinismos, aunque ni los socialistas ni los populares ni los medios lo vayan a admitir jamás. Es el concepto inveterado que tienen los partidos sobre los organismos públicos, sea la publicidad, las televisiones públicas o las extintas cajas de ahorros. Revertir esa dinámica sería justo y necesario para todos. No obstante, en este contexto político, polarizado y desatado, donde todo vale, es imposible pactar una iniciativa de esas características. Con la mitad del hemiciclo en contra se garantiza que la mitad de los españoles estarán contra la norma y se nos helará el corazón digital. Garantizar a los ciudadanos el acceso a una información rigurosa y plural es la base que garantiza el normal ejercicio de sus derechos y la democracia en sí misma. Pero no vamos por ese camino, sino por el contrario. Para colmo el insulto contemporáneo y su respuesta no tienen la categoría de las disquisiciones de Borges en El arte de injuriar ni de la anécdota que relata Thomas de Quencey, cuando un caballero al que le arrojaron un vaso de vino a la cara en plena disputa dialéctica respondió a su agresor: “Eso, señor, es una digresión, espero sus argumentos”.

Breverías

Dinero, mucho más dinero

Mientras las comunidades autónomas, casi sin excepción porque las que gobiernan los socialistas y otras con los socialistas en la oposición mantienen posiciones similares, se emplean en levantar muros y discursos contra la financiación singular de Cataluña, el Ministerio de Hacienda anunció esta semana un plan para dotar a las comunidades de entregas a cuenta para 2025 con más de 147.000 millones de euros. La cantidad, histórica, es un 9,5% superior a la de 2024, que ya había escalado todos los récords anteriores. En el Consejo de Política fiscal y Financiera también se ha concedido a los Gobiernos regionales el margen añadido de dos décimas más del PIB en su margen de gasto. La foto final es que tendrán más recursos para la mejora de las políticas esenciales regionalizadas: Sanidad, Educación y Servicios sociales. Nadie sabe aún en qué consistirá la financiación singular catalana, aunque ERC ha dado ya muchas pistas. Mientras, las propias comunidades deberían ser más generosas consigo mismas y avanzar en el camino del acuerdo. Aunque solo sea por su propio beneficio.

España, tercera selección del mundo

España es ya la tercera selección de fútbol del mundo en el ranking FIFA. Tras ganar su cuarta Eurocopa, solo es aventajada por Argentina –que ha ganado también la Copa América– y Francia, que ha pasado sin pena ni gloria por Alemania. Pero ni las alegrías sabemos administrar en nuestro país. Solo duró los fugaces 90 minutos antes de meternos en un circuito tóxico sobre la españolidad y el color de la piel de jugadores como Yamal o Williams. Hemos descubierto con estupefacción que por lo visto un negro no puede ser español. Y para rematarlo, un sainete respecto a la utilización política del triunfo por la Moncloa y el desdén de varios jugadores –destacadamente, Carvajal– en su saludo al presidente del Gobierno. Todos los presidentes de todos los partidos han recibido siempre a las selecciones de todos los deportes en días de gloria. Menos mal que la chavalería, ajena a estos dislates, tomó las calles de España con sus banderas de España, como una marea roja que representa lo mejor de este país.

Calor y salud

Estamos en la primera ola de calor del verano. En el Valle del Guadalquivir se están alcanzado los 44 grados, pero es que en la costa norte de Lugo se llegará a los 25 y en el sur de esa provincia a los 37. Como novedad, este verano existe un plan nacional especial con un mapa de activación de las alertas. El objetivo es advertir a la población y evitar en lo posible las muertes asociadas al exceso de calor. Se divide en 182 zonas diferenciadas y las separa en umbrales con temperaturas diferentes. Los sistemas ya tienen en cuenta la mortalidad potencial en cada área. Hasta el 81% de los pueblos de España están en situación de riesgo para la salud. Conviene no tomarse a la ligera estos avisos. Estamos ya muy lejos de lo que siempre hemos entendido como el calor normal en julio y agosto.

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